Víctor Elías Aquino
Penas y dolor
Desde la más tierna infancia, tiempo en que muchos de los que leen estas letras quizás no les había llegado la primera pubertad, en el caso femenino, o, en el caso de los varones no apuntaba todavía el bozo, hemos escuchado de las abuelas la importancia de los remedios naturales para enfrentar una amplia gama de dolencias y enfermedades; la medicina alternativa es una ciencia y funciona.
En el discurrir de la vida, puede presentarse como una escuela de sufrimientos debido a la muerte de personas amadas, enfermedades del cuerpo de los jóvenes, adultos de cualquier edad. Alexander Pope, poeta inglés del siglo XVIII, figura de la denominada “Poesía Augusta”, llegó a decir que “el tema adecuado de estudio para la humanidad es el hombre”.
Pero, en la vida, las personas, no solo enfrentan problemas materiales, sino también espirituales, me refiero a la tristeza, al corazón quebrantado y esto se devela en el rostro de las personas.
Cual que sea la actividad que desarrollemos en esta vida, durante el tiempo de espacio que ocupemos en este planeta, visitaremos queramos o no las tiendas del dolor, o el colmado de la tristeza. Vivimos y morimos en un parpadeo. En La Biblia Job 8: 9, dice, “Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos, siendo nuestros días sobre la tierra como sombra”.
Todos conocemos que la vida es compleja, en este planeta de luces y de sombras tendremos aflicción o prosperidad; pero en un momento llegarán los vientos de la tristeza, el dolor. El remedio para sanarlos es la reflexión sobre el tema de la deidad (Dios); el único (Jehová), que se manifiesta en tres personas: “El padre, El Hijo y el Espíritu Santo.
Fuera de Dios, no conozco solución a la consolación del alma, nada que pueda calmar de ese modo las oleadas de angustia, apaciguar los torbellinos de las pruebas; como el vivir al estilo de una persona piadosa que reflexiona sobre el tema de Deidad (la fe cristiana). Cada herida, cada pesar halla reparación, y no hablo de mecánica.
Mi cuerpo y mi alma están convencidos de que, los maretazos de las pesadumbres los torbellinos del dolor y la preocupación tienen una solución: Dios.