Roma (EFE).- El potencial de las bombas termonucleares actuales es “más de 1.000 veces” el de la de Hiroshima en 1945, por lo que una guerra nuclear a gran escala causaría “cientos de millones de muertos de forma instantánea” y “probablemente el fin de la especie humana”, asegura el Premio Nobel costarricense Carlos Umaña.
“Hiroshima y Nagasaki fueron una catástrofe absoluta, espantosa, con efectos a muy largo plazo que todavía existen. Pero aquellas bombas son increíblemente pequeñas en comparación con las de hoy, con 1.000 Hiroshimas en un sola bomba. Y de esas, hay miles”, explica en una entrevista con EFE el activista contra las armas nucleares.
Umaña, copresidente de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, que ganó el Nobel de la Paz en 1985, y directivo de la Campaña Internacional para abolir las Armas Nucleares, que lo obtuvo en 2017, ha participado en Roma, junto a otros 30 nóbeles, en el “Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana” organizado por el papa Francisco.
Redes de paz
Con el papa “trabajamos en los problemas que enfrenta la humanidad y cómo abordarlos, desde un nuevo modelo de relaciones humanas”, explica Umaña, para quien es clave que se trate de “una reunión de expertos de diferentes áreas y perspectivas”, creando “unas redes de paz” muy valiosas
El médico costarricense cita como ejemplo los contactos mantenidos estos días con la periodista filipina y activista por la libertad de prensa Maria Ressa, Nobel de la paz en 2021, y el alcalde Nueva York, Eric Adams, que ha viajado a Italia en busca de soluciones al problema migratorio, entre otras muchas personalidades.
En el caso de las armas nucleares, “la paz es la única vía para que la civilización tenga un futuro, pues estamos ante el riesgo más alto de la historia de una guerra nuclear a gran escala” y “aunque podemos alejarnos del precipicio, el peligro continuará hasta que las eliminemos».
Si al término de la Guerra Fría, el mundo se encontraba “a menos de 17 minutos de la medianoche”, que representa el apocalipsis en el reloj del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago que mide el riesgo de amenaza nuclear, ahora estamos “a menos de 100 segundos».
“En 1991, con el punto de más baja tensión, fue el momento perfecto para terminar con las armas nucleares, pero se habían convertido en la moneda del poder, un símbolo de estatus y nadie quería deshacerse de ellas». Ahora, con los conflictos de Ucrania y Gaza en el horizonte y el avance de la tecnología, el peligro de una guerra devastadora que duraría “solo unos minutos” no tiene precedentes.
Putin, Kim Jong-Un, Trump
“La polarización extrema de los países” y el “volátil liderazgo de las naciones nucleares” sitúan al mundo al borde del abismo y cita como ejemplos a Vladimir Putin, Kim Jong Un y Donald Trump.
“Ahora hay dos focos bélicos regionales de implicación mundial y en ambos participan naciones con armas nucleares”, dice en alusión a Rusia e Israel, un país que “está perpetrando un genocidio y donde varios miembros de su Gobierno han manifestado su deseo de usar armas nucleares».
Lo más preocupante, subraya, no es “esa xenofobia tan extrema como para eliminar poblaciones que no son las nuestras, sino la ignorancia” de las “personas al mando”, que no saben “cómo funcionan y qué es lo que implica el uso de las armas nucleares».
“Hoy tenemos 12.500 ogivas nucleares, 2.000 de ellas en estado de alerta máxima, listas para ser detonadas en minutos y tanto Estados Unidos como Rusia tienen una política de ‘lanzamiento ante la advertencia’, es decir, cuando detectan un ataque entrante, no esperan a que la bomba se detone para lanzar su arsenal, porque el peligro también es que sea destruido”, explica.
Y cuando se cruza el umbral de una detonación nuclear, “el riesgo de que derive en una guerra a gran escala es altísimo y ya no hay vuelta atrás»- a los millones de muertos y heridos -“el síndrome de radiación aguda es una de las cosas más espantosas que puede sufrir un ser humano»- se añadirían “los efectos en la estratosfera».
Porque “se bloquearía la luz solar, lo que implicaría una reducción drástica y súbita de la temperatura de unos 25 grados durante décadas”, lo que a su vez “implicaría la extinción definitiva de muchas especies».
Sería “el fin de la civilización humana, se perdería muchísima cultura e información e incluso probablemente llegaría el fin de nuestra especie”, algo totalmente posible porque “un líder totalitario acorralado puede ser impredecible”, subraya Umaña- “Cómo decía Napoleón- qué después de mí venga el diluvio».
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