Murió Kelvin Kiptum: el chico que cuidaba cabras y ovejas, y corría 300 kms semanales

Tenía todo para ser el primer ser humano en bajar las dos horas en una maratón

Es un mazazo para el deporte mundial. Inesperado. Impactante. Su nombre empezaba a tomar un impulso del grande. De pronto, el shock: el plusmarquista mundial de maratón, el keniano Kelvin Kiptum, falleció anoche, a los 24 años, en un accidente de tránsito carretero. Perdió el control del vehículo en la ruta entre Eldoret y Kaptagat (Kenia).

A bordo viajaban, además de Kiptum, dos pasajeros, identificados como su entrenador, el ruandés Garvais Hakizaman, y una mujer, Sharon Kosgey, que salió con vida, pero gravemente herida. Los dos hombres murieron. El auto pasó por una zanja tras irse del asfalto y luego chocó de lleno contra un árbol.

Si bien no se conocen más detalles del accidente, puede inferirse que haya sido una consecuencia de tres factores frecuentes en Kenia, que forman parte de la cultura de sus habitantes. Según pudo averiguar LA NACION, en ese país africano se maneja muy mal. Los autos se mueven demasiado rápido y casi nadie respeta las reglas mínimas de tránsito. Por ejemplo, las matatus (las combis) están habilitadas para transportar a 12 o 14 pasajeros. Sin embargo, llegan a viajar más de 20. En tanto, las piki-piki (las motos que se utilizan como taxis) pueden llegar a llevar a tres personas más el chofer. E, incluso, hasta un sillón de 3 cuerpos, un mueble o una cama. Cierto, pero al límite de lo irreal.

Al mismo tiempo, las rutas (escenario del accidente que le costó la vida a Kiptum) están pésimamente señalizadas. son muy oscuras y casi no tienen señalética (escasísimos carteles) y casi nula marcación con pintura blanca o amarilla sobre el camino. A eso se le suma un aspecto cultural que provoca un combo letal: casi no se utilizan cinturones de seguridad y, en muchos casos, los propietarios de los automóviles hasta le quitan los apoya cabezas.

En ese contexto se frustró la vida de un atleta que estaba llamado a romper con la historia de las carreras de largo aliento. De hecho, ya lo estaba haciendo…

A los 14 años, Kiptum sabía que su ingreso en la adolescencia venía acompañado por la responsabilidad de ayudar a la familia. En Chepkorio, su pueblo natal, la tarea era relativamente simple y a la vez rutinaria: debía cuidar a las cabras y las ovejas.

Sin embargo, una vez que el deber estaba cumplido, le daba rienda suelta a su placer. Y un día comenzó a acompañar al atleta ruandés Gervais Hakizimana, y al equipo que lo asistía, que por entonces se entrenaba con sesiones de cuestas en un bosque cercano a la casa de Kelvin. Lo seguía. Descalzo y con demasiada naturalidad para el esfuerzo que requería la planificación del corredor.

En 2016, ya con 17 años, el joven notó que correr le daba alas. Sentir la brisa contra el rostro era una sensación difícil de describir, y comenzó a hacerlo con más regularidad. Sólo tres años más tarde, ganó dos medias maratones en 15 días con tiempos asombrosos para su corta experiencia: 60m48s en Copenhague, Dinamarca, y 59m53s en Belfort, Francia. Hakizimana notó que estaba frente a un diamante en bruto y le ofreció a entrenarlo para el maratón, la distancia madre del atletismo. Y no se equivocó. “En 2020, la pandemia de Covid me encerró en Kenia. Allí me quedé un año y lo entrené en el bosque. Corrí con él y luego empezamos un programa de maratón en 2021″, le contó a AFP.

La realidad está a la vista: Kelvin Kiptum apenas había corrido tres maratones en su vida. En la tercera, en octubre pasado, en Chicago, batió el récord mundial con un tiempo extraordinario: 2 horas y 35 segundos. Las otras dos le sirvieron para ganar en diciembre de 2022 en Valencia (España), y en abril de este año en Londres, donde con 2h01m25 ya había alertado que la plusmarca de Eliud Kipchoge (sólo 14 segundos más veloz) tambaleaba.

Kelvin Kiptum pulverizó el récord mundial de Maratón en Chicago y la barrera de las dos horas está cada vez más cerca de ser quebrada.

Pero no sólo eso era lo que sorprendía de la nueva estrella entre los fondistas, que apenas tenía 23 años por entonces. Porque las tres veces que recorrió la legendaria distancia de 42,195 kilómetros fueron suficientes para meter sus tres marcas en el top 10 de la historia.

La frescura de su edad lo condujo a declarar con honestidad brutal después de romper los libros: “Chicago es un recorrido llano. Pensé en venir y probar, pero no estaba preparado para esto. Un récord del mundo… Estoy muy contento”, dijo. Aunque luego reconoció: “Sabía que algún día batiría este récord”.

Kelvin bajó 34 segundos la plusmarca que había establecido en septiembre de 2022 su compatriota Eliud Kipchoge en Berlín (2h01m09s). Aunque sorprenda, nunca coincidieron en una pista, y se anticipaba que ambas superestrellas podían protagonizar un duelo épico en los Juegos Olímpicos de París en 2024. Pero todo quedó trunco.

Ahora bien, ¿cómo hacía un ser humano para correr tan rápido durante tantos kilómetros? La respuesta puede ser el resultado de varios factores. Aunque sí es cierto que hay algo que la naturaleza incorpora en el ADN de algunos elegidos. Porque en Chepkorio, que queda a unos 40 kilómetros de Eldoret, la meca del atletismo keniano, seguramente haya otros jóvenes de la edad de Kiptum. Pero ninguno se destacó como él.

A eso, innato, se le agrega el compromiso que puede tener esa persona cuando comienza a enfocar su vida para preparar un objetivo. Y el constante avance en la ciencia aplicada al deporte. Aquí es donde los africanos sacan rédito de la geografía, porque el entrenamiento en Kenia se realiza a más de 2000 metros de altura. Eso es una enorme ventaja para ganar una capacidad pulmonar que le permite ampliar su caja torácica y aprovecharla cuando bajan al nivel del mar, como ocurrió en Valencia o en Chicago.

Además, junto a su equipo de trabajo hacían cuestas a gran intensidad. Eso le daba a Kiptum una fortaleza de piernas que le permitía mejorar su musculatura, que es lo que le daba más tolerancia a la segunda mitad del maratón.

La potencia del sprint final se lo brindaba un dato clave: parte de su rutina se basó en hacer series cortas y muy explosivas. Al menos una vez a la semana hacían pasadas de 2 x 800m, 2 x 400m y 4 x 150m. Con esto se trabaja en la resistencia de los tramos más largos hasta llegar a la fortaleza en las series más cortas. Ese cambio de ritmo le permitía tener el combustible final para el último tramo del maratón.

Otros datos resultan fundamentales para entender que cada detalle es clave en la preparación de un maratonista de elite. En el caso de Kiptum, el descanso era tan importante como la actividad. Por eso, dormía entre 10 y 12 horas por día. Más claro: cuando no estaba entrenándose reposaba, ya sea durmiendo o alimentándose.

El reparto de cargas era riguroso: jamás corría al 100 por ciento en los entrenamientos. Martes, jueves y sábados lo hacía al 80% y lunes, miércoles, viernes y domingo, al 50%. En total promediaba entre 250 y 300 kilómetros a la semana.

Al gimnasio iba dos veces por semana, aunque jamás levantaba pesas. Allí el entrenamiento era puramente preventivo. Las sesiones duraban 60 minutos y se enfocaban en fortalecer la cadena posterior (glúteos, isquiotibiales, lumbares) con ejercicios de fuerza y movilidad sobre colchonetas de yoga.

Lejos de cualquier planificación alimenticia rebuscada, el maratonista más rápido del planeta se alimentaba de productos sencillos. En una dieta con pan casero, frutas y verduras locales, té de Kenia, carne magra y el ugali, una papilla hecha con harina de maíz.

Invitado por BBC Sport Africa, el atleta keniano y ahora comentarista de TV Martin Keino compartió tres cosas sobre Kelvin Kiptum, la nueva estrella del maratón. Allí, el hijo del Kip Keino (oro olímpico en 1500m y 3000m con obstáculos), destacó que Kiptum se destacaba por haber creado un sistema propio de entrenamiento, en donde llamativamente no se entrenaba sobre pista. Y también valoró que le había quedado resto para llegar tan entero a la meta. “Incluso, no le costó tanto poder caminar después. Hasta podía correr”, remarcó.

El mundo del atletismo soñaba con verlo romper con una barrera que parecía estar cada día más cerca de conseguir: que un ser humano corriera una maratón en menos de dos horas. Todo parecía indicar que era el elegido…

Simpático y poco afecto a las redes sociales, Kelvin Kiptum había sido bautizado como “Kipchoge 2.0″. El destino le jugó un obstáculo fatal.

La Nación


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