Tutankamón y la ‘maldición’ de la momia que mató a nueve exploradores

Pandora Dewan / Newsweek Internacional

Cien años después de su descubrimiento, la tumba de Tutankamón sigue siendo uno de los hallazgos arqueológicos más famosos de todos los tiempos. Sin embargo, en torno a esta fama hay un misterio que se ha apoderado de la imaginación del público durante décadas y transformado al niño rey en un icono de la cultura pop: la maldición de la momia.

El 4 de noviembre de 1922, en el Valle de los Reyes de Egipto, el egiptólogo británico Howard Carter tropezó con un escalón desmoronado, medio oculto bajo los escombros de la tumba de Ramsés IV. Excavando más, descubrió más escalones que conducían a una puerta de piedra sellada.

Carter llamó a su benefactor, Lord Carnarvon, para que se encontraran en el sitio. Y juntos descubrieron uno de los hallazgos más impresionantes en la historia de la egiptología. La tumba contenía más de 5,000 artefactos: oro, joyas, ofrendas de alimentos y estatuas ornamentadas. Pero el tesoro no fue lo único que los arqueólogos desenterraron.

Cinco meses después de la excavación, Lord Carnarvon murió, supuestamente debido a neumonía y envenenamiento de la sangre provocado por la picadura de un mosquito infectado. Un mes después, George Jay Gould, un rico financiero estadounidense que había visitado la tumba, murió de la misma aflicción.

En 1924, el arqueólogo británico Hugh Evelyn-White se ahorcó y supuestamente dejó una nota que decía: “Sucumbí a la maldición de la momia”. Más tarde ese año, el radiólogo que tomó la radiografía de la momia antes de que fuera entregada a las autoridades del museo, murió de una enfermedad no identificada.

MURIERON NUEVE PERSONAS

En tan solo una década, murieron al menos nueve personas que tenían algún vínculo con la excavación. Muchos estaban convencidos de que esto era evidencia de los rumores de la maldición de la momia. Pero, ¿podría haber otra explicación?

En la década de 1970, la tumba de 500 años de un rey polaco, Casimir IV Jagiellon, se abrió por primera vez en la catedral de Wawel, en Cracovia. A los pocos días de la excavación, cuatro de los 12 investigadores habían muerto y varios otros murieron en los meses siguientes.

A pesar de los rumores de una antigua maldición, los científicos no tardaron en encontrar una explicación alternativa. Las muestras tomadas del cadáver del rey muerto revelaron que había sido plagado de esporas fúngicas de Aspergillus flavus.

“La mayoría de las personas respiran esporas de Aspergillus todos los días sin enfermarse”, dice a Newsweek Tom Chiller, jefe de la División de Enfermedades Micóticas de los CDC. “Sin embargo, para las personas que tienen un sistema inmunitario debilitado, respirar esporas de Aspergillus puede causar una infección en los pulmones o los senos paranasales que puede propagarse a otras partes del cuerpo”.

La condición resultante se llama aspergilosis. “Hay diferentes tipos de aspergilosis”, explica Chiller. “Algunas modalidades son leves, pero algunas son muy graves y pueden ser mortales”.

Mientras que Aspergillus fumigatus es la especie más común de hongos Aspergillus en Estados Unidos, Aspergillus flavus se encuentra más comúnmente en Asia. Además de causar aspergilosis, esta especie tiene otro truco bajo la manga.

ASPERGILLUS… ¿QUÉ ES?

A. flavus produce una toxina, flavitoxina, en los granos almacenados”, señala Chiller. “Esta toxina puede ser dañina o fatal para los humanos y los animales y es una fuente importante del deterioro de los cultivos”.

Entre los tesoros de la tumba de Tutankamón se encontraban bolsas de pan y grano crudo, que pueden haber favorecido el crecimiento de este hongo. Pero, si el Aspergillus flavusfuera realmente responsable de la maldición de la momia, habría tenido que esperar dentro de la tumba del niño rey durante mucho tiempo.

“Los Aspergillus son formadores de esporas y, si bien prefieren sustratos ricos en carbono, [como] troncos podridos y condiciones húmedas… pueden sobrevivir en condiciones pobres en nutrientes con un mínimo de agua”, dice a Newsweek Michael Wise, científico informático de la Universidad de Australia Occidental, quien estudia informática microbiana.

Para la mayoría de los organismos causantes de enfermedades, matar a su huésped no es beneficioso, ya que evita su transmisión. Sin embargo, si un organismo pudo sobrevivir durante largos periodos fuera de su huésped, podría evolucionar potencialmente para ser más letal. Esta teoría se conoce como la hipótesis de “sentarse y esperar”.

En 2017, Wise y su equipo encontraron evidencia genética de que los microbios que tienen el potencial de usar esta táctica tienden a ser más duraderos y más virulentos que otras especies, lo que respalda la teoría. El estudio se realizó en bacterias, pero es probable que se apliquen principios similares a los hongos, como el Aspergillus.

¿LA MALDICIÓN DE TUTANKAMÓN?

“La táctica de ‘sentarse y esperar’ es beneficiosa siempre que sea probable que un microbio esté expuesto al medioambiente, donde deba persistir hasta el próximo encuentro con el huésped”, señala Wise. “Esto contrasta con los patógenos obligados, como el SARS-CoV2, que debe transmitirse de un huésped a otro y perece si se expone al medioambiente”.

Para sobrevivir a estos largos períodos de espera, los microbios deben entrar en un estado vegetativo que persiste hasta que vuelven a estar en contacto con sus huéspedes. Para el Aspergillus, esto sería en forma de esporas.

Se sabe que los hongos Aspergillus viven en cadáveres y materia en descomposición y se han detectado en otras momias del antiguo Egipto. El envenenamiento por Aspergillus también encaja como un factor que contribuyó a la muerte de al menos tres de las víctimas de la llamada maldición de la momia. Por lo tanto, aunque es imposible saberlo con certeza, la infección por Aspergillus puede ser la respuesta científica a la maldición de Tutankamón.

“Es plausible”, señala Wise. “Y la metagenómica ambiental moderna está llegando al punto de poder resolver la cuestión”.

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