Guido Gómez Mazara
Cuando la satisfacción de una amplia gama de ciudadanos disfrutaba resultados electorales favorables, al unísono la alegría del cambio se traducía en una frase: lo queremos preso.
Inclusive, colocar al frente de la Procuraduría General de la República a la magistrada Miriam Germán Brito representó la acción gubernamental de mayor acierto. Así llegó el aplauso y cabezas visibles de la pasada administración comenzaron a ingresar en una larguísima lista de procesos deseados.
Llama la atención que, hasta ahora, ningún miembro del comité político del PLD haya sido encarcelado. De paso, los procesos incoados no tocan a figuras fundamentales, y lo irónico, consiste en la extraña pasividad de funcionarios tan lentos en ordenar auditorías requeridas por la ley, y base esencial de procesos acusatorios.
Antes, la retórica opositora enfatizaba en potenciales exfuncionarios que exhiben una tranquilidad entendible en la medida que las tuberías de complicidad garantizaron contribuciones a la » causa opositora » en interés de cubrirse la espalda si los resultados del aspirante de su organización eran adversos. Y así ocurrió.
Los rastros de complicidad se perciben a leguas. Eso sí, articulados alrededor de la factibilidad de reducir el acelerador de potenciales procesables a cambio de garantizar disidencias con ribetes de facturas personales acumuladas, dándole categoría de inviable a entendimientos lógicos en la intención de reconquistar el control de la nómina pública.
Ahí se combina una dosis de ingenuidad con el instinto zorruno de exponentes de la vieja política, siempre aptos para encontrar los bajaderos terriblemente dañinos.
La gente no es boba. De insistir en ambientar insinuaciones a magistradas de probada independencia, se estructuran las bases de acuerdos indecorosos en capacidad de derribar el principal capital de la actual administración. No jueguen con la inteligencia de los ciudadanos.
Al final, el dinero de cubrirse deja al descubierto el régimen de entendimientos y el marcado interés de no diferenciarse en la práctica de lo que decíamos combatir en discurso.
Afortunadamente, la auditoría visual e intuición no es fácil engañar. Ya aquí no amarran perros con longaniza.
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