¿Por qué han fracasado las sanciones occidentales contra Rusia?

Sputnik

Las sanciones debían asestar un golpe rápido y devastador a la economía rusa, del que tardaría años en recuperarse. Sin embargo, para disgusto de los políticos occidentales, Rusia no solo ha superado la tormenta de las sanciones, sino que tiene el potencial de emerger incluso más fuerte que antes.

Durante un discurso en Polonia el año pasado, el presidente estadounidense, Joe Biden, se jactó de que las sanciones habían reducido el rublo ruso a «escombros» y predijo con certeza que la economía rusa iba «camino de reducirse a la mitad». El ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire, fue aún más lejos en su declaración, afirmando que Occidente provocaría el «colapso» económico de Rusia.

«Estamos librando una guerra económica y financiera total contra Rusia», declaró a una emisora francesa en marzo 2022. «El equilibrio de poder económico y financiero está totalmente a favor de la Unión Europea, que está en proceso de descubrir su propio poder económico», agregó.

A pesar de estas fuertes promesas, la economía rusa se contrajo apenas un 2,5% el año pasado, un descenso considerablemente menor que los experimentados durante la crisis financiera de 1998 (5,3%) y la gran recesión de 2008 (7,9%). En un informe publicado el mes pasado, el Fondo Monetario Internacional pronosticaba que el crecimiento económico ruso superaría al de Alemania y el Reino Unido tanto en 2023 como 2024.

Las sanciones tampoco han conseguido convertir a Rusia en un paria mundial. Un informe reciente de la Universidad de St. Gallen (Suiza) reveló que solo el 8,5% de las empresas europeas y del G7 había desinvertido en Rusia entre febrero y noviembre de 2022. Al mismo tiempo, la facturación comercial de Rusia con potencias económicas no occidentales como China, la India, Turquía e Indonesia se disparó.

A principios de este mes, el jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, se vio obligado a admitir que la estrategia de sanciones de Occidente no iba según lo previsto.

«Es cierto que la economía rusa no se ha hundido y que el PIB no es el previsto, y es cierto que el año pasado obtuvo unos ingresos extraordinariamente altos procedentes del petróleo y el gas», declaró durante un discurso en el pleno del Parlamento Europeo.

¿Cómo ha logrado Rusia superar un ataque de sanciones sin precedentes? Para responder a esa pregunta, Sputnik conversó con economistas y empresarios rusos de sectores que varían desde la agricultura a las tecnologías de la información. Nos indicaron que las sanciones occidentales estaban condenadas al fracaso desde el principio porque se basaban en una visión distorsionada de la economía rusa.

Subrayaron que aunque las sanciones indudablemente crearon desafíos económicos para Rusia a corto y medio plazo, también presentaron una poderosa oportunidad para reactivar la industria nacional y el potencial científico, así como para establecer nuevas asociaciones con economías asiáticas, de Oriente Medio, América Latina y África.

Una estrategia fallida

Durante las semanas y meses que siguieron al inicio de la operación militar de Rusia en Ucrania, EEUU y la UE aplicaron los paquetes de sanciones más amplios jamás vistos. Los gobiernos occidentales presionaron al sistema mundial de pagos SWIFT para que expulsara a varios de los mayores bancos rusos, prohibieron la entrada de barcos y aviones rusos en sus puertos y espacio aéreo, e impusieron controles a la exportación destinados a restringir el acceso de Rusia a diversas tecnologías avanzadas y componentes clave de producción.

Aunque esta ola de sanciones provocó inicialmente una caída de la moneda nacional rusa, el rublo, y un repunte de la inflación, el efecto de choque duró poco. En pocas semanas, el rublo recuperó todo el valor que tenía antes del conflicto e incluso lo incrementó.

Del mismo modo, la inflación alcanzó una tasa máxima del 17,8% en abril de 2022 y luego comenzó a descender de forma constante, llegando al 11,8% en enero de 2023 (una tasa inferior a la de muchos países de Europa Central y Oriental). En contra de las expectativas de muchos economistas occidentales, la tasa de desempleo de Rusia no solo no aumentó, sino que alcanzó un mínimo histórico postsoviético del 3,7% en diciembre de 2022.

A pesar de las nuevas restricciones financieras y logísticas impuestas a los exportadores rusos, los contactos comerciales con el exterior también se mantuvieron sólidos. El superávit por cuenta corriente de Rusia —que mide la diferencia entre las salidas y entradas de comercio de un país— alcanzó el año pasado la cifra récord de 227.400 millones de dólares, un 86% más que en 2021.

¿Por qué unas sanciones sin precedentes dieron resultados tan poco impresionantes? Jacques Sapir, economista de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, con sede en París, explicó a Sputnik que la razón principal era que se basaban en premisas falsas sobre el tamaño y la resistencia de la economía rusa. Gran parte del problema, explicó, era que los responsables políticos estadounidenses y europeos se fijaban en estadísticas equivocadas.

La principal métrica utilizada en Occidente para medir la economía rusa es el producto interior bruto (PIB) nominal, que se calcula simplemente convirtiendo su valor en rublos a dólares estadounidenses. Sapir argumentó que el PIB nominal subestima la fortaleza de la economía rusa porque no tiene en cuenta la paridad del poder adquisitivo (PPA), que ajusta las diferencias de costes entre países. Señaló que, mientras que el PIB nominal de Rusia era comparable al de España, su PIB basado en la PPA era aproximadamente del mismo nivel que el de Alemania.

Otro factor clave es que la economía rusa está mucho menos orientada a los servicios que sus homólogas occidentales. Sapir explicó que, aunque los servicios podían ser una importante fuente de crecimiento económico en tiempos de paz, inevitablemente quedaban relegados a un segundo plano frente a los sectores manufacturero y de materias primas en épocas de agitación geopolítica. Señaló que Rusia sigue manteniendo una base industrial considerable y es uno de los principales proveedores mundiales de gas natural, petróleo, metales de tierras raras y productos agrícolas.

«Rusia ocupa un lugar muy específico en los mercados mundiales y, por tanto, intentar aislar a este país conduciría inevitablemente a una catástrofe económica internacional», afirmó. «Como era de esperar, muchos países nunca aceptarían sumarse a los esfuerzos encaminados a aislar a Rusia porque necesitan comerciar con ella», añadió.

Sapir también afirmó que Occidente subestimó la capacidad de Rusia para encontrar proveedores alternativos para varios tipos de maquinaria y componentes clave utilizados en la producción. Señaló que aunque las importaciones rusas cayeron sustancialmente durante el segundo trimestre de 2022, repuntaron durante el tercer y cuarto trimestre. «Rusia importa ahora más o menos la misma cantidad de productos que importaba a finales de 2021», afirmó.

Esta recuperación relativamente rápida se debió a que Rusia reorientó sus flujos comerciales de Europa a Asia, especialmente China, explicó Sapir. Otro factor importante fue que las empresas rusas se habían vuelto bastante expertas en eludir las sanciones occidentales con la ayuda de sus homólogas en terceros países. Por ello, muchos productos europeos y estadounidenses siguen entrando en el mercado ruso.

El renacimiento de la industria

Las sanciones pueden convertirse en una bendición disfrazada para Rusia, de acuerdo con Konstantín Babkin, presidente de Rostselmash, uno de los mayores fabricantes rusos de maquinaria agrícola.

Décadas de integración económica con Occidente habían hecho que Rusia sacrificara parte del potencial industrial que heredó de la Unión Soviética, argumentaba Babkin. En lugar de fabricar aviones y camiones desde el inicio hasta el producto final, como hacía antes, Rusia empezó a importar esa compleja maquinaria de Occidente.

Las sanciones occidentales impuestas el año pasado han creado una necesidad urgente de que Rusia reconstruya su base industrial. Durante un discurso ante la Asamblea Federal, el presidente ruso, Vladímir Putin, declaró que Rusia necesitaba reorientar su economía, pasando de vender materias primas a Occidente a desarrollar sus propias tecnologías y equipos avanzados.

Babkin declaró a Sputnik que Rusia poseía todas las condiciones necesarias para apoyar una reactivación industrial: una inmensa riqueza en recursos naturales, vastas extensiones de tierra disponible, un mercado de 150 millones de personas y sólidas instituciones científicas capaces de formar a la próxima generación de innovadores.

Lo principal para hacer realidad el potencial económico de Rusia es un fuerte apoyo gubernamental a los fabricantes nacionales. Algunas de las medidas políticas que Babkin recomendó incluyen tipos de interés e impuestos más bajos, así como nuevos aranceles.

«Muchos países ya han alcanzado los límites físicos o espaciales de su desarrollo: ya no quedan mercados que conquistar, ni campos que sembrar, ni oportunidades de expansión. Por eso gran parte del mundo moderno está atravesando una crisis», afirmó. «Rusia es uno de los pocos países, quizá incluso el único, que tiene mucho margen para seguir desarrollándose. Podemos crecer muchas veces si confiamos en nuestros recursos, en nosotros mismos y en nuestra civilización», subrayó.

Algunas empresas rusas ya se están moviendo para ocupar los recién formados nichos en el mercado nacional. El pasado noviembre, el sector manufacturero ruso experimentó su mayor expansión en más de cinco años, de acuerdo con una encuesta empresarial de la firma de análisis financiero S&P Global. El aumento de la demanda interna fue el principal motor del incremento de la producción y el empleo.

Babkin señaló que después de que Occidente impusiera sanciones contra Rusia en 2014 por la reunificación de Crimea, la cuota de equipos agrícolas de fabricación rusa en el mercado nacional saltó del 25% al 65%. Sostuvo que la actual ronda de sanciones podría proporcionar un impulso similar para resucitar la producción rusa de aviones y automóviles.

«Hoy en día, la tarea prioritaria en la aviación civil es lanzar lo antes posible la producción en serie de aviones de pasajeros fabricados por completo en Rusia, sin ningún componente extranjero», declaró a Sputnik la Corporación Aérea Unida, empresa aeroespacial rusa que forma parte de la corporación estatal Rostec. La compañía explicó que la decisión de los gigantes occidentales Boeing y Airbus de abandonar el mercado ruso el año pasado obligó a los fabricantes nacionales no solo a aumentar la producción de aviones, sino también a empezar a fabricar sus propios motores y otros componentes clave.

Por su parte, la United Air Corporation tiene previsto fabricar 500 aviones de aquí a 2030 para ayudar a sustituir la actual flota de aviones extranjeros, que se irá retirando gradualmente. Uno de sus proyectos más prometedores es el MC-21, un avión de pasajeros de nueva generación que ya está en producción. La principal ventaja del MC-21 es su ala compuesta de última generación, que proporciona al avión una aerodinámica superior.

La soberanía tecnológica

Uno de los objetivos centrales de las sanciones occidentales es sofocar la innovación tecnológica rusa. Cuando Biden desveló el primer paquete de sanciones relacionadas con Ucrania el año pasado, prometió que EEUU y sus aliados socavarían la «capacidad de Rusia para competir en una economía de alta tecnología del siglo XXI».

El aspecto tecnológico de las sanciones no ha hecho más que cobrar importancia desde entonces. Aunque los políticos occidentales admiten ahora que las sanciones no han conseguido colapsar la economía rusa, siguen expresando su esperanza de que las restricciones tecnológicas frenen el progreso de Rusia a largo plazo.

Muchos científicos y empresarios rusos cuestionan esta hipótesis. Por ejemplo, Evgueni Nikolaev es director de proyectos en Health Test, una empresa rusa que trabaja en el desarrollo de un programa de aprendizaje automático que ayudará a los médicos a diagnosticar la enfermedad de Alzheimer en pacientes durante las primeras fases de su desarrollo.

Esta tecnología, que no tiene análogos extranjeros, se está sometiendo actualmente a pruebas clínicas en un hospital de Moscú, tras lo cual se distribuirá a otras instituciones médicas de la capital rusa.

Nikolaev afirmó que las sanciones occidentales no han tenido ningún impacto significativo en el desarrollo del proyecto, señalando que todos los «reactivos y consumibles necesarios podrían sustituirse por otros nacionales u obtenerse mediante importación paralela».

Al mismo tiempo, subrayó que los científicos rusos no necesitaban patrocinios extranjeros para realizar avances. Señaló que instituciones gubernamentales como el Departamento de Sanidad de Moscú y el Clúster de Innovación de Moscú estaban ofreciendo al proyecto un importante apoyo en términos de desarrollo de productos y aplicación práctica.

Un argumento similar planteó Valentín Makárov, el presidente de la Asociación Rusa de Desarrolladores de Software (RUSSOFT). Según declaró a Sputnik, Rusia cuenta con dos ventajas para seguir innovando a pesar de las sanciones occidentales.

La primera es la sólida formación científica de Rusia, cuyo legado de excelencia se remonta a la época zarista. Además, Makárov argumentó que Rusia estaba bien posicionada para crear nuevas asociaciones tecnológicas con economías no occidentales como China y la India. Irónicamente, las sanciones han brindado a los sistemas de software y ciberseguridad rusos la oportunidad de demostrar su resistencia ante una presión externa sin precedentes.

«Tras el inicio de la operación militar especial, asistimos a un aumento múltiple de los ciberataques contra los sistemas rusos, a la prohibición del uso de software extranjero y a la finalización de las licencias de soporte de este software», afirmó. «A pesar de todo lo ocurrido, los sistemas rusos siguieron funcionando como antes. Resultó que las gigantescas corporaciones estadounidenses, que dominan las tecnologías de la información mundiales, no pueden destruir el funcionamiento de estos sistemas rusos. Esto demostró a todo el mundo que Rusia tiene capacidad de soberanía tecnológica», agregó.

De acuerdo con Makárov, el mundo está al borde de un nuevo orden tecnológico, centrado en la inteligencia artificial y los sistemas ciberfísicos. En lugar de seguir siendo un socio menor en el ecosistema tecnológico liderado por Occidente, Rusia necesitaba tomar la iniciativa y desarrollar sus propios proyectos ambiciosos y revolucionarios en coordinación con sus aliados.

Una idea prometedora, según Makárov, es que Rusia encabece la creación de un nuevo sistema euroasiático de pagos financieros digitales. Tal iniciativa no solo facilitaría un mayor comercio regional, sino que también protegería a sus miembros de las sanciones occidentales y otras formas de presión económica.

«No podemos convertirnos en líderes del nuevo orden tecnológico si seguimos vendiendo petróleo y gas al mercado mundial y luego utilizamos esos beneficios para comprar sistemas tecnológicos desarrollados por otros países», afirmó.

«Si no nos centramos en desarrollar nuestros propios sistemas, en cooperación con socios de países amigos, por supuesto, eso significa que volveremos a depender de otro. Rusia cuenta con un enorme número de especialistas capaces de crear nuevas tecnologías que cambiarán el mundo, así que debemos aprovecharlo», concluyó.


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