Hunter, el hijo problemático de Biden

(AFP) Negocios turbios, drogas y mujeres. Hunter Biden ha vivido una vida turbulenta bajo dos sombras: la de su padre, el presidente Joe Biden, quien siempre lo ha apoyado, y la de su hermano mayor Beau, fallecido de cáncer en 2015.

Los esfuerzos de Hunter Biden, de 53 años, por dejar atrás su escabroso pasado sufrieron un revés este viernes cuando el secretario estadounidense de Justicia, Merrick Garland, nombró a un fiscal especial para investigar sus asuntos.

Sus problemas personales y legales lo convierten en blanco de los republicanos, adversarios políticos de su padre, sobre todo ahora que el presidente se presenta a su reelección en los comicios de 2024.

Los republicanos en el Congreso han lanzado múltiples investigaciones sobre los negocios que Hunter Biden hizo con China y Ucrania cuando su padre era el vicepresidente de Barack Obama (2009-2017).

Hunter Biden alcanzó un acuerdo de culpabilidad con el Departamento de Justicia para evitar la cárcel por cargos de evasión fiscal y posesión ilegal de un arma de fuego, pero el trato quedó en nada por la oposición de una jueza. Este viernes, además, Garland ascendió a fiscal especial a la persona que investigaba los casos.

Hay quienes ven a Hunter como la oveja negra de la familia, pero su padre nunca le ha dado la espalda.

«Mi hijo no ha hecho nada malo. Confío en él. Tengo fe en él», dijo Joe Biden recientemente cuando los congresistas republicanos abrieron una nueva investigación.

– Alcohol y crack –

Hunter se graduó en la facultad de derecho de Yale y alternó trabajos en el gobierno o la banca antes de aterrizar en un fondo de inversión controlado por una familia y en su propia consultoría de negocios internacionales a finales de la década de 2000.

Pero su vida se vio empañada por las adicciones al alcohol y el crack, aliviadas con períodos de rehabilitación.

Hunter las vincula al accidente de tráfico en el que murió su madre y su hermana cuando él tenía tres años. Él tuvo que ser hospitalizado con una fractura craneal.

También vivió a la sombra de su hermano Beau, quien tuvo una carrera militar brillante y se dedicó a la política antes de sufrir un cáncer cerebral en 2015.

Joe Biden suele hablar públicamente de la muerte de su hijo mayor, en quien veía a un posible futuro presidente.

Pocas veces mencionaba a Hunter, quien escribió en sus memorias que después de la muerte de Beau consumió más drogas.

Tocó fondo cuando su padre dejó de ser vicepresidente en 2017. Su matrimonio se rompió y perdió la custodia de sus tres hijas.

Vivió una aventura sentimental con su cuñada, la viuda de Beau, tuvo a una hija con una mujer de Arkansas que lo demandó para que pagara la manutención y finalmente sufrió el escarnio de ver publicados los correos electrónicos y fotos comprometedoras de su ordenador portátil.

El Departamento de Justicia lo investigó por los millones de dólares que ganó con sus inversiones en el extranjero.

Pero Joe Biden siempre ha salido en defensa de su hijo, como durante la carrera presidencial de 2020, cuando Trump sacó a relucir el uso de drogas y los negocios de Hunter durante un debate.

«Mi hijo, como mucha gente (…) tenía un problema con las drogas», dijo el presidente en la televisión.

«Lo superó, lo arregló, trabajó en ello. Y estoy orgulloso de él. Estoy orgulloso de mi hijo», aseguró.

– «Nunca me juzgó» –

En sus memorias de 2020, Hunter Biden relató sus días bebiendo vodka, deambulando por barrios sórdidos por la noche en busca de crack y sus múltiples intentos fallidos de rehabilitarse.

Contó que en 2019 salió adelante gracias a la intervención de su padre y de su segunda esposa, Melissa.

Lo único que le ayudó, escribió, fue el amor incondicional de su padre.

«Él nunca me abandonó, nunca me rechazó, nunca me juzgó, sin importar lo mal que se pusieran las cosas», escribió Hunter.

Hoy Hunter asegura haber dejado todo eso atrás. Tuvo un hijo con Melissa, a quien llamó Beau, y comenzó a pintar, aunque esto último también ha generado polémica debido a los cientos de miles de dólares que han pagado coleccionistas no identificados por sus cuadros.

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