El fracaso de la contraofensiva de Ucrania

Por Pablo Jofré Leal

Durante los últimos tres meses la propaganda occidental, abundante y con recurso ilimitados ha inundado los medios televisivos, radiales, gráficos, las redes sociales del planeta, para sostener que el régimen de Kiev avanza a paso decidido y con resultados positivos, en su contraofensiva contra el ejército de la federación rusa.

Esta narrativa no sólo es un fiasco, sino que simplemente es la muestra de la impotencia de Washington, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el propio régimen de Kiev de no poder ocultar que su mentada contraofensiva, destinada a hacerse de las ciudades que están bajo protección del ejército ruso y las milicias populares del Donbás en la zona oriental de Ucrania.

A pesar del enorme suministro de armas, apoyo logístico, asesoría militar a Ucrania y su gobierno, por parte de Estados Unidos y Europa, que sobrepasan ya los 200 mil millones de dólares, esta coalición en guerra contra Rusia no puede mostrar ningún elemento positivo en resultados estratégicos, ocupación de territorios, que permitan sostener que algo de lo planeado se va a cumplir.

Tengamos presente que la operación militar rusa en Ucrania tiene objetivos claramente señalados respecto a desnazificar y desmilitarizar Ucrania, proteger a la población del este de Ucrania —del Donbás— para que no continúe su exterminio, que se extiende por casi una década, así como prevenir el riesgo para la seguridad rusa, que representa el avance de la OTAN hacia su frontera occidental

El ejército ucraniano, sus batallones nazis Dnipro y Azov, junto a los mercenarios contratados, han sufrido enormes bajas tanto en efectivos militares: muertos y heridos, junto a las monumentales pérdidas materiales propias y aquellas entregadas por Washington y la OTAN: tanques, sistema de misiles, almacenes militares, drones, sistemas de artillería, blindados, vehículos de transporte, aviones y helicópteros entre otros.

Recordemos que esta denominada contraofensiva se inició el día 4 d junio pasado en las direcciones de ataque en el sur de Donetsk, Zaporozhie y Artiómovsk (1) En sus afanes, la pérdida diaria de efectivos, informado por el ministerio de defensa ruso, tiene una media de 300 militares, que desangran a un ejército que debe sumar a mercenarios y apoyarse incluso en efectivos occidentales situados, fundamentalmente, detrás de las líneas de ataque. Artiómovsk fue uno de ellos sitios donde el desangramiento ucraniano fue monumental (2)

El pasado mes de julio, medios de comunicación europeos, como es el caso de Euronews daban a conocer —citando a un diario estadounidense que “El Ejército ucraniano ha perdido cerca del 20 % de su armamento y vehículos, incluidos los extranjeros, durante los primeros días de la contraofensiva. Así lo sostiene el New York Times citando a “funcionarios europeos y estadounidenses” y son precisamente estas fuertes pérdidas las que habrían obligado a Kiev a frenar dicha contraofensiva y a replantearse su estrategia” (3) El propio New York Times afirmaba en un artículo sobre el frente de guerra que “la batalla por Neskuchne —uno de los poblados mostrados por occidente como éxito de la contraofensiva— sirvió como una advertencia temprana de que las esperanzas de Kiev y los aliados occidentales de una victoria rápida no eran realistas y que cada kilómetro de avance sería un enfrentamiento agotador” (4)

Los mitos sobre “victorias pasadas” dadas a conocer por Kiev y las empresas de relaciones contratadas para generar un clima positivo y los medios de comunicación occidentales, alineados 100 % con la postura de Washington y la OTAN, ya no ayudan al régimen kievita. El análisis militar más fino, incluso en editoriales y artículos escritos en esos medios pro Otanistas comprenden perfectamente que la toma de algunas zonas pequeñas de las regiones de Járkov y Jersón estaban claramente vinculadas a un repliegue táctico, previsto y metódico de las tropas del ejército ruso, para realizar labores de reagrupación en zonas más favorables y así alcanzar líneas de batalla más ventajosas. Tal fue la decisión, por ejemplo, de salir de la orilla occidental del Dniéper y alcanzar su orilla oriental.

A contrapelo de la mayoría de las opiniones pro-régimen de Ucrania, en materia del análisis de la estrategia militar llevada a cabo por Rusia, este país y su ejército está cumpliendo cabalmente sus objetivos: defender el Donbás afianzando las líneas defensivas que cubran desde Lugansk hasta la zona de Jersón, que le permite a su vez proteger a Crimea y al mismo tiempo golpear los objetivos de la infraestructura crítica ucraniana.

Tal estrategia permite generar a Kiev una pérdida de sus vías de abastecimiento, golpear a sus agrupaciones militares incluyendo a los almacenes militares donde se concentran las armas entregadas a Ucrania por la OTAN, combustibles y logística en general. Rusia nunca planteó el dominio del conjunto del territorio ucraniano, sino su desnazificación, desmontar su aparato militar, defender a la población del Donbás y generar un tapón a los intentos de generar dificultades en territorio ruso. De ahí la desesperación kievita y sus socios por atacar objetivos en territorio ruso, incluyendo objetivos civiles, que bajo la narrativa occidental son legítimos.

Desde Ucrania campea el llamado a la caridad internacional, que no se traduce en beneficio a la población, sino que más armas, dinero, mercenarios. Incrementando con ello las críticas desde los propios avales de esta guerra, que consideran los niveles de corrupción del régimen kievita uno de los elementos que explica también el fracaso que están teniendo en esta guerra.

Además, claro está la propia inoperancia de las fuerzas ucranianas. Las autoridades de Kiev tratan con toda su fuerza de levantar el ánimo de un ejército y una población que bien sabe no tiene chance alguna de ganar esta guerra y que sí o sí deberá negociar la paz – cuando se lo autoricen sus padrinos belicistas.  Mientras este debe ser el camino, el consejero de la oficina del mandatario ucraniano, Mikhail Podoliyak ha anunciado nuevamente, que las fuerzas armadas ucranianas someterán a Crimea a su control en el verano de este año – promesa que no se ve posible a pesar de sus ataques a petroleros, al puente sobre el estrecho de Kerch y toda su propaganda.

Una declaración que no revertirá la decisión soberana de los habitantes de Crimea en el referéndum sobre el estatus político de esta república autónoma y la ciudad de Sebastopol el 16 de marzo​ de 2014, que definió su adhesión a la federación rusa. Difícil camino para una Ucrania que día a día, no sólo pierde efectivos militares, sino también la confianza de sus avales, que ven como se desangran sus arcas y llenan los bolsillos de una casta político militar ucraniana, que se frota las manos frente al maná de dinero que han logrado reunir.


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