Por Renato R. González Disla
En su libro “El Fin del Trabajo” (1990), el famoso autor Jeremy Rifkin advirtió que la tecnología reduciría la necesidad de mano de obra humana, reemplazando tanto trabajadores manuales como empleados de oficina. Predijo una era poscapitalista con mayor productividad, pero menor participación humana, lo que podría aumentar la desigualdad. Mientras una minoría calificada se beneficiaría de la economía digital, la mayoría enfrentaría desempleo o subempleo, generando tensiones sociales y económicas significativas.
La IA y el trabajo cognitivo
Revisando la historia, en ninguna de las tres revoluciones anteriores, el pronóstico de Rifkin o “falacia ludista”, sobre desempleo permanente, se cumplió. Estos períodos mostraron ciclos de caída y recuperación económica. En la tercera revolución, la automatización reemplazó en gran medida el trabajo físico, marcando el inicio de la era digital, creando nuevas industrias y empleos, respaldando la teoría de la “destrucción creativa” de Schumpeter. La fuerza laboral pasó a estar dominada por trabajadores del conocimiento, al decir de Peter Drucker, como ingenieros, tecnólogos, analistas financieros y trabajadores de servicios, destacando el rol del ser humano como gestor de información en una economía más compleja y globalizada.
Pero el carácter disruptivo de la 4ta. Revolución Industrial en que estamos encarna una nueva modalidad nunca vista en las revoluciones industriales anteriores: “El reemplazo de puestos de trabajo cognitivos por inteligencia artificial, que pone en riesgo los trabajadores del conocimiento de la economía digital”. Luego, surge la pregunta, ¿es esta vez realmente diferente y se producirá el fin del trabajo tal como lo conocemos? Este tema ha creado una gran controversia entre sus estudiosos.
La IA y transformación laboral
La Era de la IA está transformando el empleo, desplazando a trabajadores más rápidamente que en revoluciones anteriores debido a la automatización de tareas complejas cognitivas. Aunque surgen nuevos empleos en sectores emergentes, estos roles requieren habilidades especializadas, lo que dificulta la integración de la población desplazada. La rápida escalabilidad y adopción del software inteligente, como la IA generativa, amplifica esta brecha entre desplazamiento y creación de empleos, aumentando el riesgo de desigualdades estructurales. Las políticas públicas enfocadas en la capacitación y la reconversión laboral serán esenciales para enfrentar este desafío.
Sectores económicos de impacto
El impacto de la IA en los sectores económicos varía según sus características laborales. Sectores con tareas repetitivas, como manufactura y transporte, enfrentarán alto desplazamiento laboral, mientras que salud, educación y tecnología, basados en tareas complejas e interacción humana, ven creación de empleos avanzados. Áreas emergentes transversales como ciencia de datos, desarrollo de IA, ingeniería de prompts y energía inteligente generan empleo en sectores específicos, pero requieren habilidades técnicas avanzadas y períodos de capacitación de uno a tres años para la integración laboral.
La paradoja de la productividad
La conexión entre producción y consumo, fundamental en el capitalismo tradicional, se ve amenazada por el impacto de IA, que puede aumentar drásticamente la productividad y reducir los costos de producción. Sin embargo, si el empleo se reduce masivamente, esta productividad no se traduce en una demanda suficiente, ya que los trabajadores, sin ingresos, no pueden consumir. Aunque la IA podría generar una “economía de la abundancia”, este beneficio dependerá de una redistribución equitativa de la riqueza generada. De lo contrario, la concentración de riqueza en pocas manos podría provocar una baja demanda agregada, desencadenando un círculo vicioso de deflación, menor inversión y estancamiento económico.
Escenarios de largo plazo
En la Era de la IA se perfilan tres escenarios de transformación laboral a largo plazo. El primero se denomina colaboración equilibrada, donde las políticas redistributivas permitirán una simbiosis entre humanos y máquinas, liberando tiempo para actividades de ocio, es decir, bajo desempleo y disminución de la jornada laboral. Un segundo escenario es el de desigualdad extrema, la “singularidad económica” de la IA, según Calum Chace, producirá una alta concentración de riqueza en pocas manos, provocando desempleo masivo y tensión social, exigiendo medidas como la renta básica universal (RBU). Finalmente, en el escenario disruptivo de renacimiento laboral, la IA impulsa el surgimiento de nuevos sectores económicos muchos aún desconocidos, transformando el panorama laboral similar a las revoluciones industriales previas.
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