Por Renzo Delgado
Los jeroglíficos desarrollados alrededor del año 4000 de la era anterior a Cristo fueron un producto cultural para que el mundo de entonces se educara a través de ellos y, a la vez, para que hicieran uso de los símbolos para comunicarse. Los países que fueron invadidos en ese entonces asimilaron esa cultura y cuando el asedio a sus respectivos países terminó ellos se colocaron en una categoría superior a ser esclavos.
Moisés escribió el Pentateuco 2000 años A. C. y fue el inicio de la civilización judía, el reino de Java. Lo que hoy es Grecia también asimiló esa forma de comunicación egipcia. Sin embargo, dos ejemplares ciudadanos de Grecia y de Israel no escribieron. Lo hicieron sus discípulos: uno, en el caso de Jesús, y dos, los que aprendieron en el espacio que enseñaba Sócrates. Sus muertes dejaron la estela del deber cumplido. A Sócrates le conocieron como un instigador porque enseñaba a la juventud, Jesús anunciaba un Reino que no era de este mundo.
La enseñanza es el único medio para elevar al ser humano desde la pobreza a una posición digna en la sociedad, cualquiera que esta sea. La enseñanza de hoy, contrario al discente de los educadores mencionados, no le abre los ojos al ser humano, no le dice que en esta nación, Republica Dominicana, la juventud se disgrega en sueldos cebolla. El trabajo se reduce al servicio y no a la producción de bienes, a la transformación de materia prima. Queremos hacer creer, con ruedas de prensa, que el pasado es peor en materia educativa. Aquí me circunscribo no a lo político partidista.
La educación, la verdadera educación, liberta, hace libre mirando con criticidad a aquéllos que han usado los recursos, sobre todos educativos, que siguen tan campante como la bebida aquélla.
Lo que puede hacer la educación por nuestros jóvenes es extraordinario. Ya es hora que la población joven sea impactada por los recursos del Estado que se esfuman y dilapidan tan entusiastamente. Es hora ya de que la guagua deje de ir en reversa; Juan Luis Guerra sí supo decirlo: apaga y vámonos, siempre lo mismo. No dejemos que la mediocridad siga ganando terreno. Potenciemos a la juventud, porque si no lo mismo que ha pasado en estos últimos 24 años ocurrirá: convertir a los jóvenes en Ni- Nis.
Cualquier sistema educativo debe fundamentarse en una estructura filosófica que lo proyecte en el tiempo, y que los aterrice, logrando conseguir la zapata para que perdure y se cumpla lo propuesto como objetivo: elevar al ciudadano hasta llevarlo a la transformación de sí mismo y que sea el sujeto que transforme su entorno transformándose.
Es el momento de visionar la filosofía de la educación como materia en sí y la filosofía como ciencia, desde donde se puede hacer la diferencia en materia educativa en nuestro país.
La criticidad, la reflexión de por qué, para qué, cómo y cuáles contenidos se enseña, qué paradigmas intraeducativos, cuáles valores tendrá el perfil educativo del egresado del sistema básico, preuniversitario y superior. Es ahí donde los actores del proceso tienen que enfocarse: En el propósito de hacer un mejor país formando mejores ciudadanos.
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