Ojala Trump pierda las elecciones

Rafael Chaljub Mejìa

Ojalá Donald Trump pierda las próximas elecciones de noviembre. Le conviene al mundo, a la causa de la paz y a la humanidad que no ha vuelto a respirar tranquila desde que ese señor, impetuoso y sin equilibrio, se instaló en la Casa Blanca.

Pareció al principio que se llevaría bien con la Rusia de Putin y a poco andar ya estaba provocándola, se involucró en una guerra comercial, por ahora, con China, hizo retroceder el deshielo de las relaciones con Cuba, que en un gesto de realismo y de valor, el presidente Obama había restablecido; mató alevosamente, como quien mata un pollo, y en territorio iraquí, al líder militar de Irán; mantiene a Venezuela bajo amenaza de desatarle una guerra de agresión, en la que, inevitablemente, tendrán que involucrarse Colombia, que juega el papel del Israel de Suramérica, y el Brasil militarista de Bolsonaro. Sería la balcanización de Suramérica.

Dicen las encuestas que Joe Biden le lleva la delantera a Trump y aunque nadie vaya a hacerse ilusiones, Trump ha creado una tensión tan grande que algún alivio tendrá que propiciar el señor Biden.

Los norteamericanos suelen propiciar ese juego de que detrás de un período de la política del gran garrote, entre en escena alguien que relaje la tensión. Después de los ocho años de Eisenhower, que era un militar de línea dura, vino Kennedy con su zanahoria de la Alianza Para el Progreso, le sucedieron Johnson, Nixon, Ford, y a esa larga etapa de abierto guerrerismo, le sucedió el paliativo de los derechos humanos de Carter. Y así, sucesivamente, hasta que Obama fue reemplazado por Trump.

Ahora, la salida de Trump es previsible y ojalá se produzca. También por la Republica Dominicana que, una vez más, pretende ser usada como instrumento de los planes imperialistas de Trump, especialmente contra Venezuela libre y soberana. Y en eso Mike Pompeo hace el papel de un procónsul, que llama al presidente dominicano, para sermonearlo y bajarle raya sin que un gesto de dignidad nacional le corte la llamada. Ahora lo vimos en la ceremonia de transmisión de mando, que ni siquiera el protocolo del traje blanco respetó.

Son cosas de esta época de Trump, que deberá terminar dentro de poco, y esperemos que el gobierno dominicano no se deje utilizar y se pelee con otros pueblos por servirle a causas que bajo ningún concepto son las nuestras.

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