Por Juan TH
El presidente Luís Abinader debe tener la cabeza muy grande por el estrés de estos días a propósito de los cambios en la administración pública que producirá, ¡pronto!, según sus propias palabras ante una pregunta en la conferencia de prensa que realiza todos los lunes en el Palacio Nacional, denominada La Semanal.
¡Pronto! El 16 de agosto próximo, se producirá la toma de posesión de las nuevas autoridades, congresuales y presidenciales, según ordena la Constitución. Pero como no se trata de un nuevo presidente y vicepresidenta, los cambios pueden producirse en cualquier momento, cuando el presidente reelecto, lo decida. Hoy, mañana, la semana próxima, dentro de quince días, etc. Incluso puede juramentarse junto a doña Raquel Peña, la vice, sin destituir ni nombrar a nadie, lo cual no puede suceder con los diputados y senadores. La Asamblea nacional, reunión de los legisladores de ambas cámaras, tiene que producirse el día establecido por la ley.
Pero el presidente ya dijo que ¡pronto!, remozará el gabinete y las posiciones dirigenciales de las demás instituciones del Estado, generando muchas expectativas y nerviosismo. ¿A quiénes sustituirán, a quienes nombrarán? ¿Quiénes serán los agraciados? Nadie lo sabe, solo el presidente. que, por demás, no puede desarticular al gobierno. En el gabinete hay funcionarios, que, por su eficiencia y buen desempeño, no pueden o no deben, ser sustituidos o cancelados.
Digo que el presidente debe estar pasando por momentos de mucha tensión, porque no creo que haya “sombreros para tantas cabezas”; es decir, no hay cargos para tantos aspirantes a recibir un decreto presidencial. Más de veinte partidos participaron aliados aportándole porco más del 9% al triunfo del Partido Revolucionario Moderno y al presidente Luís Abinader, sin los cuales no habría ganado en primera vuelta.
Quiere decir, que todos, de un modo o de otro, pusieron su “grano” o “granito” de arena para la victoria en primera vuelta. Las alianzas no son patrióticas, ni se hacen “por amor al arte”, es por dinero, por adquirir los beneficios que producen los cargos públicos.
Pero, además, en el PRM hay mucha gente sentada en el banco, esperando ser llamada para jugar una posición importante en el tren gubernamental. Y no sólo eso, amigos, los que actualmente ocupan un ministerio o una dirección general, aspiran a ser ascendidos o removidos. Muchos no quieren seguir donde están; otros consideran que merecen un ascenso. Nadie está conforme con lo que tiene. La naturaleza humana es así.
En todos los casos la última palabra la tiene el presidente Abinader. Esa facultad se la otorga la Constitución. Nadie más. ¡Él pone, y quita! Jefe de la administración pública. Comandante supremo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Según mi punto de vista, el Estado es demasiado grande. Es necesario reducirlo, con menos alcaldes, menos senadores y diputados, menos partidos políticos, menos “profesionales de la política”, oportunistas y trepadores, menos funcionarios, incluso menos empleados estatales, etc.
El presidente Abinader está, pues, ante una disyuntiva compleja y difícil, queriendo hacer lo que las circunstancias parecen no permitirle, con tantos buitres de la política esperando un nombramiento. Por eso digo que el mandatario debe estar muy presionado en estos días.
¡Pronto! hay que hacer los cambios, no sólo en el gobierno; también hay que hacer, ¡pronto!, la reforma constitucional, como ¡pronto! Hay que producir la reforma fiscal. ¡Pronto! Hay que hacerlo ahora. ¡Ya!
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