EE.UU. ha tomado la decisión este jueves de abandonar la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Asimismo indica que la decisión de abandonar esa agencia se debe a una deuda a las contribuciones de los países miembros de la UNESCO, la necesidad de reformar de la organización y el ambiente antiisraelí presente en el organismo.
EE UU basa su decisión de retirarse de la organización (a la que aporta un 25% de su presupuesto) en que la Unesco se ha convertido en un foro de propaganda antinorteamericana, en la mala gestión de sus recursos, el exceso de aparato burocrático y la deficiente selección de los programas de acción.
Sin constituir una sorpresa propiamente dicha (ya que Washington lanzó un preaviso hace un año y no ha ocurrido nada que hiciera pensar en un cambio de opinión) la noticia supone el golpe de gracia para las esperanzas de quienes confíaban todavía en que, a última hora, la Administración norteamericana renunciaría a poner en práctica su amenaza.
El Reino Unido, que aporta el 5% de los gastos presupuestarios, se ha sumado a la decisión norteamericana y ha anunciado su retirada para dentro de un año.