Por Jeffrey D. Sachs*
La política exterior de Estados Unidos está basada en una contradicción inherente y en un defecto mayor. El objetivo de esta política internacional es la dominación mundial por parte de Washington, en la que Estados Unidos escribe las reglas del comercio global y las finanzas, controla las tecnologías más avanzadas, mantiene la supremacía militar y subyuga a todos sus potenciales competidores. A menos que la política exterior estadunidense cambie de una manera que reconozca la necesidad de un mundo multipolar, sólo llevará a más guerras y posiblemente a la tercera guerra mundial.
La contradicción inherente de la diplomacia de Estados Unidos es que está en conflicto con la Carta de Naciones Unidas, que compromete a esa nación (y a todos los demás miembros de la ONU) a un sistema basado en las instituciones de la organización que estipula que ningún país es dominante sobre los demás. El defecto fatal es que Estados Unidos equivale a sólo 4 por ciento de la población mundial y carece de las capacidades económicas, financieras, militares y tecnológicas para dominar al otro 96 por ciento; por no mencionar que esa intención no se justifica con ningún argumento ético o legal
El presidente francés, Emmanuel Macron, habló con la verdad recientemente al señalar que la Unión Europea, si bien es un aliado de Estados Unidos, no quiere ser su vasallo. Fue ampliamente atacado en Estados Unidos y Europa por hacer esa declaración, porque muchos políticos mediocres en el viejo continente dependen del respaldo político de Washington para mantenerse en el poder.
En 2015, el embajador estadunidense en India, Robert Blackwill, un importante estratega de la política exterior de su país, describió la gran estrategia de Washington con excepcional claridad. Escribió: “Desde su fundación, Estados Unidos ha perseguido de manera consistente una gran estrategia enfocada a obtener y mantener un poderío preminente sobre varios rivales, primero en el continente norteamericano, después en el hemisferio occidental, y finalmente, en todo el mundo”. Argumentó que “preservar la supremacía de Estados Unidos en el sistema global debe permanecer como el objetivo central de la gran estrategia estadunidense durante el siglo XXI”.
Para sostener esa supremacía de Estados Unidos ante China, Blackwill presentó un plan de acción que el presidente Joe Biden está siguiendo. Entre otras medidas, Blackwill llamó a su país a crear “nuevos acuerdos preferenciales de comercio entre amigos y aliados de Estados Unidos que incrementen las ganancias mutuas mediante instrumentos que conscientemente excluyan a China”, “un régimen de control tecnológico” que sirva para bloquear las capacidades estratégicas chinas, el incremento de “capacidades de poderío político de nuestros amigos y aliados en la periferia de China”, así como reforzar a las fuerzas militares estadunidenses a lo largo de islas y archipiélagos, pese a la oposición de Pekín.
La mayoría de los políticos de Estados Unidos y muchos en Gran Bretaña, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda respaldan el enfoque agresivo de Estados Unidos. Yo no. Yo veo esta estrategia como contraria a la Carta de Naciones Unidas y a la paz.
China tiene derecho a la prosperidad y a la seguridad nacional, libre de las provocaciones de Estados Unidos alrededor de sus fronteras. El gigante asiático tiene notables logros económicos desde finales de la década de los 70, tanto para los chinos como para el mundo.
Durante el largo siglo que transcurrió entre 1839 y 1949, China vivió un periodo de pobreza extrema marcado por las invasiones a su territorio de europeos y japoneses, y por las guerras civiles chinas. Gran Bretaña la invadió en 1839 para obligar a China a comprar el adictivo opio inglés. Otras potencias se fueron apilando sobre el país durante todo el siglo. China finalmente se ha recuperado de ese desastroso periodo y en ese proceso ¡acabó con la pobreza de cerca de mil millones de personas!
La nueva prosperidad china puede ser al mismo tiempo pacífica y productiva para el resto del mundo. Sus exitosas tecnologías –que van desde curas vitales para la malaria hasta energía solar barata y redes 5G eficientes– pueden ser un boom mundial.
China sólo será una amenaza en la medida en que Estados Unidos la convierta en el enemigo. La hostilidad estadunidense, que se mezcla con el arrogante objetivo de dominación de Washington y el añejo racismo antichino que data del siglo XIX, está creando un enemigo.
Los peligros de la política exterior de Estados Unidos se extienden más allá de China. El objetivo de expandir a la Organización del Tratado del Atlántico Norte para incluir a Ucrania y Georgia, y de esta forma rodear a Rusia desde el mar Negro, contribuyó a atizar la guerra en Ucrania.
Innumerables naciones ven cómo el peligro se aproxima. Estados muy grandes como Brasil e India, entre muchos otros, quieren un mundo multipolar. Todos los países miembros de la ONU deben renovar el compromiso con la Carta de Naciones Unidas y oponerse a los reclamos de dominación de cualquier país.
* Profesor y director del Centro de Desarrollo sostenible en la Universidad de Columbia y presidente de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. www.jeffsachs.org.
Traducción: Gabriela Fonseca, publicado en La Jornada
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