La investigación médica busca en los fondos marinos las moléculas del futuro

(AFP) Científicos buscan en los microbios de sedimentos marinos, en bacterias que viven en simbiosis con un molusco u ocultas en las secreciones de una esponja las moléculas capaces de conducirlos a un tratamiento revolucionario contra el cáncer o a fabricar un nuevo antibiótico.

Las muestras que se recogen en el fondo de los océanos consisten a veces simplemente en una pequeña cantidad de barro colocado en un tubo, pero la falta de presupuesto y el escaso apoyo de los laboratorios obligan a los científicos a depender de expediciones externas o de mucha imaginación para llegar a ellas.

Es solo el primer paso. Cuando una molécula revela finalmente sus beneficios — por ejemplo para la enfermedad del Alzheimer o la epilepsia — aún se necesitan décadas y cientos de millones de dólares para transformarla en medicamento.

Las negociaciones actuales de Naciones Unidas sobre un tratado para proteger la altamar han colocado estas investigaciones bajo los focos de los proyectores.

La última sesión de negociaciones concluye este viernes y busca llegar a un acuerdo sobre las zonas marinas protegidas.

Los Estados se disputan el reparto de los beneficios de los recursos genéticos marinos, como los que se usan en medicamentos, bioplásticos o aditivos alimentarios, explica Daniel Kachelriess, colíder de las negociaciones para la High Seas Alliance, una coalición de oenegés.

Sin embargo, solo una pequeña cantidad de productos procedentes de recursos genéticos marinos llegan al mercado. En 2019, apenas fueron siete, enfatiza Kachelriess.

Los posibles derechos de licencia se estiman entre 10 y 30 millones de dólares al año. Probablemente quede mucho más por descubrir en la diversidad biológica de los océanos.

– Lucha contra el cáncer –

«Cuanto más buscamos, más encontramos», afirma Marcel Jaspars, de la Universidad de Aberdeen (Escocia).

En 1928, el científico Alexander Fleming descubrió un moho que producía una sustancia y mataba a las bacterias, la penicilina. Desde entonces, los científicos no han dejado de encontrar moléculas curativas en plantas, animales, insectos y microbios. Todos en la superficie terrestre.

«La gran mayoría de los antibióticos y de los medicamentos contra el cáncer proceden de fuentes naturales», recuerda William Fenical, profesor en el Instituto de oceanografía Scripps, en California.

Este pionero de 81 años empezó a investigar las moléculas marinas en 1973, en una época llena de escepticismo sobre la posibilidad de encontrar productos valiosos en el fondo del mar.

Pero en los años 1980 encontró con su equipo un coral blando en las islas Bahamas. El animal producía una molécula antiinflamatoria que después se usaría en los productos cosméticos de la marca Estée Lauder.

En 1991, también en Bahamas, los investigadores identificaron una bacteria desconocida, la Salinispora.

La bacteria ha dado lugar a dos medicamentos contra el cáncer, que están actualmente en la fase final de ensayos clínicos.

– Ascidias –

Carmen Cuevas Marchante, responsable de investigación de PharmaMar, una empresa española de biotecnología, está acostumbrada a este largo proceso.

Para elaborar su primer medicamento, la farmacéutica tuvo que recoger primero 300 toneladas de ascidias bulbosas, una especie de invertebrado cilíndrico que se aferra a las rocas o debajo de los barcos.

«Nos hizo falta una tonelada para aislar menos de un gramo» de molécula necesaria para los ensayos, declaró Cuevas Marchante a la AFP. Con eso, la empresa logró crear tres medicamentos contra el cáncer y perfeccionó sus métodos de síntesis.

Desde 1969 se autorizaron 17 medicamentos de origen marino para tratar enfermedades. Unos 40 están además en la fase de ensayos clínicos, según la página web Marine Drug Pipeline.

Según los expertos, este reducido número se explica por el enorme coste que suponen los ensayos — a veces superiores a los 1.000 millones de dólares –, lo que favorece el desarrollo de fármacos más caros.

La mayoría de estos fármacos ayudan a tratar el cáncer, pero también hay un antiviral contra el herpes procedente de una esponja de mar y un analgésico procedente de un caracol.

La molécula del próximo antibiótico o tratamiento contra el VIH podría estar escondido en una criatura del fondo del mar. A menos que ya esté en nuestra posesión, en las inmensas bibliotecas de moléculas que quedan por probar.


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