La escalada prolongada, sin fin, de Israel contra Palestina

APOSTILLAS

Federico Sánchez -FS Fedor-

El siete de octubre del año pasado -2023-, los yihadistas musulmanes-palestinos, del grupo guerrerista Hamás, realizó una incursión fratricida en un sector de Israel, en la frontera común.

Atacó y mató a más de mil 200 israelitas y dejó muchos heridos. A la vez secuestró a más de 200, llevándoselos hacia su territorio. Este movimiento armado y gobernante del aún no definido Estado de Palestina, gobierna el territorio de Gaza, fronterizo con Egipto, además de la otra franja, la llamada Cisjordania ocupada, al noreste de Israel, próximo al Río Jordán, y casi aledaño al Mar Muerto, territorio que amablemente Jordania cedió tanto a Israel como a Palestina, cada uno en su zona. También se les cedió a ambos la ciudad de Jerusalén, que sería compartida por las dos etnias, históricamente cuasi hermanas.

Pero Israel, con su superávit armado, masivo, ha ido ocupando poco a poco el área correspondiente a Palestina, y lo hace a través de colonizaciones de sus habitantes judíos, empujando a los palestinos al borde del suicidio. Inclusive a Jerusalén la han declarado capital judía, con la venia de Donald Tromp, cuando era presidente, obviando que los palestinos residentes también tenían el mismo derecho como copropietario del territorio, otorgado por la entente occidental después de la Segunda Guerra Mundial.

Fue un error garrafal, y sin ejemplo en la historia moderna, del grupo guerrerita palemusulmán, incursionar en la frontera de Israel acribillando a mansalva y secuestrando, pues desató la ira de los judíos y no de dios. Ira ya inminente hace décadas.

Israel, en venganza intensiva, mostrando su poder bélico invencible, apoyado por la moral y el armamentismo militar Made in USA, no sólo está arremetiendo contra el grupo Hamás, que no representa al pueblo en su totalidad, apenas una minoría. El contingente de ciudadanos civiles, ni brigadistas ni afiliados al grupo guerrerista -incluyendo niños, mujeres y ancianos, pues la mayoría de los yihadistas, intinfados o protestantes, son jóvenes-, no es culpable de una política de estado musulmán equivocada. Por lo tanto Israel no debe malquistarse contra los inocentes. No obstante, celosamente lo está haciendo a diestra y siniestra, sin miramiento. Con osadía bíblica. David contra Goliat, pero en este caso al revés, el más grande contra más débil.

Se piensa que ambos pueblos, judío-cristiano y musulmanes podrían vivir juntos. No obstante la historia ha visto tanta cerrazón de una parte como de la otra, que resulta imposible esperar un ¨Milagro¨.

El poder de Israel es feroz e inaudito, pues lo está haciendo contra un pueblo indefenso. Hamás no es el pueblo palestino. Es un grupo guerrerista lleno de sinrazón y de serranía, aunque no tengan montañas para albergarse, tan sólo túneles y algunas callejas estrechas y acodadas y empedradas, en la órbita de la franja de Gaza. Con mañas y sañas Israel está arremetiendo, con todo su poder, más el apoyo externo del gobierno del norte de América, llevando al pueblo a recostarse entre la espada y la pared, próximo a la línea fronteriza con Egipto.

Qué revelan los bombardeos israelíes. Pues un afán de demostración bélica inusual. Quizá la angurria de poseer más dólares petrolizados –ya se anunció que en la franja de Gaza, hacia el Mediterráneo hay petróleo–, o la venganza de siglos de martirios y desolación que los judíos han tenido a lo largo y ancho de su propia historia errante. No puede ser, no puede haber, no puede mostrarse tanta inhumanidad, de parte de las actuales autoridades judías. Es un infortunio o una aberración jurídica o política o religiosa del pequeño país del Medio Oriente.

Occidente ha tenido oídos sordos frente a este caso, que se está volviendo internacional. Ante la insolidaridad debemos oponer un humor que desacralice, que humanice, que ilumine el ambiente del Medio Oriente, pues la guerra no es la salvación de sus almas. Ante lo subjetivo y la ironía, esas que piruetean con la soledad y el sarcasmo, se debe oponer deseos o ideas que no sean difusas, confusas o patéticas, sino posibles. Deben llegar a un acuerdo, ambas partes en conflicto. Que se soporten, en tanto ambos tienen derecho a un terruño para vivir y desarrollarse como nación. Sin atropello ni contienda bélica.

Al boato eclesial y político, metafórico y fundamentalista, llenos de oropeles, retorismos fantasiosos, telúricos y celestiales, hay que oponer una ética con dolor y sin olor a sangre, una estética que salvaguarde la belleza de la niñez, que es el más desfavorecido en la escalada israelita, netanyahita, en su empuje hacia Gaza.

El día a día, a través de las noticias, y desde el territorio en conflicto, se revela la injusticia de un ministro desquiciado, y la acentuación de desigualdades entre dos frentes bélico-religiosos, y la potencia individual de un pueblo que lucha, que lo inmolan en un ámbito subversivo, y a un tiempo subvenido por la hipocresía Occidental, más que la Oriental.

Al parecer la civilización, quiero decir, la cultura terráquea, se vuelve evanescente, en tanto invierte valores y prorroga la vida, la virtud, la viabilidad de la nobleza. Los judíos, jodidos antes, y ahora, otra vez, mal vistos ante el ojo acusador del mundo, se ven, se creen ascendidos ante la presencia de su dios y brincan la muralla del perjurio codificado por Moisés y echan a un lado la reconciliación con el orbe, porque hoy el viento divino sopla a su favor.

Una guerra desigual es, levemente teñida de ilogicismo, de disonancia, despótica, una peste, un virus mortal, nauseabundo. Ausencia total del humanismo fraternal. Una insistencia mágica, un delirio de embriaguez. Fugitiva de la emancipación de la miseria terrenal. Infamante. Un absurdo que doblega el sentido común. Una guerra que no debería ser sin violencia física ni verbal, sin cresta histórica o superficial, sin belicismo protestatario, sino de diálogo, enfrentamiento de ideas pacíficas. Viables.

Una guerra sin a tientas, sólo con punterías a un blanco específico. No se puede vivir este tiempo con tantos conflictos, lleno de angustias, de tensión existencial, incomunicado, sin previo aviso para morir, una muerte que pugna por nacer cada día, antes del amanecer.

Una guerra en la que vivimos un agüero oprobioso, en una existencia confusa, difusa, vacilante, inhabitable, en una enunciación pugilística, de boxeo incisivo, entre la náusea y la nada, el naufragio y lo pusilánime, el holocausto y la hoguera, como si el sol no existiera para todos.

Es urgente un ardor vital, cognitivo, sin enajenamiento mental. La guerra es la disolución, el cosmos terrenal en caos, la selva inhóspita, un museo de animales rapaces con representaciones en cera distorsionada.

Estamos ante la desintegración contra natura, ateridos y hambrientos de amor, en la estrechez y la monotonía, con ideas contrarias pero conflictivas, en una cultura deshumanizada, en crisis permanente, de quimera a quimera, como por un sueño; más desiderativa que real, más individualista, sulfurosa, subjetiva, que objetiva.

Basta ya, debe de acabarse el ilusionismo, la idealización del dolo, y los privilegios, el armamentismo voraz, el principio de la fauna insaciable.

Basta de las interrogaciones mayéuticas, las preguntas imposibles de responder; ya no son suficientes para tanto dolor.

Basta ya, hay que solidarizarse con los desposeídos, los menoscabados, dolerse de la suerte adversa, del sobrepeso del dólar, del descenso de la paz, de los pruritos burlescos hacia los minusválidos, mental y físicamente.

Basta ya de los destinistas, los programadores del futuro, de los impuestos fatigosos que crean calamidad; que empujan poses de indolencia, el forzoso empuje hacia el abismo.

Basta ya del lenguaje honorable y a un tiempo hipócrita, del coloquio superficial que viene desde los poderes fácticos, que atiborra de inocuidad, de inercia y de impudicia los deseos y necesidades reales de los de desposeídos.

Hay que luchar o incentivar la querella, aun sea pacífica, a favor de los parias anónimos de Palestina. Son ellos los que deambulan por citadinas calles polvosas, comprimidos, barridos, arrojados en su inmensidad cotidiana, en su orbe ancho y dividido. Sí, ellos, siempre aprehendidos en su presente miserable y en el olvido; acaso sumidos en un pretérito de desprovisiones y languideces. Aterrados. Diezmados.

Solidario consuetudinario el hombre es: sobretodo el prosaico, el trabajador, con o sin corbata, procurando una espera en que el tiempo camine junto al río, refrescando la insalubridad del solsticio del verano y rebuscando el imperio de las cosas buenas, o más bien decentes.

Contra la hambruna mundial todas las magias son inútiles. Y la bullanga irónica no sirve como sortilegio para soliviantar la conciencia alienada, ni el perjurio, la apostasía de la insensatez. La deshumanización universal nos atiborra hasta el cansancio…, y el infortunio.

El autor es periodista, publicista, cineasta, catedrático en O&M y UTESA.

Escritor: poeta, narrador, dramaturgo, ensayista.

E-Mail: anthoniofederico9@gmail.com.

Se declara humanista… por vocación.

Face Book. Wasap: 809- 353-7870.

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