Ángel Bermúdez – BBC News Mundo
La noche del viernes, cientos de personas con banderas palestinas celebraron la llegada a Cisjordania de 39 presos puestos en libertad por Israel como parte del acuerdo por el que Hamás liberó a rehenes israelíes.
El alto el fuego y el intercambio es la primera buena noticia desde el inicio del conflicto el 7 de octubre.
Desde entonces los ojos del mundo han estado centrados en Gaza, pero también en la ocupada Cisjordania, el otro gran territorio palestino, se ha vivido el conflicto.
Aunque lejos de las 14.000 víctimas en Gaza por la respuesta de Israel al ataque de Hamás en territorio israelí el 7 de octubre, en el que murieron 1.200 personas, en Cisjordania también han muerto unos 206 palestinos.
La mayor parte de ellos perdieron la vida en choques con las fuerzas de seguridad de Israel, aunque 9 murieron a manos de colonos, de acuerdo con el Ministerio de Salud Palestino.
Según datos de la ONU citados por la agencia Reuters, 2023 ha sido el más mortífero en Cisjordania desde, al menos, hace 15 años.
Con unos 5.655 kilómetros cuadrados de extensión, este territorio ha tenido un rol central en el conflicto que desde hace 75 años ha vivido Israel no solamente con los palestinos, sino también con los países árabe-musulmanes.
Esta es la historia del territorio ocupado y su relevancia para entender el conflicto entre israelíes y palestinos.
El control de Jordania
Cisjordania, como la conocemos hoy, no existía antes de la primera guerra árabe-israelí de 1948, que consagró la independencia de Israel y que culminó con un armisticio en el que Egipto se quedó con la Franja de Gaza, y el reino de Jordania ocupó Jerusalén oriental y Cisjordania.
“El estatus y el rol especial de Cisjordania [conocida en inglés como West Bank, que quiere decir orilla occidental] se reflejan en su propio nombre. Hasta 1949 y la creación del Estado de Israel no se usaba el término West Bank; esa área era la porción occidental del Mandato Británico y no se diferenciaba del resto del país”, escribió John P. Richardson en su estudio “The West Bank: A portrait”.
Entonces, fue a partir de la ocupación y anexión de estos territorios por parte de Jordania que comenzó a usarse el término para diferenciar este territorio palestino al oeste del río Jordán del territorio propiamente jordano, ubicado en la orilla oriental del mismo río.
La anexión por parte de Jordania solo fue reconocida por Reino Unido y Pakistán, y fue criticada por muchos países árabes que miraban con desconfianza esta jugada del rey Abdalá I, quien murió asesinado un año más tarde por un árabe palestino en la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén.
Aunque los palestinos de Cisjordania recibieron entonces la ciudadanía jordana y llegaron a ocupar cargos en el gobierno en Amán, las relaciones entre las poblaciones de ambos lados del río no fueron las mejores.
“El malestar de los palestinos contra el gobierno jordano se acrecentó por dos razones. En primer lugar, por la incapacidad de las fuerzas jordanas de protegerles de las represalias israelíes cuando los refugiados palestinos intentaban cruzar la línea verde [frontera acordada en el armisticio tras la guerra de 1948] hacia Israel, cuyas fuerzas entonces realizaban redadas en Cisjordania en las que mataban a muchos palestinos y causaban destrozos”, dice a BBC Mundo Ian Lustick, profesor de ciencia política de la Universidad de Pensilvania (EE.UU).
“La segunda razón fue al auge del líder egipcio Gamal Adbel Nasser y del panarabismo. Desde mediados de 1950 hasta finales de 1960, Nasser era un héroe en el mundo árabe y los palestinos, en especial, esperaban que el mundo árabe se uniría a través de él y que liberarían Palestina para permitirles volver a sus casas”, explica.
Ese discurso panarabista encontró eco en los palestinos de Cisjordania, quienes apoyaban a los partidos políticos que lo impulsaban. Pero como esas organizaciones se oponían a la monarquía jordana, el gobierno los reprimió.
Un “Berlín en miniatura”
En esa época, Cisjordania era un lugar clave dentro de todo el juego geopolítico de Medio Oriente, al punto que William Macomber, embajador ante Jordania del gobierno estadounidense de John F. Kennedy, llegó a decir que era como un “Berlín minúsculo”.
“Como Berlín en la Europa de la Guerra Fría, Cisjordania era el lugar más estratégicamente sensible, donde las dos partes de un gran conflicto se confrontaban mutuamente”, dice Avshalom Rubin al explicar esta metáfora en su libro “The Limits of the Land: How the Struggle for the West Bank Shaped the Arab-Israeli Conflict”.
Según Rubin, las aspiraciones de Nasser colocaban de una forma ineludible a Egipto en conflicto con Israel, que constituía una barrera física entre Egipto y su zona de influencia árabe.
“Desde 1954 y hasta 1967, el conflicto árabe-israelí fue definido por los esfuerzos de Egipto de lograr una hegemonía dentro del mundo árabe oriental», die Rubin. Eso se reflejaba en que El Cairo trataba de influir en la orientación política de estados árabes más débiles.
Uno de eso estados más débiles era Jordania y era, precisamente, el que estaba en control de Cisjordania.
Esto era algo que preocupaba a Israel.
“A partir de 1949, los líderes de Israel estaban muy conscientes de cuán fácilmente un ejército árabe podría alcanzar desde Cisjordania las ciudades más grandes de Israel, sus carreteras y bases militares”, señala Rubin.
A los israelíes les alarmaba la aparente vulnerabilidad de la monarquía jordana.
“El reino hachemita era una creación imperial británica en una era de descolonización, un Estado débil en una época de esquemas de unidad panárabe, una monarquía en un tiempo de golpes populistas. Parecía solo cuestión de tiempo que Jordania se fusionara con un Estado árabe más fuerte, dejando a Israel en situación de enfrentar a un adversario poderoso», agrega Rubin.
El experto asegura que para evitar ese escenario, Israel contempló durante años la posibilidad de intentar conquistar Cisjordania.
Por ello, el rey Hussein de Jordania era visto por Israel como el hombre que podría mantener Cisjordania como una zona de amortiguación entre Israel y sus enemigos árabes más fuertes.
De acuerdo con Rubin, el monarca jordano vio el cambio de postura de Israel y ambas partes hicieron un acuerdo tácito: Hussein mantendría la frontera tranquila y a los ejércitos árabes lejos de Cisjordania, mientras Israel abogaría por Hussein ante Estados Unidos y disuadiría a los enemigos del monarca de intentar derrocarlo.
El peso de la religión
La situación cambiaría en 1967, a partir de la Guerra de los Seis Días, durante la cual Israel multiplicó el tamaño del territorio bajo su control al quitarle la península del Sinaí y la Franja de Gaza a Egipto; los Altos del Golán a Siria; y Jerusalén Este y Cisjordania a Jordania.
Ian Lustick afirma que entonces hubo gran emoción dentro del movimiento sionista.
“Hablaban en términos históricos, religiosos e incluso mesiánicos sobre el significado de esta reunificación. Entonces, el movimiento sionista regresó a un tema que lo dividía profundamente: ¿cuál debería ser el alcance territorial del Estado? Y ¿qué es más importante: ser un Estado pequeño habitado por pocos árabes o ser un Estado grande, en el que habrían muchos más árabes? Esa discusión nunca había sido resuelta y reapareció después de 1967”, apunta.
Aunque en términos de importancia histórica y religiosa, el control sobre Jerusalén era, sin duda, el mayor logro para los israelíes -entre otras cosas porque desde 1948 a ningún judío se le había permitido acceder a rezar frente al Muro de los Lamentos, el lugar más sagrado para el judaísmo-, el dominio sobre Cisjordania también era muy relevante.
Una parte de ese territorio se corresponde con el de Judea y Samaria, que formaban, según la tradición, parte del reino unificado de Israel liderado por el rey David y, luego, por su hijo, el rey Salomón.
Entre las localidades más importantes en Cisjordania para el judaísmo se encuentra Hebrón, donde se cree que están enterrados los patriarcas bíblicos Abraham, Isaac y Jacobo, junto a sus parejas Sarah, Rebecca y Leah, respectivamente.
Debido a la herencia religiosa común, ese lugar también es sagrado para los musulmanes -quienes construyeron allí una mezquita- y para los cristianos.
Pero durante siglos, el sitio estuvo reservado para los musulmanes. Solamente a partir de 1967 se abrió para los otros cultos.
Los primeros sionistas eran más seculares que religiosos y, según Ian Lustick, querían tanto territorio de la antigua tierra de Israel como fuera posible, pero en general estaban dispuestos a renunciar a las partes del mismo en las que habitaban muchos árabes para así preservar el carácter judío del nuevo Estado.
“El Israel de 1948 no incluía muchos territorios históricos clave como Cisjordania o Jerusalén oriental. Lo que es interesante es que Ben Gurion (primer ministro del nuevo Estado) decidió que no era lo suficientemente importante como para hacer una guerra”, apunta Lustick.
Territorios en disputa
Poco después de la Guerra de los Seis Días, Israel comenzó a construir asentamientos en partes de Cisjordania.
Durante la primera década de ocupación hubo relativamente poca resistencia civil por parte de los palestinos.
Sin embargo, la situación cambió sustancialmente a finales de la década de 1970, cuando el gobierno de Menachem Begin comenzó a construir asentamientos de forma acelerada: durante su mandato (1979-1983) se triplicaron el número de asentamientos y se quintuplicó el número de colonos israelíes.
Begin fue fundador del partido Likud -al que pertenece el actual primer ministro Benjamín Netanyahu- y era conocido por su férrea negativa a la posibilidad de que Israel renunciara a controlar Cisjordania.
“El derecho del pueblo de Israel a la tierra de Israel es eterno […] Judea y Samaria, por tanto, no deben ser cedidos al dominio extranjero”, reza el manifiesto que presentó el Likud para las elecciones de 1977.
La construcción de asentamientos -también se edificaron en Gaza, el Sinaí, Jerusalén oriental y en los Altos del Golán- es uno de los principales motivos de críticas contra Israel. Los palestinos consideran que forman parte de un plan para desposeerlos y, de acuerdo con la legislación internacional, son ilegales.
Jacob Shapiro, socio y director de análisis geopolítico de la firma Cognitive Investments, asegura que la política de Israel sobre los asentamientos ha sido distinta según cada gobierno.
“Algunos gobiernos no aprobaron ningún asentamiento y, de hecho, ordenaron el desmantelamiento de algunos que habían sido erigidos de forma ilegal. Otros, como el gobierno de Netanyahu, han hecho causa común de forma explícita con los partidos religiosos y han asumido como propia la política de incrementar el número de asentamientos. La política israelí no es unánime sobre este tema”, dice Shapiro a BBC Mundo.
En la actualidad, se estima que unos 240.000 israelíes viven en asentamientos en Jerusalén del Este y otros 450.000 en Cisjordania, donde de acuerdo con cifras de Amnistía Internacional había para marzo de este año unos 175 puestos de control permanente, así como otros numerosos obstáculos y barreras al libre tránsito.
En el último año, desde la instauración del nuevo gobierno de Netanyahu en alianza con políticos de extrema derecha como Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, el tema de los asentamientos ha tomado aún más relevancia debido al surgimiento de reportes sobre ataques de colonos israelíes contra palestinos en Cisjordania. Ambos políticos son abiertos defensores de la construcción de asentamientos en los territorios ocupados.
Durante el primer mes tras el ataque lanzado por Hamás contra Israel el 7 de octubre se registraron 222 ataques de colonos en contra de palestinos en Cisjordania, de acuerdo con la ONU. Además, 874 palestinos se vieron obligados a abandonar sus viviendas en Cisjordania debido a los ataques, amenazas y restricciones impuestas sobre ellos por colonos israelíes, según datos de la ONG israelí B’Tselem recopilados hasta el 12 de noviembre.
Además, desde el ataque de Hamás las autoridades militares israelíes han limitado severamente la libertad de movimiento de los palestinos en Cisjordania, donde los puntos de control se han multiplicado.
En el distrito H2 de Hebrón, por ejemplo, los residentes no pudieron salir de sus casas durante dos semanas y, luego, solamente se le permitió hacerlo tres días a la semana durante unas pocas horas, según ha informado la BBC.
Esas medidas, sin embargo, no han impedido que en esa localidad se hayan producido desde entonces algunos ataques de milicianos palestinos contra militares israelíes.
Pero incluso en las épocas de mayor tranquilidad hay partes de Cisjordania, donde la movilidad de los palestinos está severamente restringida. Es el caso, por ejemplo, del área del distrito H2 más próxima a la Tumba de los Patriarcas. Muhammad Mohtaseb, uno de sus residentes, contó a la BBC que viven rodeados de puntos de control y aseguró que lo más cerca que puede llegar en auto es a 500 metros de distancia de su vivienda.
“Todo lo que les queda”
Más allá de la coyuntura, algunos expertos han advertido que el crecimiento de asentamientos israelíes en Cisjordania hace inviable la solución de dos Estados que desde los acuerdos de Oslo de 1993 ha sido considerada como la opción más viable para lograr la paz entre israelíes y palestinos.
Ian Lustick considera que el gran número de asentamientos creados hace inviable la solución de dos Estados con el establecimiento de uno palestino.
“A inicios de la década de 1980, cuando había unos 40.000 colonos, los expertos decían que si llegaba a haber 100.000 colonos en Cisjordania, ya no habría posibilidad de que Israel abandonara ese territorio porque no habría un gobierno capaz de imponer esa retirada. Ahora hay unos 750.000 al este de la línea verde», apunta Lutsick, quien en 2019 publicó un libro sobre el tema: “Paradigm Lost: From Two-State Solution to One-State Reality” (Paradigma perdido: de la solución de dos Estados a la realidad de un Estado).
«Eso quiere decir que uno de cada 11 israelíes vive en Cisjordania. Mira la escala del problema que enfrentas si crees que puedes llegar a separar a Israel de Cisjordania. La solución de dos Estados era posible, pero ya no lo es”, agrega.
Jacob Shapiro, en cambio, no cree que el número de asentamientos creados sea un obstáculo insalvable.
“La logística de la creación de un Estado palestino nunca ha sido el problema. Si tuviéramos una varita mágica para lograr un acuerdo político en los niveles más altos para imponer algo así, un Estado palestino sería creado a pesar de todo lo que ha ocurrido. El tema es que ninguna de las partes tiene la voluntad política para que eso ocurra”, apunta.
En cualquier escenario, Cisjordania tiene una importancia fundamental para la creación de ese potencial Estado palestino. “Es el mayor de los territorios y con tres millones de habitantes, contiene la mayor parte de la población palestina”, dice Lustick al subrayar su importancia.
También es relevante porque ya desde los acuerdos de Oslo, ese ha sido el territorio donde estableció su sede la Autoridad Nacional Palestina (AP) y porque ha sido en él donde los palestinos han tenido mayor grado de autogobierno, gracias al establecimiento de una zona (que representa 18% de ese territorio) en el que la AP tiene tanto responsabilidades administrativas como de seguridad interna.
Mientras en Gaza gobierna Hamás, Cisjordania está controlada por el movimiento Fatah, liderado por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
“A diferencia de Gaza, que es un área pobre en recursos, superpoblada y sin capacidad de autosostenerse como parte de un Estado cultural o económicamente viable, Cisjordania abarca grandes ciudades de importancia como Hebrón, Nablus, Yenín, Tulkarem”, agrega.
Shapiro también destaca la centralidad de este territorio para los palestinos: “Es todo lo que les queda. La única tierra que no les ha sido arrebatada por ninguno de los distintos poderes que les rodean. Y eso no solo incluye a Israel. También incluye a Egipto y a Jordania”, indica.
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