MIS CREACIONES LITERARIAS: La Ariádnida… el mundo que alucino cuando sus ojos me miran

Federico Sánchez -FS Fedor-

DEL POEMARIO DEL 2023

9na. Alucinación.

Ariadna
multiplica mis funciones sensitivas tan sólo con una mirada y soy el que soy si ella enciende sus miradas, furtiva, cálidamente en un anochecer. Sí, eso soy, un gorrión en el atrio de la catedral, o sea, ése que canta endechas de color en sus ojos, el que no tirita en frío, y cae desnudo en sus pies; ése que dice que todo es posible aun siendo nube el sol, y dulzura de alelí la tarde con su grito y su resol. Soy ése, el tunante, violentando raíces en su vientre estepario, enraizando flores y hojarasca en su pubis de ajonjolí; el que desnuda su aliento, beso a besos, golpe a golpe, como dice la canción española, pero en cada estación; un profeta sin éxitos, pero como el polvo, salvado, inmolado por Quevedo, súper enamorado.

Soy la inquieta energía solar que se inyecta en sus ojos, para que vea mejor; una balada sin ritmos, que como susurrante viento se aposenta en su boca risible. Soy hierbas, florestas, montes sinuosos, suaves, sutiles, delicados, que pisan y enredan su esencia pectoral. Ése soy yo, versos lunáticos encendiendo el volcán de sus miradas retrotrayendo los espejos de la simulación. Y sus sondas, sus imaginarios sentidos, como lazos insufribles en la gran vía, me atan a sus ojos, me unifican a su entorno, me lubrican la vida, tan sólo con una entonación de sus labios tersos, y me siento acongojado si no me hablan. Es la misma Ariadna que ata mis latidos a esos ojos con una mirada, y prorroga la distancia en un laberinto que ennoblece la ternura. Y es que sus ojos, incipientes a la luz de la luna lunática, pronuncian con sus brillos un canto de sirena, que iluminan mis estancias en noches de quimeras.

Ella es ese lazo invisible, fugaz, coludida con ese amante imperfecto que soy yo, y amarra mis juicios vitales del amor, para que el tiempo pose con la brisa sobre su efigie y me envuelva en sus tejidos que, infinitos, me encarcelan o subyugan, y me hilvanan a su nombre griego o egeo o helénico, como una Gala afrancesada y mediterránea, acuática, que pronuncio al instante, en un instante de su ser. Ella es silueta, espejo múltiple agilizando la caída del poniente, tan sólo con una mirada, y se duplican sus pupilas laberínticas bajo la sombra, jugando al que no la encuentro, y esas pestañas suyas, encendidas, golondrinas viajeras frene al sol, son mis hilos conductores, que sintetizan este vacío, paso a paso, cubriendo todo con su espacio.

Ariadna es reflejo lunar, espejo rielando sobre la laguna de mi entorno, amontonado en sus ojos, mi salvación sui generis, velamen que orienta mis pasos hacia esos sus ojos suyos, que alucino cuando me miran, y en ese mismo tenor, ríspidos volcanes hielan mi sien, causes sin causas arrastran me pesar, ríos de infinitos y augustos raudales se subsumen en la rambla de mi soledad. Ella es sombraluz que se agita como cascada en la arbolada de mi cuerpo, y me entrego, me sumerjo en ella, hecho trizas, pero feliz, inmiscuyéndome otra vez en sus ojos, y desciendo siendo manantial rozando los piélagos de los portones que los entrecierran, para mirarme mejor.

Lozana. Aprehensiva. A veces, son sus ojos una sumersión apocalíptica ahogando, sorbo a sorbo, ilusión a ilusión, mi propia mirada, y es entonces que la vida se vuelve ingratitudes, un escape de su laberinto, que, en tanto hilandera fugaz, me rescata en cada uno de sus impronunciables chasquidos bilabiales. En comunión eterna, junto a sus ojos, siento sus párpados cuasi acontecidos posados sobre mí. Y me emociono. Si caen lluvias sinuosas o acantiladas, intento que el otoño se armonice en sus ojos, para que la tristeza no la embargue nunca. Y no me abrumo.

Es cuando la veo perpetuarse en el anochecer de su castaña cabellera, lacada o barnizada, como si sus filigranas me reinventaran de nuevo, reivindicándome. Y me sulfuro. Sí, siento contorneándome en su caminar tras la sombra de mi vivir, en otro ser transfigurándose, paso a paso, en cada espacio que le construyo, en cada deidad que retomo, en cada sueño que la poseo o la invento.

Sí, siento, sin que la dureza se configure en mis tácticas posibles, sumergirse dentro de mí, en mi estrategia locuaz, ascendiendo, descendiendo por cada rincón de su estatura o su candidez. Ariadna me lanza un hilo conductor embriagante, un ovillo mitológico que es una ilusión con que la mimo o la arrullo en cualquier esquina de su estructura ósea. Sibilante en su sentido erótico me hace sentir. Cárcel la siento, si siento perturbación, si entrelaza la mirada con esta pasión de titiritero que soy, si enciende los párpados para reflejarme en sus ojos magníficos, muníficos, y yo ahí, diminuto, cayéndome en las aguas de sus naufragios lagrímenos, en su laberinto egeo, atado a su lazo con que me muevo por sus contornos en tanto soy diestro Teseo.

Sí, siento su palpitar si está cerca de mí, mas soy yo quien brinca, y salta de alegría, y agito su premura cuando camina. Sí, soy yo quien desespera en su refulgir cuando sonríe o estornuda, y en sus fuegos, si se incinera lubricando su intensidad lumínica. Sí, siento que se me cae el cielo encima y lo reconvierto hacia sus ojos para mi consolación profunda, o que la claridad de esos ojos me nubla la razón, emocionándome, o que el pájaro cantor se risueña o se estremece con sus latidos jadeantes. Sí,  siento que ella siente curiosidad por tanta pasión, por tanta intrepidez, y es que cada noche, cada día, a todas horas, vivo emborrachándome de sus ojos lujuriosos, y vivo de su candidez, de su tertulia más vivaz, que es mi eterna canción, y me ayuda a escapar, ágil, de este infernal laberinto de soledad. Total, como quiera, alucino de efervescencia en su transparencia ocular.

El autor es periodista, publicista, cineasta, catedrático en O&M, UTESA.

Escritor: poeta, narrador, dramaturgo, ensayista.

E-Mail: anthoniofederico9@gmail.com.

Wasap: 809- 353-7870.

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