El ascenso del gobierno mundial a la derecha de la derecha

Por Jose Negrón Valera

En una entrevista hecha en 2017, el intelectual estadounidense Noam Chomsky advertía que la mayor y más próxima crisis que atravesaría la humanidad sería la moral.

Chomsky recordaba que en 1945, mientras se encontraba en un campamento de verano, Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima y «a nadie le importó. Salí solo a caminar y desde entonces he seguido el comportamiento temerario por parte de los líderes políticos», apuntaba el intelectual.

​La mención a Chomsky surge a propósito de las elecciones en Brasil. Una amiga busca mi opinión planteándome la siguiente cuestión: «¿Cómo es posible que en un país con un 80% de población negra y/o mestiza estén a punto de elegir presidente a un sujeto que abiertamente ha declarado una posición racista y a favor a las élites de esa nación. ¿Cómo es que no parezca importarle a nadie?», afirma con cierta urgencia.

Las cifras publicadas por Datafolha y reseñadas por la articulista Marta Miera son contundentes: «Bolsonaro, con una larga lista de declaraciones contra las minorías, lidera la intención de voto entre el electorado femenino (42%), el blanco (59%), el mulato (47%) y el indígena (41%). Entre los negros alcanza el 37% de intención de voto, frente al 45% de Haddad».

​La respuesta que espera mi amiga es compleja. El articulista de RT Luis González Segura hace un valioso esfuerzo para dilucidarlo desde el prisma de lo que ocurre en España.

En ‘Así se ‘fabrican’ los votantes de la extrema derecha: El caso de VOX,Segura señala una serie de causas que bien podrían extrapolarse a este lado del Atlántico: manipulación mediática, invisibilización de las causas reales de la crisis económica y el uso de la carta de la antipolítica para desacreditar a las instituciones y políticos (Recordemos por ejemplo, las guerras jurídicas lanzadas contra los presidentes progresistas de la región latinoamericana).

Sin embargo, hay algo más, una voluntad, una perspectiva estratégica de largo plazo que busca instaurar en el mundo un nuevo momento de gloria para la extrema derecha mundial. Un nombre aflora en el panorama: Steve Bannon.

‘The Movement’, la nueva iglesia de la ultraderecha

La versión oficial afirma que Bannon se separa del Gabinete de Trump por diferencias irreconciliables con el yerno del presidente de EEUU, Jared Kushner. Sin embargo, vistos los pasos posteriores de Bannon, no es descartable que solo se tratara de una ‘puesta en escena’ para ocultar lo que realmente vendría, la construcción de una red de liderazgos mundiales que emulen a Trump.

Steve Bannon ha comenzado a tejer dicha red en Europa de la mano de Mischaël Modrikamen, el presidente del pequeño Parti Populaire (PP) belga. Este último ha dicho a propósito de ‘The Movement’ que es «como un ‘club’ que recolectará fondos de donantes, en América y Europa, para asegurar que las ideas ‘populistas’ puedan ser escuchadas por los ciudadanos de Europa, que perciben cada vez más que Europa no es una democracia. Ya se han recolectado sumas importantes», dijo Modrikamen en una entrevista concedida a Sputnik.

Este mes de septiembre, Bannon y Modrikamen iniciaron un periplo de bajo perfil que los llevó de Bruselas a Roma y luego a Budapest. En el tránsito, se reunieron con Matteo Salvini, el jefe político de la Liga Norte y ministro del interior de Italia, con Viktor Orban, el primer ministro de Hungría y jefe del principal partido, Fidesz. Los próximos encuentros serán con otros dos líderes que cumplirán papeles clave en el futuro de Europa, la ultraconservadora francesa Mari Le Pen y también Pablo Casado, líder del Partido Popular en España.

El objetivo de Bannon es consolidar un movimiento de ultraderecha que logre una mayoría aplastante en las elecciones parlamentarias de la Unión Europea, que se realizarán en mayo del próximo año.

Posiblemente tiene en mente acallar las voces altisonantes que han comenzado a ver a Trump y a la propia OTAN más como enemigos que como aliados. Algo que no puede permitirse el poder hegemónico estadounidense, si es que pretende mantener su influencia en la región y prepararse para la contingencia que se avecina.

Los tentáculos de ‘The Movement’ en Latinoamérica

Sin embargo, ‘The Movement’ tiene una visión mucho más planetaria. Al constatar la ineptitud política de Mauricio Macri para erigirse en el líder necesario, ya ha reclutado a Jair Bolsonaro como el próximo garante de sus intereses en la región latinoamericana.

No es un secreto que Bannon ha declarado su apoyo y brindado consejo al candidato brasileño. Ni tampoco una casualidad que fuese Bolsonaro el elegido por las corporaciones mediáticas y financieras para impedir el regreso de Lula. Su perfil ideológico ultraconservador y un fuerte lazo con las facciones más reaccionarias del Ejército lo convierten en la encarnación de lo que espera Bannon cristalice pronto en un ‘estándar’ dentro de la política.

El investigador Dario Mizrahi ha logrado clarificar las semejanzas del presidente de los Estados Unidos y Bolsonaro, y refuerza la tesis de que lo próximo que vendrá serán liderazgos políticos que reúnan en sus discursos dos ideas centrales: la necesidad de volver a una edad de oro en el que las naciones «eran grandes y firmes pero se degradaron con el tiempo» y también la urgencia de una mano dura que no se acompleje a la hora de defender «la tortura y las prácticas brutales».

El perfil de estos nuevos liderazgos, estilo Bolsonaro, llevan años siendo modelados y encumbrados con el apoyo financiero de la Usaid y una extensa red de Tanques de Pensamiento (‘Think Tanks’) articulados en Latinoamérica a través de personajes como Alejandro Chafuen y su Red Atlas.

En un extenso artículo, el periodista de The Intercept, Lee Fang, expone la trama de Organizaciones No Gubernamentales (ONG)  construida por Chafuen para modelar la opinión pública de los países suramericanos y así imponer las ideas neoliberales de la escuela de Milton Friedman.

En Brasil, desde hace algunos años, han adelantado a través de distintas ONG, en especial del Instituto Liberal, un proyecto de polarización de la sociedad brasileña a través de un articulado mecanismo mediático que apunta a la estigmatización de los liderazgos de izquierda y a la utilización de las redes sociales para diseminar ideas ultraconservadoras y motorizar protestas sociales como las que impulsaron la destitución de Dilma Rousseff.

El propio Chafuen, en el citado artículo, hace una evaluación de los esfuerzos para lograr un cambio político en Brasil, y se confiesa:

«Hubo una apertura, una crisis, una demanda de cambio, y nosotros teníamos personas preparadas para impulsar ciertas políticas», y concluye sin complejos: «En nuestro caso, lo que buscamos son soluciones privadas a los problemas públicos».

La urgencia de Bannon

Las palabras de Chafuen hacen que sea inevitable pensar en dos valiosos documentos que son necesarios revisitar: ‘Psicología de masas del fascismo’, de Wilhelm Reich, y el documental ‘El fascismo cotidiano’, de Mikhail Romm. Ambos nos piden volver a la pregunta inicial de este artículo: ¿Cómo fue posible en Alemania, el país con el movimiento obrero más organizado de Europa, el ascenso de Hitler al poder? Vale lo mismo para Brasil, hoy día.

En el caso de Alemania, la razón podría haber estado en la crisis capitalista de los años 20, que sumergió al país en una terrible situación económica y les hizo susceptible de aceptar como única solución el pensamiento totalitario y radical de Hitler. Pero además, una aceitada estrategia comunicacional en prensa y radio sirvió para apuntalar la semilla ideológica del odio.

En estos momentos, con el propio Fondo Monetario Internacional anunciando que se acerca una gran debacle en mercados mundiales como producto del colapso de la economía estadounidense, Bannon ha olido su oportunidad en medio de la crisis y se apresta para colocar sus fichas en el tablero mundial. Su misión será contener la avalancha social que podría convertirse en un grave problema de seguridad nacional y además garantizar los recursos energéticos y la influencia militar en áreas claves del planeta.

En el caso de Brasil, y a menos que ocurra algo imprevisible, Bolsonaro será uno de sus primeros experimentos exitosos. La élite se prepara para transformar a las minorías, a los desposeídos, en «instrumentos ciegos de su propia destrucción». Culparán a los inmigrantes, a los jubilados, a la gratuidad de los sistemas de salud y de educación, empaquetarán el discurso y lo venderán a través de una maquinaria mediática y simbólica tan extendida e invisible que los brasileños apenas se percataran de que los convirtieron en una colonia al servicio de Washington.

Quizá el cuestionamiento de Chomsky hacia nuestra sociedad global es ahora mucho más claro: ¿Permaneceremos inertes mientras se concretan los planes de la élite en Brasil? ¿Seguiremos en silencio e indiferentes? ¿Los dejaremos avanzar?

 

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