Por: Ángel Puello
La madrugada del martes, una tragedia sacudió a la República Dominicana: el desplome del techo de la icónica discoteca Jet Set. Pero más allá del colapso físico del lugar, fuimos testigos de otro colapso aún más profundo: el desplome de las informaciones, con el caso del querido merenguero Rubby Pérez en el epicentro de la confusión.
Algunos medios de comunicación tradicionales, portales digitales y redes sociales se sumergieron en un torbellino de versiones sin confirmar: que Rubby había muerto atrapado entre los escombros, que fue encontrado con vida y atendido por un médico, que comenzó a cantar para ser localizado, o que estaba en un hospital tras ser rescatado. Horas después, el director del COE, Juan Manuel Méndez, aclaró: el cuerpo de Rubby Pérez no había sido encontrado. Finalmente, expresó que fue recuperado el cadáver del merenguero a las 6:10 de la mañana de este miércoles.
La desinformación no solo fue local. Medios internacionales, que por décadas han sido sinónimo de seriedad, también cayeron en el juego de versiones erradas y contradictorias. La desesperación del momento, las emociones desbordadas de familiares y la presión mediática crearon un variopinto cóctel informativo. En medio del caos, muchos periodistas y comunicadores —en su afán de cumplir con su deber de informar— publicaron sin confirmar, alimentando una narrativa incierta que confundió al país entero.
Investigando con diversas fuentes y consultando con psicólogos vimos que este fenómeno responde a lo que los expertos ya han diagnosticado: impulsividad informativa, FOMO periodístico (miedo a quedarse fuera de la primicia), ansiedad de validación profesional y una peligrosa adicción al clic, al “me gusta”, a la visibilidad inmediata. Es una batalla entre ética y dopamina, entre credibilidad y adrenalina.
En ese estado de urgencia digital, el juicio se nubla. El cortisol se eleva, la adrenalina domina, y la verdad… se esfuma.
Esta crisis no es un simple error colectivo. Es una alarma nacional. Hoy fue Rubby Pérez; mañana podría ser cualquier otro como tú o yo. La comunicación necesita urgentemente una reflexión que lleve al análisis de las consecuencias de la inmediatez.
Angel Puello como autor de este artículo, también soy humano. En medio del dolor y la urgencia, incluso buscando claridad, podría errar en algunos de los puntos aquí expuestos. Pero esa es justamente la enseñanza: no podemos creer todo lo que se nos dice —ni siquiera esto que acabo de escribir— sin antes verificar. Que esta tragedia nos sirva de lección para ejercer, exigir menos adicción a la inmediatez.
Porque, al final, cuando la verdad se convierte en víctima, todos perdemos.
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