La reciente visita a China del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, la afición de Washington a utilizar las amenazas y los ultimátums como tácticas de negociación, resumió el director del Instituto de Estudios Asiáticos y Africanos de la Universidad Estatal de Moscú, Alexéi Maslov.
De acuerdo con el experto, el principal objetivo de Blinken era aclarar la postura de Estados Unidos respecto a China y a todos los países que configuran de forma independiente sus respectivas políticas hacia Rusia y en relación con el desarrollo de Asia.
Básicamente, Washington quiere que Pekín ponga fin a su presunta ayuda tecnológica y financiera a Rusia, así como que disminuya el apoyo gubernamental a las empresas chinas que operan en los mercados occidentales, explicó Maslov a Sputnik, señalando que estas exigencias se presentaron en forma de ultimátum.
Al mismo tiempo, el experto señaló que EEUU ya ha revelado cómo podría tratar de presionar a China para que cumpla la voluntad de Washington: estas medidas incluyen la triplicación de los aranceles existentes sobre las exportaciones chinas de acero y aluminio, el aumento de las restricciones contra los bancos chinos —hasta incluir el corte de algunos de estos bancos de SWIFT— y la imposición de sanciones contra determinadas empresas chinas que se verían impedidas de exportar sus productos al país norteamericano.
Sin embargo, China declaró con firmeza que va a decidir por sí misma con quién comerciar, apuntó Maslov, subrayando que Pekín ofreció a Washington resolver sus diferencias mediante negociaciones. El experto opinó que el país asiático adoptó una postura mucho menos dura y extremista, ofreciéndose a resolver los asuntos mediante negociaciones y diciendo que no hay necesidad de enzarzarse en serias disputas.
«Esta postura de China contradice directamente la oferta hecha por Estados Unidos. Y aunque, en mi opinión, el deterioro de las relaciones [entre China y EEUU] no se ha producido, tampoco hemos visto mejoras significativas», puntualizó.
Washington no obstaculizó la ampliación de las políticas comerciales de Pekín hasta que el país asiático entró en una fase de desarrollo de alta tecnología y empezó a competir con los estadounidenses y occidentales, explicó Maslov. Así, EEUU quiere que China siga produciendo bienes de consumo para los países occidentales y de la ASEAN, mientras que el sector de la alta tecnología debe seguir siendo prerrogativa de Washington y del mundo occidental, detalló.
A juicio del especialista, en realidad se trata de un asunto no comercial, sino de la capacidad de moldear el futuro. Y Estados Unidos quiere mantener el monopolio en este ámbito.
Maslov también indicó que, a pesar de los esfuerzos de Estados Unidos por sacar ventaja frente a China en microelectrónica a través de la Ley de Chips, que pretendía impulsar el desarrollo de semiconductores en país norteamericano, Pekín está cerrando rápidamente esta brecha al ser ya capaz de producir chips de cinco nanómetros y «microchips con inteligencia artificial».
«Lo que se pensaba que China podría conseguir en 7 años puede lograrlo en 4 años. Ese es un nivel crítico en el que EEUU podría perder el control, o al menos el monopolio, de una serie de tecnologías, por eso la Ley de Chips resultó ser costosa y poco eficaz», añadió.
Mientras tanto, China ha logrado avances considerables en ámbitos como la ingeniería genética y la microelectrónica, dejando atrás a otros países. Lo que diferencia a China de otras potencias occidentales, enfatizó el experto, es el hecho de que la implantación de cualquier nueva tecnología es un 30% más económica para Pekín, lo que significa que los productos chinos serían más asequibles que sus análogos occidentales.
(Sputnik)
Descubre más desde Notiultimas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.