Por Teresa Guerrero
Este español, jefe de Inteligencia Artificial en el Centro Goddard de la NASA, disecciona las ventajas de esta tecnología en campos como la medicina, pero también alerta de su «lado oscuro». «Reemplazará tanto trabajos creativos como muchos empleos en agricultura o construcción que ahora dependen de la inmigración»
Omar Hatamleh, es un reconocido experto mundial en inteligencia artificial (IA), un campo sobre el que asesora a Naciones Unidas y a la NASA, que lo ha nombrado jefe de Inteligencia Artificial del Centro Goddard de Vuelos Espaciales, en Maryland (EEUU).
Y aunque buena parte de su trabajo consiste en aprovechar lo que nos ofrece esta tecnología para idear nuevas aplicaciones, Hatamleh pone tanto empeño en difundir sus beneficios como que en alertar del «lado oscuro» de la IA y de los «dilemas éticos, de privacidad y de seguridad sin precedentes que plantea».
Los aborda con detalle en Esta vez es diferente. Cuando la inteligencia trasciende a la humanidad (Deusto), el libro que este martes sale a la venta en España. «Llevamos muchas décadas trabajando y progresando en IA, desde los años 50», repasa durante una entrevista por videoconferencia desde Washington. «Pero lo diferente es que desde noviembre de 2022, con la llegada de ChatGPT, esa capacidad no está solo en las manos de la gente que tiene conocimientos técnicos avanzados y complejos; ahora esas capacidades están en manos de cualquier persona, y esto ha supuesto un cambio drástico. Cada vez va a ser más fácil para cualquiera poder hacer más cosas complicadas con IA, usando voz, vídeos, fotos y textos con un único programa, en lugar de usar varios como hay que hacer ahora».
Este ingeniero vaticina «cambios increíbles en todo» y eso que opina que estamos aún «al principio» de esta revolución tecnológica. Si comparamos el avance de la IA con el desarrollo de una persona, todavía «seríamos un bebé que está gateando, a punto de andar». «Queda muchísimo por avanzar», subraya.
La siguiente fase será alcanzar la Inteligencia Artificial General (IAG), que es una inteligencia artificial más desarrollada que la IA generativa que hemos experimentado hasta ahora. «La IA que tenemos ahora es buenísima en un tema específico o en una tarea, por ejemplo, escribir artículos o encontrar patrones, pero son cosas lineales. La IAG hará varias cosas a la vez, como los humanos, podrá resolver problemas a otro nivel, más complicados, tendrá memoria a largo plazo y va a tener mucha más creatividad, más capacidad de razonamiento que los actuales sistemas, y será experto en áreas transversales, no solo en un área».
Hatamleh cree que a finales de esta década deberíamos llegar a esa segunda fase, es decir, pasar de la IA a la IAG. «Pero va a ser gradual», puntualiza. «Habrá una etapa de transición y va a haber debate, con personas que digan que ya se ha alcanzado y otras que no, porque son muchas fases las que hay que cumplir para que haya consenso a la hora de afirmar que hemos llegado a la IAG. Cuando lleguemos a ella, van a cambiar las cosas completamente».
Y nos va a obligar a cambiar a nosotros. La cita de Albert Einstein que abre su libro -«La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar«- condensa lo que él considera fundamental para adaptarnos a lo que viene.
Esta capacidad de cambio, subraya, afectará a todos los aspectos de nuestra vida, desde las relaciones personales al trabajo pasando por la educación. De hecho, considera que han quedado atrás los días en los que se confiaba en las habilidades tradicionales para abrir las puertas que conducen al éxito. «Hay estadísticas que dicen que entre el 60 y el 70% de los trabajos que habrá de aquí a 10 años no existen todavía. Por eso, cuando me preguntan, ‘¿qué puedo estudiar?’, yo respondo que lo más importante no son los estudios específicos que hagas, sino adquirir cosas básicas que te puedan dar ventaja en las próximas dos décadas».
Así, recomienda «dejar de hablar de cociente intelectual y añadir el cociente de adaptabilidad y el cociente emocional; capacidades como tener pensamiento crítico y pensar exponencialmente son básicas para adaptarse al cambio, así como aprender continuamente. Esto es lo que te va a dar ventaja. La única constante va a ser el cambio, cambiar de rol, de especialidad, de trabajo…». Y además de «aprender continuamente», será necesario también «desaprender».
Afirma que la irrupción de la IA tendrá un gran impacto en el empleo y reemplazará muchos trabajos, incluso aquellos que requieren tareas creativas o intelectuales y que solemos pensar que sólo podemos hacer las personas. «Cuanto más creativa sea la profesión, más tardará en sustituirse. Ahora lo que se dice es: ‘La IA no te puede quitar el trabajo aún, pero sí puede quitártelo la gente que sabe manejar la IA’, y yo estoy de acuerdo. Pero le pondría una fecha de caducidad: cuando lleguemos a la IAG, cambiará. Ahora ayuda en medicina, ingeniería, arquitectura, leyes o finanzas a hacer mejor y más rápido el trabajo, pero eventualmente llegaremos a un nivel en el que el sistema de inteligencia artificial podrá desempeñar esas profesiones mucho más rápido y de forma más eficiente».
En concreto, considera que «la emergencia de robots humanoides, combinada con los sistemas de IA superavanzados, va a cambiar muchísimo la forma de trabajar, reemplazando muchos trabajos intelectuales pero también manuales porque podrán trabajar en factorías, en agricultura o construcción. Es cuestión de tiempo», argumenta.
En la práctica, continúa Hatamleh, esto supondrá que «esos sistemas van a reemplazar muchos de los trabajos manuales que ahora dependen de la inmigración». Una de las consecuencias será que «va a hacer falta menos mano de obra y esto va a tener repercusiones geopolíticas. Porque no sólo va a afectar a países como España en los que nacen pocos niños y dependen mucho de la migración para cubrir puestos de trabajo y que la economía siga avanzando. Los países de origen de esos trabajadores se verán muy afectados porque suelen depender mucho de los envíos que hacen».
Esas transformaciones, reflexiona, obligarán a replantearnos toda la sociedad: «Si muchos trabajos pasan a hacerlos robots humanoides, ¿cómo va a ser la economía del futuro? ¿Qué ingresos va a tener la gente? Va a haber muchas cosas buenas y beneficios, pero hay muchas cosas que hay que abordar y encontrar soluciones que tengan sentido ante todos estos cambios«.
Por otro lado, la sociedad tendrá que adaptarse a que vivamos más años, pues uno de los aspectos positivos que él destaca de la IA es la forma en la que «está cambiando drásticamente» campos como la medicina o la longevidad gracias al desarrollo de varias áreas. «Ahora tenemos un promedio de vida en España de 82 o 83 años, en otros son 70 o 75. La IA está avanzando muchísimo en la comprensión de las causas por las que envejecemos. La segunda área es que nos ayudará a imprimir órganos humanos con la misma genética de una persona para evitar rechazos; y tendremos gemelos digitales, de modo que la medicina será totalmente individualizada. Se harán millones de simulaciones en nuestro gemelo digital para ver qué tratamiento médico es más efectivo para ti por tu genética», expone. Una medicina mucho más eficiente será sólo el primer paso: «Más adelante se podrá saber con antelación qué enfermedades vas a sufrir».
Teniendo en cuenta todos estos avances en medicina, estima que «la vida podrá extenderse hasta los 100 o 120 años en las próximas dos décadas», lo que obligará a reformar asimismo todo el sistema laboral y de jubilación.
Además de la pérdida de muchos empleos que ahora hacemos las personas, «en la parte mala» de la IA menciona «el impacto en la ciberseguridad -incluyendo asuntos militares-, en la privacidad de las personas y el riesgo de que la gente que tenga acceso a la IA tenga mucho más poder e influencia».
«En la época en la que yo iba al colegio, si querías aprender algo ibas a la biblioteca y sacabas libros, había muchos dónde elegir. Luego pasamos a internet, buscamos las cosas en Google, el orden en el que aparecen los resultados depende de intereses comerciales pero tienes bastantes opciones. Ahora vamos a preguntar directamente a sistemas de IA como ChatGPT y la respuesta que dé normalmente va a ser la que va a aceptar la gente. Habría que ver qué compañía está detrás y cuáles son los intereses porque puede que la respuesta esté influenciada quien controla ese sistema», advierte.
Otra posible consecuencia «es la creación de culturas y religiones nuevas porque la gente va a ver la IA avanzada como una entidad espiritual, casi como un Dios. De nuevo volvemos a lo mismo, ¿quién la controla? Los sociólogos están viendo que posiblemente la IA será tan potente y tan fuerte que mucha gente la verá como una religión, como algo espiritual y sagrado. Y quien controle ese sistema puede manejar a esa gente».
Cree también que «la tecnología va a afectar a la evolución de las personas, tanto física como intelectualmente», además de afectar a nuestra capacidad de concentración: «Normalmente las personas tienen las mejores ideas e innovan cuando están aburridas. Cuando estás continuamente ocupado o distraído con estos sistemas, disminuye la capacidad intelectual».
Y es que «pasar tanto tiempo pegados al móvil o al ordenador afecta al cuello, a los dedos de la mano, a la vista… pero lo más importante es cómo afecta a la capacidad intelectual». Como ejemplo, menciona estudios que sostienen que en las personas de más 50 años que dejan de conducir baja drásticamente su capacidad intelectual: «En un futuro no muy lejano, tener coches que se conducen solos y depender de sistemas inteligentes para hacer muchas cosas que ahora hacemos nosotros va a afectar a la evolución del intelecto humano, para mal. Tenemos que tener cuidado con eso».
Paralelamente, todos estos sistemas de IA van a transformar la forma en la que interactúa la sociedad: «Antes se hablaba en persona, pero ahora los jóvenes comunican el 50 o el 60% por texto, redes sociales o medios electrónicos. Habrá gente que prefiera hablar con sistemas de IA que sean más compatibles con su personalidad, y que considere que sus mejores amigos sean esos sistemas y los robots humanoides muy avanzados».
Tendremos que aprender también a convivir con los robots humanoides: «Ahora acompañan a personas mayores que están solas. Pero siendo conservadores, dentro de 50 años será casi imposible distinguir a un robot humanoide de una persona. Físicamente van a ser muy parecidos, serán mucho más inteligentes y tendrán las cualidades que quieras que tengan. ¿Cómo vamos a competir con los robots? ¿Cómo va a cambiar la sociedad?», plantea. «Y aunque ahora pueda parecer una tontería, los robots tendrán derechos. Hemos hecho estudios y hemos visto que la gente se siente mal cuando ve a una persona maltratando a un robot. Cuando se parezcan mucho a una persona, y tengas la sensación de que pueden tener emociones va a ser muy complicada la relación con ellos».
Hará falta repensarlo todo, y por ello, «los temas éticos van a ser muy importantes».
-¿Se está avanzando tecnológicamente a una velocidad demasiado rápida para que podamos entender esos avances y protegernos de los riesgos de la IA a través de políticas y del desarrollo ético?
-Como la IA avanza a un nivel tan rápido, el desarrollo de políticas regulatorias requiere mucho tiempo y no está adaptado a un cambio tan rápido. Esas políticas tendrían que ser más proactivas y flexibles, pero al mismo tiempo no puedes poner muchas normas y regulaciones porque la innovación se pararía, tienes que encontrar un equilibrio que garantice el respeto de los derechos humanos, la transparencia y seguridad, y al mismo tiempo permitir que se pueda innovar.
En ese sentido, cree inviable un parón de seis meses en el desarrollo de la IA, como reclamaron algunos de los más destacados investigadores de este campo en una carta publicada el año pasado. «Mi opinión personal es que parar seis meses es parar a un grupo porque no va a parar todo el mundo. Mucha gente va a seguir avanzando y lo único que vas a conseguir es darles ventaja. Lo que tenemos que hacer no es parar, sino trabajar colectivamente desde el principio entre reguladores, ingenieros, expertos en computación , en ética, en psicología… como un grupo. No hay que esperar al final y luego crear las regulaciones».
Asimismo, valora positivamente la Ley de Inteligencia Artificial de la UE, que entró en vigor el pasado agosto: «Es un buen principio y tiene muchas cosas buenas, pero hay que adaptarla, no vale con hacer la ley, hay que evaluarla y hacerle modificaciones», sostiene.
También se muestra partidario de las cumbres de Seguridad de IA celebradas en Reino Unido (en octubre) y en Corea del Sur (en mayo). «Se aprenden cosas nuevas y te enteras de lo qué están haciendo los demás, porque en IA no podemos estar aislados. Obviamente cada región tendrá su regulación pero hay que ver cómo trabajar juntos para disminuir los riesgos de la IA y amplificar sus beneficios».
-¿Ve posible compatibilizar un avance de la IA sin frenos con la seguridad?
-Es complicado, yo no creo que podamos llegar al 100% a un estado óptimo, pero sí podemos tener muchos avances y acercarnos lo más posible a ese escenario. Como el cambio es exponencial, no podemos saber qué va a ocurrir para poder avanzar. El humano moderno lleva unos 300.000 años de existencia y hemos evolucionado lentamente, desde que éramos ganaderos pensamos de forma lineal pero ahora tenemos que cambiar completamente el modo en que pensamos.
Ese es desde su punto de vista, el único mantra del que hay certeza: «El cambio va a ser la única constante».