Israel deja casas destrozadas, autos quemados y casquillos de bala en Yenín

(AFP) Los soldados israelíes se fueron de Yenín, en Cisjordania ocupada, pero dejaron las huellas de su mortífera operación militar: casas destrozadas, autos calcinados y calles cubiertas de escombros, cristales y casquillos de bala.

«No hay electricidad, ni agua, no hay nada», dice Siham al Naaja, una mujer de 53 años, mientras muestra su apartamento.

En el interior, las ventanas están rotas, los muebles tumbados, y el suelo está recubierto de objetos.

Naaja señala el azúcar esparcido en la cocina y un juguete de plástico roto en otra habitación.

Esta mujer acusa a las fuerzas israelíes de haber robado dinero y oro que pertenecía a su familia.

Contactado por AFP, el ejército no quiso hacer comentarios sobre estas acusaciones.

– Por sorpresa –

Naaja es una de las 3.000 personas residentes en el campo de refugiados de Yenín que huyeron en la noche del lunes después de que Israel lanzara una operación de gran envergadura, en la que murieron 12 palestinos y un soldado israelí.

Fundado en 1953, es uno de los campamentos más pobres y más densamente poblado de Cisjordania, territorio ocupado por Israel desde 1967.

En él viven unas 18.000 personas, que forman parte de los 760.000 palestinos que huyeron o fueron expulsados de sus casas tras la creación (forzosa) del Estado de Israel en 1948.

Con el tiempo, las tiendas de campaña fueron reemplazadas por casas y este sector parece ahora un barrio de la ciudad de Yenín.

Muchos palestinos consideran que tienen el derecho de defenderse contra una potencia ocupante, y numerosos carteles en los muros de Yenín rinden homenaje a los «mártires» de la lucha armada.

El norte de Cisjordania, bastión de grupos armados palestinos, ha sido escenario en múltiples ocasiones de incursiones militares israelíes. Pero la operación en Yenín de esta semana es la más violenta en años, con cientos de soldados desplegados, drones y buldócers militares destrozando calles.

Israel afirma que la incursión era necesaria para combatir contra militantes palestinos, sus infraestructuras y depósitos de armas.

Según Mahdi Jalysa, de 18 años, la población fue tomada por sorpresa.

«No teníamos comida», dice, mientras fuma un cigarrillo entre restos de casquillos.

– Efectos psicológicos –

«El ejército entró en el campamento, lo primero que hicieron fue (lanzar) bombardeos», recuerda este chico, que señala una bolsa de comida con inscripciones en hebrero, abandonada según él por los soldados.

En el barrio devastado, los escombros se acumulan en las carreteras, junto con cables eléctricos derribados y charcos de gasolina.

Arrodillado cerca de una de los numerosos coches destrozados, un hombre intenta recuperar algunos objetos del maletero del auto que, según él, es de su hermano.

Unas calles más allá, una mujer apila escombros cerca de su casa, donde se produjo un bombardeo israelí, explica. Los muros del edificio de enfrente están ennegrecidos.

Muchos vecinos del campamento encontraron refugio en las casas de los habitantes de Yenín.

En las entradas de los hospitales de la ciudad, donde están ingresados decenas de heridos, se acumulan pañales y comida para ayudar a la población.

En el interior del campamento, Khadar Masalhah organiza la distribución de víveres.

La incursión israelí tendrá, en su opinión, consecuencias físicas y psicológicas durante mucho tiempo. Sobre todo para las personas mayores y los niños, advierte.

«Durante dos días», cuenta, «se les negó poder sonreír».

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