El PRM y las alianzas

Rosario Espinal

En las elecciones de 2020 el PRM logró conformar una gran alianza partidaria. Por un lado, con partidos que pactaron a todos los niveles de elección (siete en total, incluyendo al PRM). Por el otro, a nivel legislativo y municipal, con partidos que llevaron a Leonel Fernández de candidato presidencial (seis en total) y Alianza País que llevó a Guillermo Moreno.

Para el 2024, no es de interés electoral para el PRM pactar con partidos que lleven candidaturas presidenciales propias porque sus cañones apuntan a lograr una victoria clara de Luis Abinader en primera vuelta. Eso implica que su abanico de aliados partidarios podría ser menor en el 2024, a menos que desarticule la alianza que conformó el PLD en el 2020.

Para moderar la merma de posibles aliados, el PRM utiliza dos estrategias principales: 1) lograr que una parte de los partidos pequeños de ultraderecha que llevaron a Leonel de candidato presidencial en el 2020 apoyen la candidatura presidencial de Abinader en el 2024 (sería el caso, en particular, del PRSC y la FNP); y 2) atraer tránsfugas de la oposición para proyectar fortaleza electoral. Una tercera que parece no ha concretizado todavía es desarticular la propuesta presidencial de Alianza País mediante una oferta atractiva.

En su objetivo de atraer el apoyo de los pequeños partidos de ultraderecha, el Gobierno ha asumido desde el año 2021 la agenda sobre Haití y la migración haitiana de ese sector. No por casualidad el presidente Abinader no cesa de hablar sobre ese tema con escasos resultados reales, más allá de mantener en vilo a los inmigrantes haitianos y sus descendientes, y facilitar el abuso de las autoridades de migración y los militares de frontera.

El recibimiento de los tránsfugas con algarabía es un arma de doble filo para el PRM. Proyecta agrandamiento del poder, pero genera también descontentos dentro y fuera del partido. Dentro, porque los recién llegados negocian mantener sus candidaturas a expensas de los perremeístas que han estado a la espera, y fuera, porque la ciudadanía observa cómo los “malos” de la oposición se convierten en “buenos” si pasan al PRM.

En esencia, el transfuguismo es un acto de oportunismo político y la gente lo sabe, aunque los tránsfugas revistan su accionar con cartas y pronunciamientos rimbombantes, alegando principios y convicciones, y criticando a sus exjefes políticos.

Lo que se observa en este momento es que la gran concertación del cambio democrático que encabezó el PRM en el 2020 podría convertirse en la concertación del estatus quo para el 2024. Eso no significa que perderían las próximas elecciones, sino que tendrían dificultad para ampliar su base electoral.

El PRM está compelido a trabajar para ganar en primera vuelta y ahí concentrará su estrategia de alianzas, ya que, una segunda vuelta, aún la ganara, significaría la construcción de un poder precario en condiciones que, en general, son favorables para un triunfo cómodo del PRM por la división del peledeísmo y los casos de corrupción en proceso de juicio.


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