Por Rommel Santos Diaz
En el escenario internacional actual caracterizado por las tensas relaciones entre las principales potencias del mundo los estados deben miembros de la Organización de las Naciones Unidas deben unirse para fortalecer los esfuerzos internacionales que contribuyan a fomentar un diálogo mundial para la promoción de una cultura de tolerancia y de paz a todos los niveles, basado en el respeto por los derechos humanos y la diversidad de creencias y religiosas.
Constituye un gran reto para la comunidad internacional la búsqueda de la paz en un activo proceso de participación en sistemas para ejecutar y proteger los derechos humanos fundamentales, eliminando los obstáculos generados por conflictos que se pueden solucionar mediante un ejercicio efectivo de la tolerancia entre las partes.
Para los Estados es un deber moral y una exigencia política y jurídica fomentar políticas públicas que fomenten la tolerancia y la resolución pacífica de conflictos desempeñando un rol activo. En ese sentido la tolerancia contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.
Conviene destacar que la tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás.
En otro orden, la tolerancia no debe utilizarse para justificar el quebrantamiento de los valores fundamentales, la misma debe ser practicada por los individuos, los grupos y los Estados.
Según la Declaración de la Tolerancia, esta es la responsabilidad que sustenta los derechos humanos, el pluralismo, la democracia y el Estado de derecho. Supone el rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos.
Es importante señalar que el respeto de los derechos humanos, y practicar la tolerancia no significa tolerar la injusticia social, ni renunciar a las convicciones personales o atemperarlas. Significa que toda persona es libre de adherirse a sus propias convicciones y acepta que los demás se adhieran a las suyas.
Los seres humanos, naturalmente caracterizados por la diversidad de su respeto, su situación, su forma de expresarse, su comportamiento y sus valores, tienen derecho a vivir en paz y a ser como son. En ese orden significa que uno no debe imponer sus opiniones a los demás.
Finalmente, la comunidad internacional integrada por los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas tienen el gran desafío y la gran oportunidad de adoptar actitudes y políticas en el orden diplomático de promoción y fomento de la tolerancia y la paz a nivel mundial, sobre todo en los actuales momentos de tensión entre las principales potencias del globo.
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