APOSTILLAS
Federico Sánchez -FS fedor-
Sí, como que hay muchos, y me temo que hay que cuidarse de ellos. Se les ve en todas partes, en las redes sociales, y en los medios tradicionales. En los partidos políticos, nuevos y viejos, y en las sociedades civiles, y hasta en forma individual, buscando una salida para beneficiarse con los sentimientos sanos de los ciudadanos comunes y aditivos del ¨buen hacer y bien pensar¨.
De modo que hay que cuidarse de los simuladores, de sus estulticias transparentes, de sus astucias para esquilmar al más bonito, de sus osadías incandescentes para esconder sus promesas y que en un futuro no muy lejano nos llevamos tremenda sorpresa al ver incumplida su verborrea barata. Sus hipocresías baratas bien disimuladas, al nuevo estilo pragmático, engañan al más bonito. Pues sus alabanzas, sus lisonjas inicuas, no son inocuas, y más que eso parecen muy vacuas. Aunque muy disimuladoras.
Es muy sencillo, y efervescente. Sólo hay que tomar conciencia de la situación imperante y su condescendencia, de su arbitrio disimulador, tan frío como dentelladas calientes en sus estampas callejeras, sediciosas, de sus argucias altivas, de camaleón, de sus farsas caricaturescas. Son ditirambos que a veces convencen, por su sencillez al manifestarlos. Elogios a granel de las buenas intenciones respeto a quienes exaltan: el gobierno de turno –y los que vengan-, un funcionario, un político rico –heredero o doloso-, un ascendente urbano-artístico, en fin, una caterva de personalidades o instituciones que pueden agradar a los expertos en la disimulación, a veces sonora, bulliciosa, otro tanto relajada.
Sí, tan sólo cuidémonos de ellos, los que son expertos en argucia y alevosía, devotos de la untuosidad; ésos que bajo la lluvia de mayo se empeñan en crear un falso abril con una copa de cristal mirando hacia el cielo, pretendiendo que no nos enojemos del mal rato que pudiéramos pasar, pero que siempre apañan
nuestras ilusiones con magia de inusitada delicadeza. Y nuestros deseos y necesidades se quedan a mitad de camino, al final de ese camino barato que trazaron, y que quedamos asombrados, y más que tristes, estupefactos, al ver ausencia de resultados consecuentes, con sus corolarios insólitos, inclementes.
Y recordemos que no hay albergues frescos o acalorados que nos acojan placenteramente, gozosos, sin su perfidia, y sin que nos ofrezcan dádivas vehementes, veladas útiles, o que dobleguen voluntades, hechas a la disposición de sus licencias, y sus cánones, y sus normas, ésas que humillan nuestro Currículum de Vida, creyendo sus promesas, que finalmente caen en el vacío.
Cuidémonos de los más intrépidos, y sus dobleces, de los que arremeten las lluvias desde un pódium de humildad, y observemos que sus miradas oblicuas, sesgadas, a veces, que aparentemente reverdecen la tarde, pero no, sólo es un gesto cimarrón de su nuevo orden, que nos envilecen a corto plazo.
Prestemos mucha atención a los que dicen, sin miramientos, que somos importantes, trascendentales, como un amanecer tranquilo, de leve sustantividad, pues simplemente disfrazan sus palabras con artilugios y acrobacias, envolviéndonos en un abracadabra que obnubila la mente, y que adornan de oropeles baratos y quisquillosos, que nos sumergen en el mar de las brumas, en su pedestre felonía. Inventan que la dicha es triste sólo si se lleva un rosario con que contemos nuestras letanías.
Sí, cuidémonos de los simuladores de fortunas, de los que cojean al caminar sin muletas, con exabruptos y carromatos superficiales, pues sus estrategias es crear una falsa visión de sus abundancias para presentarlas en el futuro con artilugios, con gravamen de regularidad, como una situación normal, cálidamente progresiva y estimulante. Luego suelen lavar e invertir y condonar sus deudas, con redituables ganancias.
Cuidémonos de los simuladores, no vaya a ser que caigamos en un abismo sin regreso y sea muy tarde ya para darnos cuentas de sus artes de birlibirloque,
de sus saltabancos sin zancos, de sus zancadillas disfrazadas. No obviemos sus oscuras, sus malas, sus estrepitosas intenciones arrebatadoras.
En efecto, desde hoy en adelante, cuidémonos, que a veces el precavido vale por dos, y al querer coger el camino más fácil puede que lo lleve una virulenta sorpresa, y al final… no tendría que llorar. Pues una insufrible veleidad no podría tolerar.
Hay que cuidarnos del simulador inconfeso, para no sentirnos afectado con su teatralidad a medio tiempo, con su drama de baja estofa, con su farsa de ópera adulona, de teatro mal montado, con una comedia sin ton ni son, cuya sobreactuación nos sorprende, nos atrae e involucra una aceptación sin condición alguna, para que no pensemos que el mar sin lluvias no es precioso.
Y qué decir del ditirambo simulador, de la exaltación del comediante, o del crítico complaciente a destajos, o el articulista fabulador, vendedor de palabras, mamarracho de soledades, con su bocina vocinglera, adulona, todo un gárrulo del gobierno, quien le restituye canonjías, favores monetarios. Sí, cuidémonos del ventrílocuo a la deriva y reproductor de falacias, y sin tapujos ni desánimos, del vendedor de soledades, del patriotero apátrida, vociferante halagüeño del forastero, del que urde tramas a oscuras contra la patria, el árido arribista, inoportuno, poseedor de una mala conciencia, de paliduchas palabras embrujantes.
Tratemos de comprender, de entrever la simulada salida del cobarde en una urgente y despavorida huida, en una nueva versión de escapada, para así poder sobreseer los cargos punitivos. Entonces, es lo que he venido tratando de decir desde el principio, como un agorero, como una pitonisa en alta mar o en el desierto polvoroso, cuidémonos del simulador, y al final… no tendremos que lamentar. Que lloriquear…, al ser arruinado ingenuamente.
El autor es Periodista, Publicista, Cronista de Cine, Catedrático -universidades O&M y UTESA–. Escritor -Poeta, Narrador, Dramaturgo, Ensayista-. Se declara Humanista Universal. E-Mail:anthoniofederico9@gmail.com. FaceBook: Federico Sánchez. Wasap: 809-353-7870.
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