Por Valdir da Silva Bezerra
El mundo está inquieto por saber quién recibirá las llaves del Despacho Oval en noviembre de 2024. Para muchos, el regreso de Donald Trump a la presidencia está cada vez más cerca, y con eso se forman una serie de expectativas sobre el futuro de la política exterior estadounidense.
Las próximas elecciones presidenciales en EEUU se consideran como un verdadero punto de inflexión en las relaciones internacionales, capaz de tener importantes consecuencias para la proyección del poder estadounidense en el mundo. En cuanto a Trump, sus puntos de vista en política exterior no han cambiado mucho desde que dejó el cargo en 2021, pero el entorno en el que se encuentra el mundo hoy ha cambiado.
En general, el primer mandato de Trump como presidente ha estado marcado por una serie de acontecimientos importantes. A modo de ejemplo, tuvimos el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, la retirada de EEUU del tratado comercial Transpacífico, la adopción de la guerra comercial con China, la visita de Trump a Corea del Norte y el intento, al menos inicial, de mejorar las relaciones con Rusia a través de la diplomacia presidencial.
Sin embargo, hoy vivimos en un clima internacional muy diferente y considerablemente más peligroso que durante el primer mandato de Trump. Dos grandes conflictos están actualmente en curso, entre Occidente y Rusia en Ucrania y entre Israel y Hamás en Gaza. También persisten otros conflictos menores, desde el continente africano hasta América Latina.
Mientras tanto, el orden internacional y las organizaciones multilaterales como la ONU sufren una pérdida latente de legitimidad, lo que aumenta aún más la presión y el escrutinio sobre los próximos pasos de la política exterior estadounidense.
Sin embargo, mientras se libran guerras fuera de EEUU, también hay una guerra dentro del propio país. Se trata de la guerra cultural entre los defensores de los valores tradicionales y los defensores del progresismo, una lucha que está erosionando cada vez más el ya deshilachado tejido social del país norteamericano.
En esta guerra interna, Biden y Trump representan posiciones diametralmente opuestas, con el republicano apelando al electorado más conservador/religioso, mientras que el demócrata apuesta por agendas políticas más plurales y menos preocupadas por la tradición.
Al mismo tiempo, en sus numerosas manifestaciones por todo el país, Trump se ha burlado de la condición senil de Biden, poniendo en duda la capacidad del actual presidente estadounidense para dirigir los asuntos de la Casa Blanca durante otro mandato.
Desde el punto de vista de la política exterior, Trump y Biden también tienen visiones diferentes sobre la estrategia de inserción internacional de EEUU. Trump es más aislacionista, Biden más intervencionista. En consecuencia, varias naciones del mundo, ya sean aliadas o adversarias de los norteamericanos, intentan prepararse para lo que pueda ocurrir en noviembre, dado que el resultado de las elecciones servirá de brújula para el comportamiento esperado de la política exterior estadounidense.
Al fin y al cabo, cuando la Casa Blanca atraviesa una transición de administración, los efectos sobre el sistema internacional son evidentes, dada la posición privilegiada de Estados Unidos y su poder de influencia en instituciones como la ONU y las organizaciones de Bretton Woods. En muchas cancillerías, especialmente en el continente europeo, existe un sentimiento de ansiosa expectación ante el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses, precisamente por la actual dependencia de Europa de la Casa Blanca.
Si gana Trump, los europeos volverán a tener dificultades en su relación con los dirigentes estadounidenses en cuestiones clave como la lucha contra el calentamiento global, la financiación de la OTAN, la ayuda militar a Ucrania, el conflicto de Gaza y otras.
Sin embargo, hay algunos líderes mundiales que sin duda acogerían con satisfacción el regreso de Trump a la Casa Blanca. Entre ellos se encuentran el mandatario israelí, Benjamín Netanyahu, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, el presidente indio, Narendra Modi, y el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán.
Con estos líderes, Trump encuentra algunos puntos en común, ya sea en la defensa de los valores tradicionales o en la retórica más nacionalista y religiosa.
En el caso concreto de Israel y su conflicto en Gaza, por ejemplo, es de esperar que Trump no solo mantenga, sino que aumente su apoyo a las iniciativas del Gobierno de Benjamín Netanyahu, dada la identificación del electorado evangélico estadounidense con Israel.
En cuanto a China, la tendencia apunta a un empeoramiento de las relaciones entre Washington y Pekín, dado que Trump tiene una visión muy negativa del creciente poder económico y militar de China en el mundo.
Respecto a los aliados de EEUU en Europa, pueden esperar un trato poco sentimental por parte de Trump, que ve a los europeos como especuladores, lo cual es verdad en cierto sentido. No es de extrañar que hace unos meses Trump llegara a decir que Rusia podía hacer lo que quisiera con Europa si los miembros europeos de la OTAN no aumentaban su contribución financiera a la Alianza Atlántica.
Esta misma Europa, sin embargo, se ha acostumbrado a dejar su seguridad en manos de los estadounidenses desde el final de la Segunda Guerra Mundial, lo que ha colocado al continente en una posición de auténtico vasallaje respecto a EEUU. Prueba de ello es que Washington sufraga la mayor parte de la ayuda militar y financiera a Ucrania en el marco de la guerra de Occidente contra Rusia.
Por eso, si Trump gana las elecciones, Zelenski se encontrará en una situación muy delicada, ya que si no muestra éxito en el frente, será difícil justificar la continuidad de la ayuda estadounidense a Kiev. Al final, con Trump como presidente, se puede decir que Zelenski y los dirigentes ucranianos estarán más cerca de volver a la mesa de negociaciones para encontrar una salida pacífica al conflicto.
Ucrania, por tanto, al igual que el resto del mundo, se prepara para el resultado de las elecciones de noviembre en EEUU. Después de todo, Trump puede estar cerca de volver al ruedo. Y su segunda ronda promete ser más impactante que la primera.
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