David Brooks y Jim Cason
Nueva York y Washington.- El golpe militar en Chile en 1973 fue también uno de tipo neoliberal guiado por los Chicago Boys, quienes implementaron el modelo económico en su país que después se impulsaría por todo el hemisferio bajo el llamado “Consenso de Washington” hasta ser derrotado por una rebelión democrática en el continente.
El grupo de economistas chilenos formados en la Universidad de Chicago, bautizados como los Chicago Boys, fueron educados por el profesor Milton Friedman, el gurú del neoliberalismo.
Poco después del golpe del 11 de septiembre de 1973 fueron encargados por la dictadura de Augusto Pinochet de “reformar” la economía bajo la doctrina del “libre mercado”, desmantelando el estado de bienestar, privatizando amplias partes de la economía y generando lo que sería bautizado como “el milagro chileno”, algo que se exportaría al resto del hemisferio incluyendo a México y Estados Unidos. (https://www.jornada.com.mx/2023/09/ 01/economia/017e1eco).
Los Chicago Boys elaborarían en los meses antes del golpe lo que se llamó “El ladrillo”, un documento para su proyecto de una contrarrevolución capitalista que, según algunos, jugó un papel en convencer a los militares de proceder con el golpe. Poco después, Pinochet coloca a los Chicago Boys en los ministerios de Economía y Hacienda.
En 1975, los integrantes de esas carteras invitaron a Friedman a Chile, donde se reunió, entre otros, con Pinochet a quien le recomendó la receta económica del famoso “tratamiento shock”, lo cual incluye un régimen extremo de austeridad, recorte del gasto social, recorte del sector público y apertura de la economía al mercado internacional, entre otras cosas. En Chile hasta se empezó a trasmitir el programa de televisión de Friedman Free to Choose (Friedman Libre para Elegir).
“Chile se convirtió en un laboratorio para el neoliberalismo de Milton Friedman. El nuevo régimen aplicó el dolor de “la terapia de shock” a una tierra cautiva. En lugar de un ejemplo brillante de un país que podría aspirar pacíficamente a un orden social radicalmente justo, fuimos convertidos en un modelo económico de libre mercado extremo, que sería imitado en el mundo”, resumió Ariel Dorfman en un ensayo reciente en el New York Review of Books.
Orlando Letelier, embajador a Estados Unidos, ex canciller y ministro de Defensa de Allende, denunció, en un artículo publicado en The Nation en 1976, cómo los promotores de la “libertad de mercado” no tenían gran problema con la anulación de la libertad política de la junta para implementar su receta. Señaló que, aunque los Chicago Boys fracasaron en su supuesto objetivo de generar prosperidad y controlar la inflación, “sí tuvieron éxito… en su propósito más amplio: asegurar el poder económico y político de una pequeña clase dominante al efectuar una transferencia masiva de riqueza desde las clases bajas y medias a un grupo selecto de monopolistas y especuladores financieros”.
Dorfman concluyó: “Mientras los Chicago Boys ofrecen la apariencia de respetabilidad técnica a los sueños laissez-faire y avaricia política de la vieja oligarquía terrateniente y la alta burguesía de los monopolistas y especuladores financieros, los militares han aplicado la fuerza brutal requerida para lograr estos objetivos. Represión para las mayorías y ‘libertad económica’ para pequeños grupos privilegiados son dos lados de la misma moneda en Chile” (https://www.thenation.com/article/archive/ the-chicago-boys-in-chile-economic-freedoms-awful-toll/).
Un mes después de escribir estas palabras, el 21 de septiembre de 1976, Letelier –tal vez la voz chilena internacional contra Pinochet de mayor perfil–, sería asesinado junto con su asistente por órdenes de Pinochet al estallar explosivos instalados en su auto en Washington–una víctima más de la Operación Cóndor –en lo que fue considerado el acto más grave de terrorismo internacional en la capital estadunidense hasta el 11 de septiembre de 2001 (el mismo mes del golpe en Chile 28 años antes).
El debate sobre si el país andino fue un “éxito” persiste en Estados Unidos. El ex secretario de Estado George Shultz, decano de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago, se atrevió a declarar en una entrevista en 2020 que “nuestros Chicago Boys produjeron la única economía realmente buena en América Latina en los años 80; fue sensacional”. Elogios como estos evitan referencias a la destrucción brutal de una democracia.
Los defensores y promotores del neoliberalismo también ignoran la ola de resistencia al capitalismo a ultranza en el hemisferio, incluyendo en el país que exportó ese modelo. En Estados Unidos, en los años 90, estalló un movimiento popular encabezado por sindicatos, pequeños productores agrarios, ambientalistas y migrantes, entre otros, primero en oposición al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Ese movimiento se volvió hemisférico en oposición a la propuesta neoliberal de extender ese modelo de libres mercados vinculados mediante un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) bajo el llamado “Consenso de Washington”.
Ese movimiento, bautizado después como “altermundista”, en parte inspirado por la rebelión zapatista en México, sorprendió a las cúpulas convocadas por la Organización Mundial de Comercio en la llamada Batalla de Seattle en 1999, y de ahí dio la vuelta al mundo.
El neoliberalismo nació y triunfó en Sudamérica, pero su derrota inicial fue declarada en Sudamérica también, donde gobiernos progresistas fueron elegidos en gran medida por una rebelión cívica contra el neoliberalismo.
En 2005, el presidente Hugo Chávez, con Diego Maradona a su lado, ante miles de luchadores sociales congregados en la Cumbre de los Pueblos, evento paralelo a la oficial Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, alzó una pala y declaró que ahí los pueblos de América estaban enterrando el sueño neoliberal hemisférico del supuesto “Consenso de Washington”: el Acuerdo de Libre Comercio de América, o ALCA, coreando “¡Alca, alca, alca, al-ca-rajo!”
Ahí no sólo se sepultó el “Consenso de Washington”, sino que fue un triunfo de la ola antineoliberal que continuó en los países de la región (con retrocesos y batallas con fuerzas neofascistas que se nutren del desastre que dejó el neoliberalismo hasta la fecha) con las elecciones de Luiz Inácio Lula en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y José Mujica en Uruguay, continuando más recientemente en México, Honduras, Estados Unidos. En 2021, sorprendió el triunfo del ex líder estudiantil Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de Chile, quien entre sus consignas de campaña repetía: “si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”. Esa ola continuó en Colombia y recientemente en Guatemala.
Cincuenta años después, en lugar del “Consenso de Washington” existe un consenso antineoliberal en varias partes del hemisferio y hasta en Chicago hay un nuevo alcalde, quien fue organizador en el sindicato magisterial con una visión antineoliberal al ganar en las urnas con la promesa de expandir de manera masiva los programas sociales, la apertura de escuelas y la creación de vivienda para las mayorías.
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