El expresidente Carter advirtió sobre las 300 bombas termonucleares que Israel oculta

Alfredo Jalife-Rahme

Después de tantas imprecaciones escatológicas de altos funcionarios israelíes para bombardear a Gaza y a Irán, su política de «ambigüedad y opacidad estratégicas», que ni niega ni acepta la posesión de su ominoso arsenal, ha quedado al descubierto, por lo que su dotación de 300 armas nucleares clandestinas debe ser motivo de inspección de la AIEA.

Han causado revuelo global las amenazas de altos políticos de Israel para lanzar bombas nucleares sobre Gaza e Irán.

Primero, por el primer ministro Netanyahu en la Asamblea General de la ONU del 22 de septiembre, donde usó su deterrence nuclear —del latín deterrere: disuasión por el terror— contra Irán, de lo que luego se retractó.

Luego, la legisladora Revital Gotliv, del Partido Likud, aliada de Netanyahu, emitió sus paleobíblicas imprecaciones escatológicas para borrar nuclearmente del mapa a Gaza.

En fechas recientes, el ministro del Patrimonio, Amichai Eliyahu, hijo de un rabino sefardita, sugirió la «opción» para lanzar bombas nucleares y así borrar a Gaza de la faz de la tierra.

Sin necesidad de lanzar sus pletóricas bombas nucleares clandestinas, Israel ya arrojó sobre Gaza el equivalente a «dos bombas atómicas en Hiroshima«.

En Rusia, la máxima potencia nuclear del planeta, ha perturbado la amenaza específica del ministro del Patrimonio, Eliyahu.

La portavoz de la cancillería rusa, María Zajárova, comentó que ello ha levantado múltiples preguntas: «¿Hemos escuchado con ello una declaración oficial de que Israel posee armas nucleares?». «¿Dónde se encuentran las organizaciones internacionales, dónde está la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), donde están los inspectores?».

A mi juicio, las interrogantes de la portavoz Zajárova suenan más a sarcasmo, ya que si alguien sabe de las andanzas nucleares de Israel ha sido y es el Kremlin, quien posee una de las mejores informaciones del mundo en materia nuclear.

Nada menos que Nikolái Pátrushev, a cargo del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, comentó que las políticas «destructivas» de EEUU y sus aliados —léase: Israel y Ucrania, con sus dos gemelos simbióticos jázaros: Zelenski y Netanyahu— «han aumentado el riesgo de que sean usadas las armas nucleares, químicas o biológicas», ya que «la consecuencia natural de las políticas destructivas de EEUU es el deterioro de la seguridad global» cuando «el régimen de control internacional de armas ha sido socavado«.

Por su parte, el canciller iraní Hoseín Amir Abdolahián anunció la demanda de su país al Consejo de Seguridad de la ONU para «inmediatamente moverse a desmantelar las armas nucleares de Israel después de los ominosos comentarios por un ministro israelí que exigió bombardear nuclearmente la Franja de Gaza».

Existe una extensa y muy seria literatura sobre la posesión de armas nucleares clandestinas por Israel: desde La opción Sansón: el arsenal nuclear de Israel y la política exterior de EEUU, del legendario investigador Seymour Hersh, hasta el libro de Avner Cohen Israel y la bomba.

Más aún: los ex primeros ministros de Israel Shimon Peres —padre de la bomba atómica israelí— y Ehud Barak confesaron la posesión de armas nucleares.

¿Cómo, entonces, pretende la AIEA hacerse de la vista gorda y/u optar por la política del avestruz ante tantas evidencias, que ayudan a solapar EU y la Unión Europea?

Ya el técnico israelí Mordechai Vanunu había denunciado desde hace años la fabricación de bombas nucleares en la planta de Dimona, en el desierto de Neguev, por lo que fue encarcelado.

Peor aún: Israel goza de las canonjías celestiales de Washington y Bruselas cuando todavía no firma el Tratado de No Proliferación.

Como si lo anterior fuera poco, supuestas excelsas agrupaciones antinucleares, como el Boletín de los Científicos Atómicos y la Federación de Científicos Estadunidenses, disminuyen deliberada e inocuamente la posesión clandestina de Israel a solamente 90 bombas nucleares, cuando el expresidente Jimmy Carter, quien contribuyó a las pruebas nucleares del Estado hebreo y goza de información privilegiada al más alto nivel en EEUU, declaró hace 11 años que Israel posee 300 bombas termonucleares clandestinas.

Pese a que Carter, hoy de 99 años, fue intoxicado primero por la sovietofobia y después por la rusofobia por Brzezinski (su exasesor de Seguridad Nacional), luego se redimió y se arrepintió, al operar una espectacular voltereta al increpar el apartheid de Israel contra el pueblo palestino.

Cabe señalar que ningún presidente de EEUU ha tenido las vivencias y el conocimiento teórico de las armas nucleares como Carter, debido a su formación profesional en los submarinos atómicos y en las plantas nucleares de su país.

La pelota hoy se encuentra del lado de la Administración de Joe Biden y su grupo de jázaros, correligionarios de Netanyahu, que controlan los hilos del poder en Washington —Jake Sullivan, Antony Blinken, Vicky Nuland, Janet Yellen—, quien, más que nadie, deberá resolver el ominoso contencioso clandestino nuclear de Israel, que se pasa amedrentando barbáricamente a sus vecinos con escatológicas amenazas atómicas en el siglo XXI.

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