APOSTILLAS
Federico Sánchez -FS Fedor-
En principio fue el verbo, insuflado / para que se volviera realidad, / un ósculo de paz, / en la dicha del viento, / en la felicidad del sol / sobre la luna esteparia. / Y el verbo fue amor / y se hizo realidad. / Pero luego no pudo ser.
Pero hoy, en Oriente se oculta el sol / con sombras tenebrosas / que avanzan por la ciudad desnuda.
Desde entonces y redivivo / un Ángel caído rodó por suelo, / a ras del suelo, suelo polvoroso, / ofreciendo misericordia tardía / en medio de esas sombras tenebrosas, / que oculta ese sol de Oriente. / Hubo intercambio de opiniones / para tratar de disminuir, de reorientar / las alas negras de los cuervo negros. / Pero no fue posible.
Entonces el cielo se nubló por completo, / de sombras negras, de negros azabaches / sobre más sombras negras. Aplastadas. / Los aleros desnudos, sin nidos, / y las grimosas ensenadas, / desiertas y peladas, /
y las zonas inhóspitas, desprotegidas, / y los valles del sur, y sus esencias, / y las calles y sus callejas, rocallosas / y caminos sin recodos, sin álamos, / y divididos matorrales, diminutos, / y las sinagogas, sin aleros ni mariposas, / y los orfanatorios, sin arcángeles, / y las escuelas, sin monjas, / y los kioscos, sin venduteros, / y las trastiendas de los bares, /
y los niños y los ancianos, / y las paridoras a destiempo, / en fin, todo y todos / quedaron enceguecidos, / ensombrecidos, / rodeados de nubarrones sin lluvias, / de llamaradas humosas. Desaprensivas.
Y hubo alguien que manipuló esas sombras. / Sombras desgarradoras eran, / aún persisten en serlos, / y funcionan para perturbar la paz, / acelerar los designios de la paz. / El odio fue su resultado.
Sombras sefardíes, / envueltas en fuegos / cayeron sobre Palestina / creándose un nuevo holocausto / de ingrato recuerdo, / asolando, / demoliendo, / hundiendo / en el fondo del deshonor / toda la estepa solitaria.
Sombras que ocultaron / a todo un pueblo / que hoy se inhibe en su tristeza, / que calla su malestar eterno, / que se aloja, inmerso, / en dolores y llantos, / en enfurecidos sufrimientos / de niños alicaídos, /
que zozobran en su disminución, / y hombres mutilados, / que dan pasos de invalidez, / y mujeres huyendo / como marejadas desbocadas, / como torrentes inmensos / y fugitivos, / y subyacen con su dolor / a cuesta.
A Palestina ahora se le ve / bajo escombros disímiles, / y le rodea una ciénaga de napalm, / y su muro de las lamentaciones / apenas puede pergeñar / sus trozos en ruinas.
Es una estrella de Oriente / que lentamente se apaga, / que levemente estalla / en trozos llameantes. / Y un sol tenebroso, / que era incandescente, / y que ahora se oculta temprano. / Y se vierte en zona de convulsión. / Un sol como que se invierte, / a oscuras, cimarrón, / en tierra de nadie.
Y es que tinieblas caen / sobre su terruño enano, / como llamas tenebrosas, que calcinan. / Que hunden. / Que intimidan. / Que oprimen. / Como fuego fatuo inmarcesible. / Un paraíso de sombras oscuras es.
Lo cierto es que Palestina / era una tierra polvosa / de espléndidas promesas, / y hoy se arrincona débil, inmisericorde, / como jugando a la escondida. / Se esconde, huye y huye / de una absurda venganza judía, /
que se desquita, a mansalva, / de los abrojos de su invernal, / su odioso pasado más reciente.
Hoy Palestina vuela a ras / de una franja seca, / de pedregosa inmersión, / de pastosidad gris, o negruzca, / como una alfombra roja / repleta de huesecillos rotos, / de furor inhóspito, de dolencia seca. / Un ramalazo de fuego / hurtó su esperanza. / Se le ve como ensenada maldita, / como planicie de insolación, / como despoblado terruño, / solitario, / quemado, / corroído / una ideología / de expansión terrenal, / de heterodoxa pretensión, / ávida de albergar sumisiones, / y miedos, / y podredumbres.
Y es así, entonces, / que la vetusta ciudad gazatina / universaliza su dolor / arracimada en fangos fatuos, / en sus adoloridas furias, / en un dolor de impotencia, / en su pellejo de retorcida inmundicia.
Y es que las sombras, / tenebrosas, / indolentes, / agazapadas, / ocultando el sol de Oriente, / como si el Occidente no existiera, / y se hiciera de la vista gorda, / y placentera, / y abismada, / inmisericorde, /
no entendieran que también tú, / Palestina, / necesita que la vida te sea fiel y te pertenezca, obviamente. /
De ahí, es que te sugiero, / que no permitas / que las sombras / nublen tu existencia.
El autor es Periodista, Publicista, Cronista de Cine, Catedrático -universidades O&M y UTESA–. Escritor -Poeta, Narrador, Dramaturgo, Ensayista-. Se declara Humanista Universal. E Mail: anthoniofederico9@gmail.com. FaceBook: Federico Sánchez. Wasap: 809-353-7870.
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