APOSTILLAS
Federico Sánchez -FS Fedor-
A pesar de mis diez años en este país del norte, todavía no me acostumbro a esta vida que he llevado, tan convulsa y a veces hastiada. Con lo difícil que se ha puesto la situación, y ahora este hombre nos está echando de aquí, sin pensar en todo lo que nosotros los emigrantes les aportamos a la economía del dólar. Del dolor diría yo, dolida, por la forma como nos tratan.
No sé cómo la pasaré si tengo que irme, pero se me hace difícil hasta pensar en este momento tan complicado. No es que viva, pura y simple, muy feliz, pero al menos consigo el pan de mí y mis dos hijos laborando en la bodega del señor Joaquín, que es dominicano como yo, a dios gracias. Tampoco no sé cómo me haré con mis niños que tengo que llevarlos al colegio a escondidas para que la migra no me los vaya a detener y mandarlos no sé para donde. De todas formas siento mucha nostalgia de mi país, y quizá no me importe mucho que me expulsen. Como quiera hace mucho que me siento desolada, ajena a este mundo de rascacielos enormes, repletos de neones brillantes y alharacas que vociferan harto poder económico y militar, a todas horas.
En fin, al principio sentí mucha nostalgia cuando salí de allá y al llegar aquí pasé mucho trabajo. Y eso que llegué con visa de turista, como profesora que era, pues ya no lo soy, pero me quedé y eso me ha traído muchos, infieles, inenarrables inconvenientes.
Sí, he pasado mucho trabajo. A veces pienso que pudo haber sido el desarraigo; el destierro involuntario, el danteano exilio inmisericorde; porque no es fácil desprenderse de su tierra natal, despatriase de donde se ha nacido y vivido los principales años de la vida, para tener que irse a otras tierras, que en principios son extrañas, son raras, son escabrosas, como cuando se viene al mundo, que todo es desconocido, y hay que irse acostumbrando poco a poco al medio ambiente, al sistema familiar, social, y todo eso. De modo que cuando una se va a otra parte hay que adaptarse al nuevo sistema de vida y copiar y asimilar, y repetir, imitar todo lo que se hace allá, destruyendo, arruinando, desolando, devastando, olvidando todo lo que se ha dejado atrás.
Sí, así es, y también adaptarse, según la circunstancia, y someterse a ellos, los dueños de ese país, y adoptar su entorno, sus costumbres, y los hábitos, inmiscuirse, insertarse a un nuevo estilo o forma de vida, que en el caso de Estados Unidos sería adoptar un nuevo tipo, una nueva condición de vida.
Sí, es un nuevo convivir y un condecir de nuevo cuño y tratar de alcanzar el famoso “American way of life”, que creo que quiere decir ¨…el estilo de vida a la americana¨, pero de América del Norte, obvio. Y tratar de soñar, soñar mucho el sueño americano, y confabularse con su arrogante, prepotente, presagiado “Manifest destiny”, para no perimir, para no fallecer, y avanzar en la nueva oportunidad que se presenta, si es que es una nueva oportunidad, y no única opción a seguir a pie juntillas.
Sí, “…la vida es sólo una y hay que saber vivirla”, decía mi práctica y cuasi filósofa madre, que lo acentuaba con ese tan sentido común que la caracterizaba, y que afirmaba que cuando a una se le presenta algo gracioso, algo único, algo placentero, un caso específico y bueno, había que aprovecharlo, porque no se sabía si se iba a repetir otra vez. Y confieso, bueno, eso supongo, que al principio traté de tomar el lado bueno de esta nueva sociedad, que parece que sí, que al inicio es un infierno, pero que con una nueva perspectiva, al final, una se va acostumbrando; eso pienso.
Pero la patria es la patria, ésa que ha quedado despatriada, y que ya no es tan buena patria, y el nuevo destino, manifestado o no, soñado o no, en principio confuso o difuso o efusivo, se vuelve cálida silla, agradable mecedora, cómodo banco, blanda colchoneta, abundante cobija.
Y sin heroísmo y sin reproches, o despechado, el patriotismo queda inconcluso. Y esa aseveración que dice que ¨Morir por la patria es vivir, aunque sea lejos de ella…¨, como que no cuadra, pero sucede, porque a otra tierra no siempre se va a vivir placenteramente. Bueno, no sé qué decir al respecto. Lo cierto es que aunque no la he pasado mal, tampoco ha sido un paraíso.
Empero, vivir lejos del lar nativo, lejos del asombros que nos ofrecen las altas montañas, los verdes prados, la gracias de los ríos y sus frescuras sin igual, y las crepusculadas playas amarillentas o blancuzcas, la bullanga de los vecinos con sus altoparlantes estridentes, y el ¨fiao¨ del colmadero, y la fritanga grasosa, incluyendo las empanadas híbridas de pollo y vegetales, etc., es, qué duda cabe, un mal de amor. Y es que mi lírica hacia la patria es mi religión, mi pasión frugal. Pero…, hay que adaptarse al nuevo sistema.
Y todo eso sin dejar de pensar el cultivo de las viejas ideas aprendidas allá, en la patria chica, que viene a ser el barrio, el residencial donde una nació, creció y se amistó. Y siempre, a horcajadas, con los recuerdos gratos, y sufridos también, y con las costumbres, consuetudinarias o nuevas, que nos dieron desde pequeña, y con el respeto por la sagrada familia, la convivencia vecinal, escolar, y como estandarte la bandera alimentaria, vale decir: arroz, habichuela y carne; en fin, con la esperanza de la sobrevivencia a tientas.
Sí, y ya, al paso del tiempo, lo que fue autodeportación forzada, en tanto tuve que irme en contra de mi voluntad, se vuelve postración asimilada, lo que suele ser éxodo intransitable, se fusiona en caminata tranquila, y lo que ha de ser hégira, riada fugitiva, se trastrueca en una migra ‘congratuleicion’, así como suena, en sonido foráneo, que es más bonito; y poco a poco, “como gira la tierra”, al decir del intérprete ibérico, Rafael, nos acostumbramos, aun sea de a chin. Con todo y a mi pesar, me fui acostumbrando.
Y así, todo se va transformando y lo que fue desintegración o disgregación, se fusiona en inserción o adherencia al nuevo medio, y se acude a toda clase de inmanencia posible, a un magneto atractivo, placentero, y se trata de corregir cualquier ¨cosa¨, si es corregible, a fin de conseguir apoyo útil para la sobrevivencia, para una existencial vida de nuevos amaneceres, una nueva transformación, y un trueque de lenguas, forjando una jerga bilingüe, a veces un menjunje ininteligible o un galimatías insufrible, y las calles se vuelven estris, y los edificios ahora son bildin, y los bajos niveles viales son sobweys o metros, y el concho taxi o bus, y las fábricas, son factorías, y los colmados o pulperías, ahora son bodegas (que en una de ellas laboro), pronunciados así, todos en castellanos, pero con acento inglés.
Sí, y a partir de entonces ya no se mencionará más mi país, sino mi contry, y así sucesivamente, a lo dominicanyork diremos: yiar, tumoru por la tumoru, japy birdey, y el jiar y el nau, porque el aquí y el ahora es la nueva vida, al lado, juntico a los demás que pertenecen a la diáspora, la migra dominicana en Niuyor, en Niuyersy, en Manjatan, en Masachuse, en Boston, en Niuflórida, y como dije, todos castellanizados, pero dicho en espannglis, y la nostalgia del lar nativo quedará atrás, bien atrás, en el baúl de los recuerdos, como vociferara la cantante Karina. Y si no en el recuerdo, será en el olvido.
Sí, y en ese mismo tenor, tener que asimilar una nueva ciry, que ya no es mi ciudad, no, es una diferente, pero con disfrute de su cultura, y poder aprender otro idioma, rápidamente, con sus ventajas del tecnicismo de vocablos modernos, y tratar de afrontar otro comportamiento, otra conducta, que llevaremos a cuesta, y adquirir otra idiosincrasia, con senda peculiaridad, que no tendría gracias si una no se inserta en sus vericuetos, con todo y su galanura de humor continental, que no tropical, y poseer la actitud, más que la aptitud, de enfrentarse a otro estilo de vida, estilando todas sus virtudes.
Sí, y como si fuera poco, abocarse, retrotraerse, inmiscuirse en otra forma laboral más sustanciosa, económicamente hablando, con su rígido horario, en su dimensión, en sus patrones psicomotores y su exorbitante sicodelia y/o con su psicometría o su psico alucinógeno o su psicotrópico, que no tropical ni ecuatorial, y en ese ámbito laboral tendría que adecuarme a la distancia del lugar, aunque tenga que usar por primera vez, sorprendida y asustada, el sobwey (dicho así, sin fonología definida), aunque ya lo haya usado en el Metro de Santo Domingo.
Y por último, y no por ello menos importante, proceder con cautela para aguantarse improperios, ucases, tropelías verbales, libelos, mojigaterías, entre otros puritanismos del anglosajón norteño, de unas autoridades envalentonadas con los migrantes lartinos, por su condición étnica o económica o tercermundista, cuasi en vía de desarrollo tardío; oriundo de la noche y del sol caribeño, de un país con su mulataje afro-indianista llevado detrás de las orejas, como huella indeleble.
¡Ah, la migración!, qué desarraigo tan terrible, y ya no sé si es arraigo o desarraigo, ya no sé si es que soy muy apegada a la patria, pero no me gustaría pasar por otra experiencia similar, porque, ¡bueno!, la patria es la patria, y no es que sea patriotera contumaz ni que ame a los patriotas o a los patricios; lo mío es un patriotizar confuso, pero un patriotismo consecuente, un sesgo patriótico, pues.
Sí, eso es, un alma patria, un gesto patrio, un patronímico endémico, un patrimonio colectivo. Bueno, lo cierto es que sólo me ha servido para desahogarme, redimirme de esta angustia que me atosiga cada vez que pienso en mi sabia madre, y lo que pudo ser, si no me hubiera ido; mejor dicho venido a este grandilocuente país. Y sólo me destruyo, me despedazo, me socavo el corazón con tanto martirio, con la persecución migratoria de estas nuevas autoridades deshumanizadas. Perfumadas. Despóticas. Anti-altruistas. Elitistas.
El autor es periodista, publicista, cronista de cine, catedrático, escritor (poeta, narrador, dramaturgo, ensayista). Se declara Humanista Universal. E-Mail: anthoniofederico9@gmail.com. Face Book: Federico Sánchez. Wasap: 809- 353-7870.
Descubre más desde Notiultimas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.