Betha me despertó

Víctor Elías Aquino

Desperté feliz, muy dicho, unos segundos antes de la 4:27 a.m del día 1 de agosto del 2024, “Día Mundial de la Alegría”, estaba muy contento, el corazón latía a gran velocidad como campana de iglesia para celebrar un gran triunfo.

El cofre dorado del silencio se rompió en mil pedazos, al escuchar la voz de Bertha desde el mismísimo cielo. Desperté sonriente a colar el primer café del día y quizás de la vida. Es que, durante mi ensueño recibí una llamada telefónica de mi amada hermana Bertha.

En la mente de todo el que lee estas letras se provoca de manera natural la pregunta: ¿cuál es el motivo de la alerta? Otra interrogante ¿Qué tema quería tocar?

Con su mismo hablar pausado, dulce y tranquilizador, me dijo, -hola Vi- me enteré de que estás vendiendo unas prendas y las quiero. Mi respuesta fue preguntarle, ¿te interesan? Ella responde: “Claro que sí”, con la seguridad y transparencia de todos sus actos en la vida terrenal.

Meditando con atención en lo ocurrido, y, al momento del evento, no me sorprendió; algo así como si estuviera acostumbrado a recibir sus menajes telefónicos desde la ciudad de las calles de oro y el mar de cristal: el mismísimo cielo.

Todo buen comprador, pregunta lo suficiente sobre el objeto que le interesa adquirir, para no albergar dudas sobre el negocio que pretende realizar, por eso, dispara con fuerza nueva pregunta demanda: ¿cómo se ven? Le respondí que eran muy hermosas, y en cuanto a los detalles le informé también que una pieza era distinta a la otra, ya que en un caso era doble, pero casi invisible al ojo humano.

Mi hermana no quedó ahí, arremetió con una consulta de todo comprador: ¿cuánto cuestan? Escuchó como si fuera un silencio llegado de los sepulcros, y, como si estuviera meditando en mi respuesta solo por unos segundos, me pidió que repitiera el costo.

Fue clara y precisa al   reiterar que las compraría, que no las vendiera a nadie, “que cuando nos juntáramos, sería un caso cerrado”.

No lo puedo olvidar, era su mismo timbre de voz, la misma paz que infundían en esta tierra de luces y sombras sus palabras. Durante la conversación se refrescó en mi memoria el timbre dulce de su voz y la paz que imprimía al hablar con una persona que entregó por entero su vida al creador del universo.

Parecía en todo momento como si la viera cara a cara, fue como si viera el sello representativo de los Aquino-Felipe: los dos hoyitos en la mejilla al sonreír…

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