Víctor E. Aquino
Hermanita Lisselotte,
tengo una deuda contigo,
y no la puedo pagar.
Durante un tiempo extenso,
apenas compartíamos como hermanos;
como hijos de Ramona,
dolía mucho en el corazón.
Al viajar mamá al cielo,
todos maduramos,
unos como tortuguitas,
otros asemejan veloces águilas;
estas remontan los cielos y hacen sus vidas.
Gracias Dios que el tiempo del que hablo ya pasó,
Igual a cada segundo del que lee estas letras,
todos hemos crecido,
otros menos,
ahí vamos;
es el hablar coloquial del dominicano.
No quiero tener hermanos favoritos,
el creador de Adán y Eva me perdone si lo hiciere;
es solo que,
el creador del universo nos regaló una oportunidad: compartir más tiempo.
Vienen a mi memoria los últimos días,
las últimas horas cuando te ibas a Estados Unidos para tu reunificación familiar,
escribí, “no quiero pensar en el tiempo en que viajes a vivir en la gran nación del norte”. Luego la pregunta ¿cómo serán los sábados sin ir a visitarte junto a Sara e Isaac en la Avenida Anacahona?
Antes , unos redactaban a puro lápiz,
otros plumas, también ahora se textea;
yo aprendí a relatar con lágrimas del corazón.
Nunca te dije que,
eres una flor;
te parece al Nymphaea alba,
un lirio de agua,
que cierra sus pétalos en la noche y los abre justo al amanecer con la luz del astro-sol,
para disfrutar del nacimiento diurno.
A mi puedes fallar,
a mamá no,
a Jehová imposible.
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