Francesco Lentini ya había causado terror a la partera que lo trajo al mundo. Se había fagocitado a su gemelo en el útero de su madre y nació con partes del cuerpo de su hermano. Tenía dos genitales completos. Así, sufrió el destrato en su pueblo natal y viajó a Estados Unidos cuando era apenas un niño. En Nueva York, fue captado por los circos de freaks que lo llevaron a ser una estrella. Cómo enfrentaba las burlas. Los amores de su vida y los 4 hijos que tuvo con una actriz
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, había una serie de circos en la costa de Coney Island en las afueras de una Nueva York que comenzaba a convertirse en una gran ciudad. Allí no había animales, pero si personas con alguna mutación genética que los hacía diferentes. Así, se exhibía en la enorme carpa sobre la costa del mar una mujer barbuda y un chico que había nacido con un problema en las manos y pies que simulaba las pinzas de una langosta, entre otros llamados freaks.
A ese mundo cruel y cargado de morbo de un público que pagaba por ver cada fin de semana una atracción nueva llegó Francesco Lentini.
De familia italiana, fue llamado como el hombre de las tres piernas. Así, luego de una infancia pobre y segregado de la vida social, pudo hacerse un lugar como atracción de los circos freaks que, además de instalarse en Nueva York, recorrían todo Estados Unidos en sus carromatos tirados con caballo o con los primeros autos que se fabricaron en ese país.
La infancia de Francesco
Francesco, que luego fue conocido como Frank, había nacido en Rosolini. Sicilia, Italia, en mayo de 1889. Era el quinto de 12 hermanos. Pero algo malo ocurrió durante el parto. Su madre siempre contaba el asombro de la partera que la atendió en su casa de Sicilia. Durante esa primavera europea, sin chances de anestesia, el bebé nació por en forma natural, luego de más de 12 hora de trabajo de parto de su madre.
Su padre, en tanto, aprovechó la situación para irse al bar del pueblo a tomar grappa con sus amigos pescadores durante todo el tiempo que tardó Francesco en nacer.
Su mamá ya sabía que iba a ser un varón. O, al menos, lo presentía por cómo se movía el bebé en su panza. Al final, cuando Francesco llegó al mundo lo hizo llorando como todos los chicos, pero generó un grito de sorpresa y horror de la partera. Es que Lentini se había fagocitado a su gemelo en el útero de su madre y nació con tres piernas, 16 dedos y dos genitales completos.
Su pierna extra brotaba del costado de su cadera derecha con un cuarto pie sobresaliendo de su rodilla. Su condición fue el resultado de un segundo embrión que comenzó a desarrollarse en el útero pero que finalmente no pudo separarse de su gemelo. Así, uno llegó a dominar al otro.
A los cuatro meses, Lentini fue llevado a un especialista. Su familia evaluaba la posibilidad de amputarle la pierna adicional, pero la amenaza de parálisis o incluso de muerte impidió que el médico realizara el procedimiento. Así, el chico creció escondido en su casa de Rosolini.
Su madre dedicó toda su vida a cuidar de Francesco en esos primeros años de vida. Lo atendía todo el tiempo y no lo dejaba nunca solo. Sus hermanos, en tanto, se sentían opacados por la atención de la mujer con el chico de las tres piernas. El padre, en tanto, se pasaba la vida entre la pesca en el Mediterráneo y el bar del pueblo.
En la localidad del sur de Italia, muy pocos vecinos habían logrado ver al chico. Sin embargo, ya le habían puesto apodos. Francesco se hizo conocido como “pequeño monstruo” en su ciudad natal. En consecuencia, la familia de Lentini lo envió a vivir con una tía para evitar una mayor desgracia. De esta manera, arrancaba la nueva vida del chico en Estados Unidos.
Rumbo a “hacer la América”
El chico Lentini fue acompañado por su padre en el barco que lo llevaría a Estados Unidos. Fueron más de 2 meses en los que, el chico no salió de su camarote de tercera clase sin ventana y con escasa ventilación. Su padre le negaba el cariño y apenas le hablaba. Así, en ese mundo de adultos crueles y desalmados, Francesco comenzaba a hacerse fuerte.
Ya en Nueva York, los Lentini se cruzaron en pleno puerto, apenas llegados a América, con Giuseppe Magnano, un productor de espectáculos que incluían mujeres barbudas u hombres de escasa altura, por ejemplo. Apenas, el nene se asomó a la nueva vida pública ya recibía una oferta laboral. Su padre abrió bien grandes los ojos a escuchar las cifras que se manejaban en ese mundo.
El idioma en común alcanzó para que los dos adultos italianos se pusieran de acuerdo en pocos minutos. Magnano vio al nene y enseguida lo imaginó sobre el escenario de su espectáculo. Francesco, en tanto, volvería a sufrir los murmullos de horror y risas. Igual que lo había escuchado la primera vez cuando lo agarró la partera siciliana por primera vez. En esas jornadas de circo se haría duro para poder enfrentar las miradas.
Así, en poco tiempo Lentini ya vivía con su tía en un suburbio de Brooklyn y todas las noches se presentaba en el espectáculo de variedades en Coney Island. En apenas un año, Frank fue catalogado como uno de los artistas más importantes del famoso circo Ringling Brothers.
El éxito de Lentini
Casi siempre era el encargado de cerrar los shows y el locutor se esforzaba cada noche por encontrarle un nuevo apodo para alargar la espera y generar la expectativa del público. Así, fue señalado como “El siciliano de tres patas”, “El único jugador de fútbol del mundo con tres patas”, “La mayor maravilla médica de todos los tiempos” o, a veces, simplemente como “El gran Lentini”.
Lentini aparecía en el escenario y miraba al público desafiante. De fondo, siempre algún borracho se burlaba de él. Tras unos minutos que dejaba ver su cuerpo, el joven realizaba hazañas con su tercera pierna como patear una pelota de fútbol, saltar una cuerda, patinar o andar en bicicleta.
Además de su capacidad atlética, Lentini también era ingenioso y divertido. A lo largo de toda su carrera, dio entrevistas para promocionar su show freak, mientras usaba su miembro extra como bastón para apoyarse.
Francesco no se callaba nada a la hora de hablar con la prensa. Siempre el humor para reírse de si mismo y evitar las burlas. Un periodista le preguntó, por ejemplo, si era difícil comprar zapatos en un juego de tres. Lentini respondió que compró dos pares y le dio “el extra a un amigo con una sola pierna”.
Tenía una habilidad especial para el autodesprecio encantador y era conocido por bromear diciendo que era el único hombre que no necesitaba una silla porque siempre podía confiar en su tercera pierna para apoyarse sobre ella.
Durante el tiempo que viajó por los Estados Unidos, Lentini aprendió a hablar inglés y era conocido por su descarado orgullo por su deformidad. Así, hizo una fortuna como estrella de los circos freaks. Cuando este tipo de espectáculos decayeron, siguió ofreciendo sus habilidades en forma individual en presentaciones que atraían a miles de personas.
Los amores de Francesco
A pesar de su carrera profesional poco convencional, Lentini pudo usar su carisma para cortejar a una joven actriz llamada Theresa Murray. Los dos se casaron en 1907 y tuvieron cuatro hijos; Josephine, Natale, Franceso Jr. y Giacomo. Todo el mundo sabía que Lentini tenía dos penes. Sin embargo, el artista freak siempre respondía con una broma sobre ese tema para salir airoso de la situación.
Nunca lo usó en sus espectáculos. Sus rutinas estaban relacionadas más con las destrezas físicas que podía lograr pese a tener una tercera pierna. Lentini se sobrepuso a todo y caminaba, andaba en bicicleta y hasta podía jugar al fútbol. El tema de sus dos genitales completos rondaba en sus shows, pero él nunca se refería a ese tema.
Tras casi 30 años casados, Lentini y Theresa se separaron en 1935. La mujer quedó a cargo de los chicos y Francesco inició un nuevo romance con Helen Shupe, una mujer que había conocido en uno de sus shows.
Pese a los pronósticos médicos que le daban pocos años de vida, Franceso murió de insuficiencia pulmonar a los 77 años en 1966. Para esa época todavía se mantenía vigente en los espectáculos de variedades. Siempre acompañado por Helen. Solían retirarse juntos y abrazados entre el público que le pedía un autógrafo.
En las últimas entrevistas que dio, antes de su muerte, Francesco resume cómo intentó vivir y cómo se hizo fuerte, pese a su condición física. “Nunca me quejé. Creo que la vida es hermosa y disfruto vivirla”. Desde su último hogar en Florida con vista al mar y la compañía de Helen, uno de sus grandes amores, Francesco siempre recordaba los murmullos del público cuando subía al escenario. Solía reírse solo de esos momentos y de cómo había triunfado pese a la crueldad a la que había sido sometido. (infobae.com)
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