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La humanidad recuperó su nivel de desarrollo anterior a la pandemia, pero el récord previsto para 2023 oculta una brecha cada vez mayor entre países ricos y pobres en un mundo tan frágil como un “castillo de naipes”, advierte Naciones Unidas (ONU).
En 2020 y 2021, por primera vez desde su creación hace más de 30 años, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que tiene en cuenta la esperanza de vida, la educación y el nivel de vida, había caído dos años seguidos, a niveles de un lustro atrás debido a una superposición de crisis sin precedentes, entre ellas el covid-19.
Pero desde entonces, “hemos asistido a un repunte”, comentó Achim Steiner, responsable del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que publica el informe este miércoles 13 de marzo.
Las estimaciones para 2023 prevén un máximo histórico del índice a nivel mundial, con todos sus componentes “de nuevo por encima de los niveles anteriores a 2019”. Aunque el covid y el impacto de la guerra en Ucrania hayan frenado la trayectoria que se esperaba antes. Pero lo que parecen buenas noticias esconden una brecha inesperada entre países ricos y pobres.
“La primera vez que vi los resultados, pedí al equipo que comprobara los datos. Lo que estamos viendo es que los segmentos más pobres y vulnerables de nuestra sociedad se están quedando atrás, pese a que los Objetivos de Desarrollo para el 2030 de la ONU pretenden precisamente que no ocurra esto, empezando por los más rezagados “, declaró a la prensa Pedro Conceição, responsable del informe.
Y este resultado es “muy preocupante” después de “20 años durante los cuales los países han convergido en términos de renta, esperanza de vida y educación”, insiste de su lado Achim Steiner.
PAÍSES POBRES SE ESTANCAN POR LA PANDEMIA, CRISIS FISCALES Y GUERRAS CIVILES
A la cabeza de la lista del IDH siguen estando Suiza, Noruega e Islandia. Al igual que ellos, todos los demás países de la OCDE deberían volver en 2023 a sus niveles de desarrollo de 2019.
Al final de la lista se encuentran Somalia, Sudán del Sur y la República Centroafricana. Más de la mitad de los países menos desarrollados no se han recuperado del impacto de la pandemia, la mayoría de ellos en el continente africano.
También hay “un grupo extremo” de países como Sudán, Afganistán y Birmania, a los cuales “la combinación de la pandemia, las crisis fiscales y los conflictos, a veces guerras civiles, los ha atrapado en una situación en la que la recuperación no está en la agenda”, lamenta Steiner, que rechaza la “narrativa habitual de que el mundo se está recuperando”.
Según el PNUD, Afganistán, por ejemplo, ha perdido 10 años en términos de desarrollo humano, y en Ucrania, el índice está en su nivel más bajo desde 2004. Y la creciente brecha está poniendo aún más en peligro un mundo multipolar, geopolíticamente más dividido que nunca.
“Vivimos en un mundo más rico que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, al menos en términos financieros. Pero hay más hambrientos, más pobres que hace 10 años. Cada vez hay más guerras en todo el mundo, con decenas de millones de refugiados. Es un mundo más arriesgado, que se vuelve contra sí mismo”, alerta Steiner.
“LOS PAÍSES DEBERÍAN TRABAJAR JUNTOS”
El informe, titulado “Romper el estancamiento: reimaginar la cooperación en un mundo polarizado”, examina las deficiencias de la cooperación internacional, destacando una “paradoja democrática”.
Aunque la mayoría de los habitantes del planeta afirman apoyar los valores democráticos, “el populismo está explotando”, la mentalidad del “sálvese quien pueda” está resurgiendo y los votantes están llevando al poder a líderes que están “socavando” esta democracia, señala el PNUD.
Esto sitúa a la humanidad en “una desafortunada encrucijada” en la que “la desconfianza y la polarización corren el riesgo de chocar frontalmente con un planeta enfermo”.
En un momento en que los países deberían “trabajar juntos”, “estamos convirtiendo a nuestros socios, a quienes necesitamos, en enemigos”, afirma Achim Steiner.
“Estamos gastando cantidades excesivas en presupuestos de defensa” sin financiar la lucha contra “los principales factores de riesgo del siglo XXI: la desigualdad, el cambio climático, la ciberdelincuencia, la próxima pandemia”, concluye.
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