Antiguos «captadores de viento» de Irán derrotan al calor de manera natural

(AFP) En el corazón de Irán, el termómetro a menudo supera los 40 ºC. Pero estas temperaturas extremas son más fáciles de llevar con las torres de viento, ancestros ecológicos de los sistemas de climatización, en las que los arquitectos se fijan cada vez más.

Ubicada no muy lejos de la ruta de la Seda, la ciudad de Yadz es una de las más cálidas del mundo. Rodeada de dos desiertos, sus veranos son ardientes y la lluvia, muy, muy escasa.

Sus habitantes han aprendido a adaptarse, con un método inventado hace más de 2.500 años, cuando el imperio persa dominaba en Oriente Medio.

Yazd es el «testimonio vivo del uso inteligente de los recursos disponibles limitados necesarios para sobrevivir en el desierto», explica la Unesco, que en 2017 incluyó a esta localidad en su lista de Patrimonio Mundial.

Con 530.000 habitantes, Yazd es «una fuente de inspiración para la nueva arquitectura, confrontada a los desafíos de la sostenibilidad», agrega esa organización de la ONU.

Yazd es especialmente conocida por sus cerca de 700 «badguirs» («captadores de viento» en farsi), unas elegantes torres que sobresalen entre las azoteas planas del centro histórico.

«Los badguirs jugaron un papel esencial en la prosperidad de la ciudad. Durante siglos, antes de que se inventara la electricidad, permitieron refrescar las viviendas. Gracias a ellos, la gente vivía cómodamente», explica Abdolmajid Shakeri, responsable del Ministerio de Patrimonio para la provincia de Yazd.

Estas torres, que se asemejan a chimeneas alargadas de cuatro lados, tienen unas grandes hendiduras verticales y varios conductos en su interior. Dejan entrar el menor soplo de aire fresco dentro de la vivienda, en tanto el aire cálido, bajo presión, se ve obligado a salir.

Este método de refrigeración es «totalmente limpio pues no utiliza ni electricidad ni materiales contaminantes», subraya Majid Oloumi, director del jardín Dowlat-Abad, donde hay un badguir de 33 metros, el más alto del mundo.

– «Simplicidad» –

Arquitectos de todo el mundo se están inspirando en estas torres, como el franco-iraní Roland Dehghan Kamaraji, radicado en París, que ha estudiado en profundidad su funcionamiento.

Según él, estos elementos «demuestran que la simplicidad puede ser un atributo esencial de la sostenibilidad, desmintiendo la idea extendida de que las soluciones sostenibles tienen que ser necesariamente complejas o de alta tecnología».

Entre los proyectos más representativos, cita el de Masdar City, en Emiratos Árabes Unidos, cuyos «edificios están diseñados para sacar partido de la ventilación natural para la refrigeración, como los badguirs».

En Melbourne, Australia, el Council House 2 también tiene un sistema de refrigeración pasivo, así como el Eastgate Centre de Harare (Zimbabue), que «está inspirado en los termiteros, un método parecido al de los badguirs».

En Yazd, las torres y las viviendas tradicionales están hechas de adobe, a base de arcilla y barro, dos eficaces aislantes térmicos.

La ciudad vieja de Yazd, bien conservada, se compone de estrechas callejuelas y de «sabats», unos pasajes cubiertos parcialmente que protegen del sol. Un urbanismo que contrasta con el de la ciudad moderna, de avenidas largas y rectilíneas.

«Desgraciadamente, el legado transmitido por nuestros ancestros fue olvidado», sobre todo desde que aparecieron los climatizadores, lamenta Majid Oloumi. «Hoy, la arquitectura de las casas, llegada de otros países, y los métodos de construcción, a base de cemento, no se corresponden con el clima de Yazd».

En otros países, Dehghan Kmaraji ha constatado que muchos proyectos de arquitectura bioclimática se ven estancados «por las exigencias económicas y las normas establecidas por la industria», que sigue privilegiando el uso de materiales que requieren un fuerte consumo de energías fósiles.

– Menos agua –

Los expertos también han mostrado interés por otra especialidad de Yazd: los «qanats», unas estrechas galerías subterráneas que abastecen agua de las montañas o de capas subterráneas. Algunos fueron construidos hace más de 2.000 años.

«Estos acueductos subterráneos constituyen una fuente de abastecimiento de agua y permiten refrescar las viviendas y conservar los alimentos a una temperatura ideal», explica Zohreh Montazer, especialista en los qanats de Yazd.

Se calcula que en Irán hay unos 33.000 qanats, frente a los 50.000 que había a mediados del siglo XX, un declive que se debe en parte a la disminución de las aguas subterráneas causada por el consumo excesivo, según la Unesco.

El Estado iraní rehabilitó el qanat más largo y antiguo del país, el de Zarch, que recorre más de 70 km de la provincia de Yazd.

Un tramo de la galería está abierto al público, para concienciar a la población de los desafíos que están por llegar. «El día en el que se agoten las energías fósiles tendremos que volver a métodos» como los de Yazd, advierte Montazer.


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