(AFP) Los alrededores de la emblemática mezquita del campo de refugiados palestinos de Yenín, en Cisjordania ocupada, son el escenario de una escalada de violencia desde el estallido de la guerra entre Israel y Hamás en Gaza.
Las fuerzas israelíes multiplican sus operaciones y los militantes palestinos los combaten en las calles entre carteles con los retratos de «mártires» que se superponen unos sobre otros en un recordatorio de las décadas de conflicto entre israelíes y palestinos.
«Cuando hay funerales en la mezquita, generalmente se dan sermones que hablan de amor, compasión y paz entre la gente», dice el imam Ismail Jaradat, de 53 años.
«A veces también hablamos de la muerte y de la importancia de aprender lecciones de ella», continúa el líder religioso dentro de la mezquita donde el viernes se ofreció un funeral por tres miembros del grupo islamista Yihad Islámica.
Desde el 7 de octubre, desde el ataque del movimiento palestino islamista Hamás que dejó 1.400 muertos en suelo israelí, las fuerzas de seguridad israelíes incrementaron sus operaciones en Cisjordania.
En la Franja de Gaza, los bombardeos israelíes mataron más de 1.000 personas, según el ministerio de Salud del gobierno de Hamás.
En Cisjordania ocupada los militares y los colonos israelíes mataron a más de 150 personas, según la Autoridad Palestina.
El campo de Yenín, con 23.000 residentes según Naciones Unidas, se considera desde hace tiempo cuna de la resistencia de grupos armados palestinos a la ocupación.
Israel lo define como un «centro terrorista». En mayo, su ejército desplegó su mayor operación en años allí, que dejó numerosos palestinos heridos y muertos, incluidos milicianos y niños.
Un soldado israelí también murió, alcanzado por error por disparos de sus compañeros durante la operación.
– Luchar por la causa –
En un terreno frente a la mezquita, un joven de 18 años aguarda desafiante con un chaleco antibalas cerca del lugar donde, según los vecinos, un miliciano murió durante una operación israelí esta semana.
«Nuestra moral subió» con los ataques del 7 de octubre, dice con un dedo apoyado en el gatillo del rifle de asalto del que cuelga un colgante en honor a otro combatiente muerto.
«El ritmo de la resistencia en Cisjordania ha aumentado», agrega.
El ejército israelí dijo que ha luchado contra «asaltantes armados» esta semana en Yenín y que ha matado a «varios».
Un avión golpeó «una célula armada que lanzaba artefactos explosivos», se desencadenó un tiroteo y se descubrieron bombas «listas para ser usadas» junto a la carretera, dijo un comunicado militar.
El campo de Yenín, establecido en 1953, presenta una de las mayores tasas de pobreza y desempleo de los 19 campos de refugiados en Cisjordania, según la ONU.
Esta semana, sus carreteras estaban sembradas de trampas «erizo» para tanques y llenas de bandas de rodaduras causadas, según los lugareños, por excavadoras israelíes.
Por la noche los disparos iluminan el cielo. A la luz del día se podía ver los agujeros dejados por las balas en los carteles de numerosos jóvenes milicianos muertos en días, meses y años anteriores.
Unos jóvenes armados salen de la mezquita, observando nerviosamente un dron israelí que vuela en círculos en el claro cielo azul.
«Creo en la justicia de nuestra causa y lucho por ella. Y mi destino es ir al paraíso si me matan», dice uno de los jóvenes.
«Si tengo hijos en el futuro, creo que ellos seguirán mi camino», añade.
– «Corazón de piedra» –
Junto a la mezquita hay una estación de tren abandonada que acogió refugiados durante lo que los palestinos llaman la «Nakba», la «Catástrofe», refiriéndose al éxodo masivo de palestinos en 1948.
La creación del Estado de Israel en 1948, causa del actual conflicto, causó el éxodo de unos 760.000 palestinos, según la ONU.
La estación está decorada con las banderas negras y amarillas de Yihad Islámica.
Como Hamás, este grupo islamista respaldado por Irán también está activo en Gaza y está catalogado como organización terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos.
Hace diez días, Ibrahim al Damj, de 43 años, trasladó a sus hijos, uno de ellos adolescente, afuera del campo, lejos de la violencia y la creciente atracción que generan estos grupos armados desde el estallido de la guerra en Gaza.
«Cualquier cosa es posible», dice. «Cuando ven al ejército israelí arrestando y matando a miembros de su familia, esto puede empujarlos en el futuro a considerar unirse a la resistencia», argumenta.
Mohammad Obeid, de 33 años, señala una mancha de polvo oscurecido por vísceras y una mancha de sangre en una pared acribillada por metralla.
«Ahora nuestros niños, desde los tres o cuatro años, ya tienen el corazón de piedra por todo lo que han visto», asegura.
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