¿Lo que está en juego en la guerra ucraniana es el lugar en la jerarquía internacional?

Según el politólogo ruso Fiódor Lukiánov, «la escala de intereses de lo que está ocurriendo se asemeja a una guerra mundial».

La era en la que ha entrado el mundo «será dura», pues aunque solo Rusia y Ucrania estén directamente involucradas en la confrontación, esta ya tiene las características de un conflicto global, detrás del cual se plantea la cuestión de la jerarquía internacional, opina Fiódor Lukiánov, editor jefe de la revista Russia in Global Affairs, presidente del Consejo ruso para la Política Exterior y de Defensa y director científico del Club Internacional de Debates Valdái.

Indicios de una guerra mundial

De acuerdo con un artículo del experto publicado este martes, la segunda mitad del siglo XX nos enseñó que ya no era posible una nueva guerra mundial, ya que la perspectiva de destruir el planeta con armas nucleares «había desalentado en las potencias poseedoras la costumbre de resolver los conflictos mediante una confrontación militar». Sin embargo, se promovió la idea de que si nunca iba a haber una guerra mundial, entonces «escaramuzas locales con un cierto nivel de intensidad se podían iniciar casi indefinidamente», lo que finalmente llevó al mundo a la situación actual en la que ya hay indicios de conflicto global.

Lukiánov afirma que la Primera Guerra Mundial se convirtió en «mundial» después de su fin, «en retrospectiva histórica», señalando que durante el conflicto se pensaba en que pronto llegaría su final. «La inercia en la percepción de las frecuentes, a veces brutales, pero limitadas guerras del siglo XIX y principios del XX, guerras de corrección destinadas a clarificar y pulir el equilibrio de poder, impedía pensar en la posibilidad de una confrontación destructiva total», escribió.

Además, en referencia a la reciente declaración del papa Francisco de que el conflicto ucraniano podría considerarse una guerra mundial porque «ahí ya hay varias manos metidas en la guerra», Lukiánov subrayó que la situación mundial actual tiene todas las características de «una rivalidad abierta entre grandes potencias»:

  • EE.UU.»como líder de Occidente», participa en el conflicto indirecta pero «muy activamente», utilizando «a su agente de guerra [Ucrania]».
  • Rusia, por su parte, lucha contra «ese mismo agente» en el campo de batalla.
  • China «se mantiene al margen», pero considera que el resultado del conflicto es un factor muy importante, ya que Pekín cree que «el hipotético éxito de EE.UU. sería desventajoso para sí misma y trabajará cuidadosamente contra este escenario».

El analista subrayó que para las tres naciones «lo que está en juego es su puesto en la jerarquía internacional» en el futuro, aunque, al mismo tiempo, Rusia corre el mayor riesgo, ya que «está directamente implicada y de hecho inició esta forma de disputa, al no calcular correctamente cómo se desarrollarían los acontecimientos».

Mientras tanto, según el experto, Europa «no lucha por su papel en el futuro, sino por conservar (lo que es imposible) el antiguo ‘modus vivendi'», ya que la desaparición del «orden basado en normas» del que habla constantemente Occidente, para Europa, significaría la desaparición de una forma de existencia política que es beneficiosa para ella. 

Todo esto, junto con el comportamiento de otros países, como Irán, la India, Turquía o los países del Golfo, confirma que «la escala de intereses de lo que está ocurriendo se asemeja a una guerra mundial».

Cuestión de jerarquía internacional

A continuación, Lukiánov asegura que «detrás de cualquier guerra mundial hay una cuestión de jerarquía internacional». En este sentido, para el politólogo una de las principales causas del inicio de la operación militar rusa que desencadenó este enfrentamiento global fue la falta de voluntad por parte de Occidente para aceptar las garantías de seguridad propuestas por Moscú en diciembre de 2021, entre ellas, que se detenga la expansión de la OTAN hacia el este y que Ucrania no se adhiera al bloque. 

«Moscú resumió todas sus pretensiones sobre el orden político-militar europeo posterior a la Guerra Fría y las plasmó en un ultimátum. El ultimátum no fue aceptado y se iniciaron ‘medidas técnico-militares'», dijo.

Sin embargo, señaló que pese a que la firme oposición de Rusia a «la expansión incontrolada de la Alianza y al monopolio de Occidente en la configuración del orden mundial» debería haberle asegurado su puesto entre los primeros, esto no sucedió, ya que en lugar de una operación rápida y eficaz para reformar Ucrania, Moscú «se vio envuelta en una prolongada guerra de desgaste».

«El éxito es posible, aunque mucho menos espectacular de lo esperado: la parte contraria se agotará pronto y tendrá que volver a aceptar a Moscú como interlocutor para una nueva disposición», alega, pero Occidente, por su parte, tiene un punto de vista diferente, según el cual Rusia ha retrocedido en su posición de potencia mundial, encerrándose en problemas regionales y perdiendo su capacidad para desempeñar el papel de regulador mundial, ya que actualmente no tiene tiempo para resolver más asuntos que el ucraniano

De acuerdo con el experto, en esta situación el país euroasiático «ha apostado por el colapso de la antigua configuración mundial», lo que «parece correcto». Sin embargo, hay dos cuestiones:

  • El ritmo de este proceso, que depende de si Rusia dispone de suficientes recursos propios para esperar el momento en que «la transformación global conduzca a un cambio en toda la agenda internacional».
  • La función de Rusia en este colapso, pues a pesar de que las condiciones previas para la ruptura del viejo orden mundial existían desde hacía mucho tiempo, Rusia «ha asumido el papel de ariete».

«La era en la que ha entrado el mundo será dura. El principio de ‘perder menos que otros’, para minimizar los inevitables costos propios, significa que todos los actores de las relaciones internacionales están dispuestos a traspasar esos costos a los demás», afirmó, subrayando que la sostenibilidad de los sistemas estatales se está poniendo a prueba en todos los frentes, pero la capacidad de resistir fuertes presiones y al mismo tiempo garantizar el desarrollo «determinará el éxito en estos tiempos difíciles».


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