(Imagen ilustrativa)
En los últimos años, varios países europeos han legalizado la muerte asistida. ¿Cómo se explica esta tendencia?
Kaoru Uda
“Me voy a Suiza”. Esta frase —sinónimo de haber tomado la decisión de someterse a un suicidio asistido—pronto podría quedar obsoleta en algunos países.
Francia ha dado un gran paso hacia la legalización de la muerte asistida. En abril de 2024, el Gobierno francés presentó un proyecto de ley que, a las personas con enfermedades terminales, les permitiría tomar fármacos letales para poner fin a su vida.
La ley francesa Craeys-Leonetti de 2016 en la actualidad reconoce a estas personas el derecho a una sedación profunda y continua hasta morir, pero no así el derecho a utilizar sustancias letales para acabar con su vida. Por lo que muchas de estas personas, en la búsqueda de otras opciones, viajan a varios países europeos, como Suiza, donde la ayuda para morir sí está permitida.
El primer proyecto de ley sobre el «final de la vida» se hizo esperar en Francia. En septiembre de 2022, el presidente Emmanuel Macron decidió poner en marcha una convención ciudadana —formada por 184 personas elegidas al azar— que, en abril de 2023, concluyó que estaban a favor de la «asistencia activa para morir».
Francia no es el único país que avanza en esta dirección. En marzo el Parlamento escocés presentó un proyecto de ley para legalizar esta práctica. Si se aprueba, Escocia se convertirá en el primer país del Reino Unido en prestar asistencia a las personas en fase terminal para poner fin a sus vidas.
También en marzo, el Parlamento de Irlanda —una de las naciones más católicas del continente— recomendó a su Gobierno autorizar la muerte asistida para las personas con enfermedades incurables.
Una creciente ola de aceptación
En los últimos cinco años varios países de Europa han legalizado la muerte asistida. Así, desde 2021 España autoriza la eutanasia activa (ver recuadro más abajo); Austria permite el suicidio asistido desde 2022. En Italia, una sentencia del Tribunal Constitucional de 2019 allanó el camino para el suicidio asistido. El primer caso se refiere a un hombre de 44 años —paralítico tras un accidente de tráfico— que falleció en 2022.
Eutanasia activa y suicidio asistido
En el caso del suicidio asistido, la persona toma una dosis letal de medicación prescrita por un médico. Hablamos de eutanasia activa cuando una persona —profesional de la sanidad o no— acaba con la vida de un paciente, de manera deliberada, utilizando sustancias letales. Esto significa que, por ejemplo, una persona con las extremidades paralizadas y que es incapaz de abrir un gotero por sí misma puede ver interrumpida su vida.
Portugal se unió a estos países en 2023. Después de que el Parlamento anulara su cuarto y último veto, su presidente conservador, Marcelo Rebelo de Sousa, firmó un proyecto de ley que despenaliza la eutanasia activa y el suicidio asistido en este Estado predominantemente católico.
“Ya no tenemos una confianza ciega”
Quienes defienden el derecho a morir afirman que el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población han impulsado la tendencia a legalizar el suicidio asistido.
Colin Brewer, miembro de la organización benéfica británica My Death, My Decision (Mi muerte, mi decisión), explica que, en el pasado, la mayoría de la gente moría con bastante rapidez con sesenta y muchos en setenta años “y no tenía que afrontar veinte años de enfermedades crónicas. Ahora que la esperanza media de vida ronda los ochenta años, la gente vive más tiempo, pero no necesariamente más feliz. Es un cambio enorme”, cuenta.
Este psiquiatra británico también señala que en España y Portugal ha influido la presencia de gobiernos socialistas radicales o de izquierdas.
La gente vive más tiempo, pero no necesariamente más feliz. Es un cambio enorme”Colin Brewer, miembro de la asociación británica My Death, My Decision (Mi muerte, mi decisión)
Para Alex Pandolfo, defensor del derecho a morir afincado en el Reino Unido, “la gente ahora está mejor informada sobre la atención médica y los derechos individuales. Ya no tenemos una confianza ciega en la medicina”.
Y añade que “es inaceptable que muchas personas vivan, durante muchos años, con dolores intensos y una calidad de vida muy reducida a causa de enfermedades degenerativas intratables e incurables”.
También ha desempeñado un papel importante la opinión pública. Una encuesta realizada en Francia en 2023 reveló que nueve de cada diez personas (el 90 %) apoyan la ley que autoriza al personal médico a que en determinadas condiciones practique la eutanasia. En España, un cuestionario realizado dos años antes de que se legalizara la eutanasia mostró que la mayoría de la población estaba a favor del suicidio asistido.
Incluso en los países que aún no la han aprobado, la opinión pública está a favor de la muerte asistida. Según una encuesta que la asociación británica Dignity in Dying publicó en marzo, cuatro de cada cinco personas interrogadas en Escocia estaban a favor de esta posibilidad.
La muerte asistida cada vez gana más adeptos en Suiza
En Suiza, donde la primera organización de suicidio asistido se creó en 1982, sigue aumentando el número de personas que eligen esta opción. En los últimos diez años se ha triplicado —pasando de 431 en 2011 a 1.594 en 2022—, según la Oficina Federal de Estadística.
El número de personas inscritas en organizaciones de suicidio asistido en Suiza —según datos de finales de 2022— también está en máximos históricos.
“Hoy en día, los avances en cuidados paliativos deberían llevar a la constatación de que incluso unos cuidados muy bien llevados al final de la vida no tienen una tasa de éxito del 100 % en la reducción del sufrimiento, y siguen siendo insuficientes para descartar cualquier solicitud de muerte asistida”, explica Samia Hurst-Majno, bioética y directora del Institut Éthique, Histoire, Humanités (iEH2) de la Universidad de Ginebra.
Para Hurst-Majno, “el envejecimiento de la población y la evolución en cómo ven la muerte las diferentes generaciones también podría contribuir a este cambio de perspectiva”.
¿Continuará esta tendencia?
¿Seguirá extendiéndose en Europa la legalización de la muerte asistida?
Samir Hurst-Majno cree que predecirlo es difícil, pero añade que es “muy posible, ya que ahora la generación que llega a la vejez suele dar más valor a los derechos individuales que las generaciones anteriores”.
Según Colin Brewer, esta tendencia podría extenderse más allá de los países occidentales y llegar a los países en desarrollo, pero espera que “en algún momento toque techo”.
“La mayoría de las personas que piden ayuda para morir tienen una buena educación, han tenido una vida cómoda y están preparadas para pensar en la muerte. Pero solo es un número pequeño de personas en una sociedad. A la mayoría de la gente no le gusta pensar en la muerte”, dice.
En los países árabes y asiáticos, debido a factores religiosos y culturales, la ayuda a morir sigue siendo tema tabú. No obstante, hay profesionales que para cumplir los deseos de sus pacientes cometen actos ilegales. En Japón, recientemente un médico ha sido condenado a 18 años de cárcel por la muerte de dos personas que le habían pedido que acabara con su vida, una de ellas enferma de esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Una cuestión que en aquel país ha reavivado el debate sobre la materia.
https://www.swissinfo.ch/Texto adaptado del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff
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