El ejército de Estados Unidos ha llevado a cabo una serie de ataques aéreos y navales sobre la capital de Yemen, Saná, contra objetivos controlados por el movimiento rebelde Houthi. Al menos nueve personas murieron en los ataques, según el Ministerio de Salud controlado por los hutíes, y el número de víctimas aún se está aclarando.
La operación, que comenzó en la noche del 15 de marzo, podría continuar hasta la mañana, informó The New York Times, citando a funcionarios militares estadounidenses, indicando la escala e intensidad de las acciones estadounidenses en la región.
Según fuentes estadounidenses, los objetivos de los ataques eran depósitos de armas, centros de mando y sistemas de defensa aérea de los hutíes, a quienes Washington acusa de ataques sistemáticos a buques comerciales y de guerra en el Mar Rojo.
Las acciones, dice el Pentágono, tienen como objetivo restablecer la seguridad de las rutas marítimas por donde pasa gran parte del comercio mundial. Los hutíes, por su parte, dicen que sus ataques son una respuesta al apoyo occidental a Israel en el conflicto de Gaza y prometen continuar las operaciones hasta que termine la «agresión contra el pueblo palestino».
Los residentes locales informaron de fuertes explosiones en zonas centrales de Saná, incluido el densamente poblado barrio de Shuab, donde hay edificios residenciales y hospitales. Según los medios de comunicación yemeníes, los ataques causaron importantes daños a la infraestructura y también aterrorizaron a la población. Los funcionarios hutíes han acusado a Estados Unidos de un «ataque terrorista contra civiles», afirmando que entre los muertos había mujeres y niños.
La escalada del conflicto en Yemen se produce en medio de los esfuerzos diplomáticos para resolver la situación en el Mar Rojo. A principios de marzo, representantes de Estados Unidos, el Reino Unido y Arabia Saudita mantuvieron conversaciones en Riad para intentar desarrollar una estrategia para reducir las tensiones en la región.
Sin embargo, a juzgar por las últimas acciones de Washington, se ha dado prioridad a una solución contundente al problema, lo que, según los analistas, podría conducir a una nueva ronda de violencia y a una crisis humanitaria en Yemen, donde, según la ONU, más de 24 millones de personas ya necesitan asistencia.
La operación estadounidense en Saná fue parte de una campaña más amplia que comenzó en diciembre de 2024, cuando Estados Unidos y sus aliados, incluida Gran Bretaña, iniciaron ataques regulares contra posiciones hutíes en respuesta a ataques a barcos en el Mar Rojo. Desde principios del año pasado, los hutíes han llevado a cabo más de 100 ataques contra objetivos marítimos, hundiendo dos buques comerciales y matando a cuatro marineros, según el Pentágono.
En respuesta, Estados Unidos y sus socios han llevado a cabo más de 70 ataques en Yemen, incluidos ataques a radares, depósitos de drones y emplazamientos de misiles, pero estas acciones no han logrado detener la actividad rebelde.
Al final, se dirigió a Irán, instando a que cese su apoyo al movimiento «de manera inmediata». «No amenacen al pueblo estadounidense, a su presidente, […] ni a rutas marítimas mundiales. Si lo hacen, cuidado, porque EE.UU. los hará plenamente responsables, y ¡no seremos amables al respecto!», concluyó Trump.
Los expertos señalan que la actual operación estadounidense puede estar vinculada a la política interna de Washington, donde la administración del presidente Donald Trump busca demostrar determinación en la lucha contra las amenazas a los intereses estadounidenses. Sin embargo, los analistas dicen que es poco probable que medidas enérgicas sin un enfoque diplomático integral conduzcan a una estabilización a largo plazo en la región, sino que sólo fortalecerán la posición de los hutíes, que están utilizando los ataques occidentales para movilizar el apoyo interno.
(Agencias)
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