(EFE) La crisis climática, el peligro potencial de la inteligencia artificial, la amenaza del uso de armas nucleares en las guerras, como la de Ucrania, o los esfuerzos de China, Rusia y Estados Unidos para modernizar sus arsenales nucleares, nos acercan cada vez más al probable fin del mundo.
Así lo pronostica el Reloj del Juicio Final, la herramienta simbólica creada por científicos, donde la cuenta atrás ya ha comenzado y “las tendencias siniestras continúan apuntando al mundo hacia una catástrofe global”. Pero, ¿qué mecanismo es este?
Y fue así ya que en 1945 la carrera internacional por el armamento nuclear vivió su episodio más oscuro con el lanzamiento por parte de Estados Unidos de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Entonces, un grupo de científicos del Proyecto Manhattan, entre ellos Albert Einstein y otros doce premios Nobel, comenzó a publicar una revista sobre los retos del apocalipsis ante la amenaza nuclear.
Dos años después se activaba el simbólico, pero agónico reloj, al que desde 2007 se añadió en sus valoraciones el deterioro del planeta debido al calentamiento global, la crisis climática y la falta de acción por parte de las potencias.
COMIENZA LA CUENTA ATRÁS.
En el momento de su creación, el reloj se situó a las 23.53 horas, es decir, a siete minutos de la medianoche, la hora que de forma metafórica se estableció como letal o apocalíptica.
Desde entonces, el minutero del reloj se ha ido alejando o acercando de las 00.00 en función de las decisiones adoptadas por los políticos del mundo en cuanto al aumento o disminución del riesgo para la humanidad.
El momento en el que más lejos se encontró la aguja de la medianoche fue en 1991, tras la caída del muro de Berlín y el fin oficializado de la Guerra Fría, en que las manecillas del reloj retrocedieron hasta los 17 minutos de margen. Un registro que no se ha recuperado jamás.
Por contra, el momento más próximo al fin se ha situado recientemente. Ha sido en enero de 2024, cuando el planeta quedó, por segundo año consecutivo, a tan solo 90 segundos de la medianoche. En esta ocasión se incluyó en las valoraciones temporales la guerra de Rusia contra Ucrania, la crisis climática o la posibilidad de otras pandemias, como la covid-19.
MÁS CERCA DEL PUNTO Y FINAL.
Desde que en 1949 la Unión Soviética realizó su primer ensayo nuclear, el reloj no ha dejado de moverse hacia el punto y final.
Desde entonces, el minutero se ha ajustado en más de veinte ocasiones, con márgenes de 17 minutos a 90 segundos, según los diversos avatares de la proliferación nuclear.
Así, en enero de 2007, por cuarta vez desde la Guerra Fría, los científicos atómicos adelantaban el reloj a las 23.55, a cinco minutos de la hecatombe, por las «crecientes preocupaciones sobre una Segunda Era Nuclear marcada por graves amenazas», decían entonces en el comunicado los expertos, que alertaban a su vez de que «los peligros que plantea el cambio climático son casi tan graves como los de las armas nucleares».
Y no han disminuido los malos momentos en que las manecillas del reloj se han movido peligrosamente.
VUELTA A UN HORARIO DEL SIGLO XX.
En 2018 el reloj volvía por primera vez a horarios del siglo pasado al quedar ajustado a dos minutos de la medianoche. La razón, la retórica arrogante del mandatario estadounidense, Donald Trump, y el cruce de amenazas entre Corea del Norte y su país.
Precisamente en 2017, tras el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales, los científicos, que siempre movían las manecillas del reloj mediante minutos completos, decidieron, por sorpresa, ajustar el reloj 30 segundos y colocarlo a dos minutos y medio de las 00:00.
Y el tic-tac, sigue así “ajustado” con esa fórmula desde entonces, pero siempre avocados al supuesto fin, y no tan lejos de enero de 2020, cuando el Boletín de Científicos Atómicos situaba el reloj en 23:58:20 y advertía que la seguridad internacional era en ese momento más peligroso que nunca.
“La humanidad continúa afrontando dos peligros existenciales simultáneos: la guerra nuclear y el cambio climático, que se ven agravados por un multiplicador de amenazas, una guerra de información cibernética, que socava la capacidad de respuesta de la sociedad”, decía entonces el comunicado.
NOS QUEDAMOS SIN TIEMPO.
“Nos quedamos sin tiempo y llega una década crítica para afrontarlo”, decía ya en 2019 la química atmosférica estadounidense Susan Salomón y lo hacía dos años antes del último ajuste de enero de 2024, a tan solo a 90 segundos para encarar el hipotético desastre.
En la actualidad, los expertos advierten de que la seguridad internacional está al mismo nivel de alarma que en “los peores momentos de la Guerra Fría”, cuando parecía que la amenaza nuclear precipitaba el mundo al abismo.
A eso se llamó “la nueva anormalidad”, y se definió como un escenario “en constante cambio, donde se cocinan los conflictos a fuego lento” y se multiplican las posibilidades de que estallen contiendas militares.
“Nos gustaría muchísimo retrasar el reloj, pero tenemos que responder a lo que está sucediendo en el mundo», explicaba en enero de 2023 a EFE el físico Daniel Holz, copresidente de la junta que cada año decide la posición de las manecillas, que precisaba «si uno se fija en lo que está sucediendo en Ucrania, los desastres climáticos… es muy difícil decir que las cosas están mejorando».
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