EEUU y la UE fortalecen su alianza en la guerra tecnológica contra China

Víctor Ternosvsky

Occidente manipula su palabra, cuando le conviene la da y cuando le conviene la retira. Es lo que dijo en su momento el presidente ruso, Vladímir Putin, y es lo que se acaba de demostrar nuevamente en las promesas incumplidas del canciller alemán, Olaf Scholz, ante China.

En su reciente visita a Pekín, el político, de la todavía principal economía europea, aseguró al líder chino, Xi Jinping, que su país quiere «seguir profundizando la relación económica y la cooperación comercial» con el gigante asiático. Además, defendió la «globalización» y se opuso al «desacoplamiento».

Pero los hechos muestran lo contrario. Se acaba de conocer que Berlín estudia prohibir la venta de una fábrica de chips a China, un trato que hace unos días se daba por hecho. De acuerdo con el ministro de Economía de Alemania, Robert Habeck, la venta del fabricante de semiconductores Elmos a la firma sueca Silex, que es subsidiada al 100% por la china Sai Microelectronics, pondría en peligro la seguridad y el orden público en el país comunitario.

El canciller alemán evitó dar explicaciones concretas al respecto y esquivó el incómodo tema del daño que podría sufrir la empresa Elmos, que anunció en diciembre del año pasado su intención de vender su planta de producción de chips por 85 millones de euros y subrayó que la entrada de capital extranjero le permitiría asegurar su viabilidad futura en un entorno muy competitivo.

En este contexto, el diario El País de España señala que «de rechazarse la operación [de venta], es probable que el Gobierno tenga que ofrecer algún tipo de ayuda a Elmos para que pueda mantener la producción de chips». Y añade que «al calor del previsible cambio de rumbo del Gobierno, la acción de la empresa ha caído un 13% el martes [8 de noviembre]».

No parece coincidencia que el revés se dé en unas circunstancias en las que EEUU recrudece su guerra tecnológica contra China, donde el gran objetivo que se plantea Washington es limitar al máximo la capacidad de Pekín de competir con los líderes mundiales de la tecnología y la innovación. De hecho, en el último Congreso del Partido Comunista, China se comprometió a dar un fuerte impulso en la transformación de crecimiento cuantitativo a cualitativo «con medidas para promover la nueva industrialización e impulsar la fortaleza de China en la fabricación, la calidad del producto, la industria aeroespacial, el transporte, el ciberespacio y el desarrollo digital», resalta la agencia Europa Press.

Este vector preocupa enormemente a EEUU, algo que demuestra sus medidas sin precedentes para limitar la venta de chips avanzados y equipos de fabricación de chips al país. Pero no es la única medida en esta dirección, Washington también restringió la capacidad de » personas de EEUU», incluidos los ciudadanos norteamericanos o los titulares de tarjetas de residencia, para prestar apoyo al «desarrollo o la producción» de chips en determinadas instalaciones de fabricación en China. Así lo constata la cadena CNN, cuyos expertos sostienen que «las últimas sanciones de EEUU dificultarán el avance de China» para «reforzar su posición como superpotencia tecnológica».

«Es una represión total, tratando de cortar cada cabeza de la hidra de la industria de chips de China», comentó Greg Allen, de la unidad de inteligencia artificial del Departamento de Defensa de EEUU, quien subrayó que la presión norteamericana podría ser tan devastadora para la industria china de chips como lo fueron las sanciones estadounidenses anteriores para Huawei, una empresa china de telecomunicaciones.

Paralelamente, EEUU está presionando a la Unión Europea para que apoye la guerra tecnológica contra China. Así lo señala la agencia Bloomberg en un artículo donde se lee que la parte estadounidense aprovechará un encuentro de alto nivel entre Washington y Bruselas, en diciembre de este año, para convencer a su ‘socio transatlántico’ de no exportar al mercado chino todo aquello que pueda aportar a su desarrollo tecnológico.

En este sentido, Washington sí cuenta con aliados en el Viejo Continente, entre ellos la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, gran promotora de la ruptura entre Bruselas y Pekín. Por ejemplo, el pasado mes de octubre, volvió a insistir en la extrema necesidad de deshacerse de la dependencia de China en temas como la tecnología.

«El sistema chino es fundamentalmente diferente del nuestro. Y somos conscientes de la naturaleza de la rivalidad», manifestó Von der Leyen en plena sintonía con la narrativa de la prensa hegemónica, una narrativa cada vez es más dura con el gigante asiático.

Los medios como la cadena Deutsche Welle también califican a China como un «rival sistémico». En su artículo sobre el encuentro de Olaf Scholz con Xi Jinping, vuelve a plantear las supuestas «violaciones de los derechos humanos» por parte de Pekín.

Un reciente documento del Servicio Europeo de Acción Exterior indica que «China se ha convertido en un competidor global aún más fuerte» para el bloque comunitario, ante lo cual se plantea la necesidad de «reducir las vulnerabilidades estratégicas» que tiene Bruselas frente a Pekín. Una de estas vulnerabilidades, según la UE, es la dependencia tecnológica.

En este contexto, existe un enorme plan por unos 43.000 millones de euros destinado a duplicar la producción de semiconductores en suelo europeo hasta el año 2030 y alcanzar el 20% del mercado global.

Las empresas productoras no comparten el afán de los dirigentes occidentales por la confrontación y el aislamiento. De hecho, la corporación Nvidia, con sede en EEUU, comenzó a ofrecer nuevos chips a sus clientes en China en un intento de suavizar el golpe de las sanciones a la exportación impuestas recientemente por la Administración Biden.


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