La guerra no tripulada de la OTAN, una carrera tecnológica de sistemas antidrones

Vredepeel (Países Bajos), 23 sep (EFE).- Los aviones no tripulados representan una “gran amenaza” para la OTAN y la sociedad en general, dicen fuentes de la Alianza, puesto que, incluso un pequeño dron puede, por ejemplo, lanzar un explosivo a un tanque, atacar una infraestructura vital o recoger información de inteligencia.

Un pequeño dron sobrevuela el campo verde de la base militar neerlandesa teniente general Best Barracks, en el pueblo de Vredepeel, provincia de Limburgo. Los ojos de los presentes, civiles y militares de varios países, se enfocan en ese vehículo aéreo no tripulado, igual que hace el cañón de un tanque amarillo parado en una esquina, que trata de guiar el tiro hacia ese aparato con alas de origen desconocido, que podría llevar un explosivo o información clave.

Otro dron, considerablemente más grande, arranca rápidamente desde la pista, teledirigido por un experto directo hacia la captura de su hermano pequeño: lo rodea, tantea el terreno, eleva la altitud, y dispara una red que inmoviliza sin grandes complicaciones al pequeño avión no tripulado. Lo traslada a la pista, y lo suelta, envuelto en hilos, con las alas atrapadas, hasta que un empleado de la base lo recoge y lo lleva para su análisis.

Esta ha sido una simulación organizada por la OTAN para demostrar dónde se encuentra la Alianza en su guerra no tripulada, un ejercicio de sistemas de lucha contra aviones no tripulados (C-UAS), que ha tenido lugar esta semana para probar en vivo unos 70 sistemas y tecnologías (sensores, efectores, C2 y drones que suponen amenazas reales) que se utilizan para contrarrestar los drones pequeños.

Además, más de 60 industrias, países aliados y socios aprendieron unos de otros para aumentar la capacidad de detectar, identificar y neutralizar estos pequeños drones.

“Los pequeños drones representan una gran amenaza para la OTAN y nuestras operaciones, y tenemos que luchar contra esa amenaza. Eso hace que este ejercicio sea muy importante. Se están evaluando los acontecimientos actuales, ya vemos cómo se están utilizando drones en la brutal guerra de Rusia contra Ucrania”, señala el general de brigada Hans Folmer, jefe del Estado Mayor en la Agencia de Comunicaciones e Información (NCIA), en La Haya.

Se analiza la información sobre el uso de drones en la guerra en Ucrania, pero también son importantes los datos sobre el uso de pequeños drones en otras áreas no militares.

“Es más que lo que sucede en Ucrania, son también las amenazas diarias que enfrentamos. Por eso hacemos esto. Se trata de detectar, rastrear, identificar y encontrar la manera de mitigar la amenaza. Todos esos aspectos son importantes. Vemos que hay muchos sistemas diferentes en el mercado y tenemos que asegurarnos de que funcionen juntos”, dice Folmer.

La tecnología avanza a un ritmo desenfrenado, y una parte clave es que la industria misma esté interconectada y las naciones sean “interoperables” en el uso de las actividades anti-drones, porque, “no es solo el objeto final, el dron, sino también el centro de comando y las comunicaciones intermedias”, dice Folmer.

Parte de las operaciones de planificación de la OTAN es “observar las amenazas y potenciales vulnerabilidades que enfrenta” la Alianza.

“En general son las infraestructuras clave, puedes imaginar algunos de esos puntos clave de interés de un potencial adversario, tanto en tiempos de paz como de conflicto”, señala Matt Roper, de Inteligencia Conjunta, Vigilancia y Reconocimiento, en la NCIA.

Parte de ese proceso de evaluación es buscar dónde podría la OTAN ser vulnerable y eso supone comprender de dónde pueden provenir esas amenazas, cómo podrían ser y cómo se pueden contrarrestar.

Los escenarios son “casi interminables”, asegura Roper. Señala que en un sistema de vehículos armados no tripulados podría ser la posible munición que cargue, su configuración para proporcionar información de inteligencia a una operación – reconocimiento- o “algo incluso más siniestro” o “menos obvio”, como las plantas de procesamiento de agua y las centrales eléctricas, de las que la sociedad depende a diario.

Sea en términos de dependencia social o de contexto militar crítico, “todos ellos necesitan ser protegidos contra aquellos que puedan hacernos daño”, advierte Roper, que señala “la amenaza creciente” de los drones a las tropas, la infraestructura, y la gente en general, lo que hace necesarios los “esfuerzos responsables” para encontrar soluciones tecnológicas.

El año pasado tuvieron lugar 55 violaciones del espacio aéreo por dones en el Aeropuerto Schiphol de Ámsterdam, a sólo 130 kilómetros de esta base militar. “Es una cifra alarmante”, admitió la inspección neerlandesa de transporte ILT.

No hubo incidentes graves, pero la amenaza por sí sola es un problema. Por ello, la tecnología antidrones ocupa ahora un importante porcentaje del gasto de defensa.

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