Raquel Peña 

Por Juan TH

Dice el expresidente Hipólito Mejía que Raquel Peña, a quien conoce desde que era prácticamente una niña, por su relación entrañable con su padre Leocadio Peña, “es un lujo” de vicepresidenta de la República. ¡Y lo creo!

Amanda Adames Marmolejos, que trabaja con ella desde hace años, dice que ella es “un lujo”, no sólo como vicepresidenta, sino como “ser humano”, por su capacidad, integridad y honestidad y sentido de la solidaridad.

Esas parecen ser las prendas que la adornan, según coinciden en decir sus amigas y colaboradores más cercanos.

Las cosas llegan cuando tienen que llegar. Raquel no buscó el cargo que hoy ocupa en el Estado. Le llegó de sorpresa, tal vez en el momento más oportuno dado el momento difícil por el que atravesaba tras la muerte de dos seres queridos: Su esposo y su padre.

Raquel Peña no estaba en los planes del hoy presidente Luís Abinader. Otros nombres de figuras públicas de renombre se “barajaban” en la mente del entonces candidato. (Recuerdo algunas conversaciones en la casa de Abinader junto a su esposa Raquel Arbaje, al respecto)

No sé cómo se le ocurrió, ni porqué, el nombre de Raquel Peña, que era una empresaria y académica de prestigio egresada de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de su natal Santiago. De repente, como del sombrero de un mago, surgió la figura, para entonces desconocida, de la hoy vicepresidenta. Todos comenzaron a preguntarse, ¿quién era la tal Raquel Peña, una mujer elegante, siempre bien puesta, que nadie o muy pocos conocían fuera del entorno empresarial y académico?

Yo mismo estaba impactado. Pregunté aquí y allá. Nadie parecía saber quién era, hasta que el expresidente Mejía me dijo que se trataba de “la hija de Leocadio”, a quien conocí y traté en su casa de Santiago, pues Hipólito nunca dejó de visitar su hogar, antes, durante y después de ser presidente de la República, pues eran grandes amigos.

Raquel Peña, profesora, aficionada a la lectura y la investigación científica, se convirtió en vicepresidenta de la República, compañera de boleta de Luís Abinader en las elecciones que le dio el triunfo al Partido Revolucionario Moderno. Ha sido, sin duda, una agradable sorpresa, no sólo para la militancia del PRM, sino para todo el país.

Ciertamente doña Raquel Peña ha sido una colaboradora espectacular, capaz, leal y honrada, que desea lo mejor para el país. No es competencia de nadie, no hace ruido, es como un cascabel que se mueve rápidamente de un lugar a otro solucionando problemas. El presidente Abinader le tiene mucha confianza porque sabe de su entereza ética y moral; sabe que es incapaz de hacer travesuras, de buscar privilegios, de engañar o dañar a nadie exprofeso. El país ha ganado, no sólo el PRM y Luís Abinader, con una vicepresidenta y ser humano de lujo.

La he visto trabajar afanosamente desde el primer día que fue proclamada como vencedora de las elecciones acompañando al presidente Abinader. Antes de tomar posición de sus cargos Abinader me invitó a participar en el “gabinete de salud” que ella encabezaba. La vi tranquila, serena, tomando nota, sin llamar la atención ni buscar protagonismo. Los resultados posteriores no se hicieron esperar. El presidente Abinader, tan pronto asumió el cargo, le fue dando cada vez más trabajo y mayores responsabilidades de Estado, confiando en su talento, disposición y entrega. Raquel trabaja tanto como el presidente Abinader, sin llamar la atención, sin hacer ruido, como una abeja reina, que sabe el papel que le corresponde.

Con ella también ha ganado la política, tan desacreditada y dañada por los propios políticos, que mienten, engañan, roban y se corrompen, haciéndole un daño terrible al sistema de partidos, al país y a la tan cacareada democracia, que tanto dicen defender y proteger. He llegado a la conclusión de que doña Raquel es un espécimen raro, casi en extinción.

No me extrañaría si el presidente Abinader decidiera repetir la formula electoral: Luís-Raquel. Ambos forman un binomio formidable, dispuestos a trabajar y luchar por el bienestar y el progreso del pueblo dominicano.

Si yo fuera Luís Abinader, buscando la reelección, repitiera con Raquel Peña, una vicepresidenta de lujo, como bien dijera Hipólito Mejía, y un ser humano extraordinario, como me dijera Amanda.

Creo que poca gente está en desacuerdo conmigo en torno a Raquel Peña Rodríguez. Ella se ha ganado un espacio en la sociedad dominicana gracias a los valores éticos y morales que exhibe en todo momento, para orgullo de sus hijos y niegos. Leocadio Peña, su padre, con ese sentido de humor que siempre lo acompañó, donde quiera que esté, debe sentirse orgulloso de la hija que educó y formó para bien del país.

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