Arq. Yermys Peña
Después de una pausa de 12 años, la Bienal de Arquitectura en República Dominicana regresa en 2024 para avivar el fuego del diseño y la innovación en nuestro país. Con Italia como país invitado, este evento no solo marca un hito en el ámbito cultural y profesional, sino que simboliza un renacimiento de ideales en un momento crucial para nuestras ciudades.
Este año, tuve el honor de servir como jurado junto a arquitectos internacionales de renombre como Alessandro Melis, Marco Casamonti y Carlo Ratti, además de Rafael Álvarez, arquitecto dominicano de gran fama en Nueva York. Con la experiencia y perspectiva global de estos destacados colegas, el jurado reflejó una síntesis de culturas y miradas sobre la arquitectura contemporánea. La Bienal rindió también un merecido homenaje al arquitecto dominicano Don Cuquí Batista, una figura cuya influencia ha dejado una profunda huella en la identidad arquitectónica de nuestro país.
Este año, el lema «Eutopías: Construyendo Ideas para el Futuro» plantea una visión provocadora sobre cómo la arquitectura puede y debe contribuir a mejorar el mundo. La palabra “eutopía”, con su sentido original de “buen lugar”, invita a proyectar nuestras ciudades desde una aspiración de bienestar y resiliencia, un urbanismo que mira hacia el futuro sin dejar de ser consciente de las necesidades y los desafíos del presente. Es un llamado a imaginar nuestras ciudades como espacios de paz, inclusión y respeto ambiental, donde el diseño arquitectónico sea un motor de cambio social.
El retorno de la Bienal en este momento no es una coincidencia; es un símbolo de renovación, un reflejo de cómo los arquitectos dominicanos han comenzado a replantearse el rol de sus obras en la sociedad. En la última década, la arquitectura en la República Dominicana ha evolucionado notablemente hacia la sostenibilidad, con un compromiso cada vez mayor hacia el respeto ambiental y la cohesión social. Este cambio no se habría logrado sin el liderazgo de Adis Ozuna, presidenta de la Sociedad de Arquitectos de la República Dominicana (SARD), ni sin el apoyo invaluable de Lucirys Mateo, arquitecta comprometida con la innovación y el crecimiento profesional de nuestro sector. Gracias a su visión y esfuerzo, la Bienal ha vuelto a ser un espacio de diálogo, aprendizaje y crecimiento para todos los profesionales del diseño.
Revisar cada propuesta presentada fue un ejercicio fascinante que dejó ver la evolución y madurez de nuestros arquitectos. Las obras construidas en esta edición destacan por su énfasis en eficiencia energética, su armonía con el entorno y un enfoque orientado a mejorar la vida urbana. Estas características representan una clara evolución respecto a los estilos más tradicionales, donde la estética a menudo tenía prioridad sobre el impacto social y ecológico. Hoy, las obras dominicanas integran una conciencia por el bienestar colectivo que es esencial para enfrentar los desafíos urbanos de nuestro tiempo.
En la categoría de proyectos no construidos, se encontraron propuestas innovadoras que, con un atrevimiento digno de mentes visionarias, desafían los límites del diseño. Estos conceptos, aún en fase de desarrollo, abren una ventana hacia un futuro donde nuestras ciudades pueden crecer en más de una dirección: no solo en tamaño, sino en calidad de vida y respeto al medio ambiente. Cada propuesta es un acto de valentía creativa y, al mismo tiempo, una reflexión crítica sobre el rol de la arquitectura en la sociedad.
Uno de los aspectos más enriquecedores de esta Bienal fue la participación de estudiantes y académicos, quienes mostraron un entusiasmo contagioso por transformar nuestra realidad urbana. Los temas abordados por los jóvenes arquitectos revelan una sensibilidad que en generaciones pasadas no siempre tuvo la misma relevancia. Hoy, el cambio climático, la inclusión social y la sostenibilidad ya no son temas opcionales; son ejes transversales en la formación de nuestros futuros arquitectos. La participación de los estudiantes, con sus ideas frescas y visión disruptiva, sugiere que la arquitectura dominicana está en buenas manos y que el futuro de nuestras ciudades promete un cambio positivo.
La Bienal de Arquitectura nos recuerda que el diseño no es solo la configuración de espacios, sino una herramienta poderosa de transformación social. Este evento ha dejado un mensaje claro: la arquitectura dominicana tiene un papel fundamental en la construcción de un futuro más justo y equilibrado. Cada proyecto presentado bajo el lema «Eutopías: Construyendo Ideas para el Futuro» es una pieza de ese gran rompecabezas que, al completarse, podría darnos una ciudad más humana, inclusiva y sostenible.
Este año, el prestigioso premio de la Gran Bienal recayó en el proyecto La Casa del Bosque, diseñado por los arquitectos Luis Sabater y Alex Gormley, una obra que redefine la armonía entre arquitectura y naturaleza. Otros proyectos sobresalientes también fueron reconocidos: Bolero, de José Marion, galardonado en la categoría de diseño arquitectónico construido, y Ruinas de la Vega, un diseño no construido de Carmen Silva, que evoca magistralmente el pasado histórico del país en un contexto contemporáneo. Estos galardones son testimonio de la riqueza de la creatividad y el compromiso de los arquitectos dominicanos en todos los aspectos de su quehacer profesional.
Cada propuesta presentada es una prueba de que, unidos en una visión, podemos construir un futuro mejor. La Bienal 2024 es mucho más que un evento; es una llamada a la acción, una inspiración para quienes soñamos con ciudades que dignifiquen y eleven la vida de sus habitantes. Que cada idea sembrada aquí sea el inicio de una transformación genuina en la manera en que concebimos y vivimos nuestra arquitectura.
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