Bogotá, 21 abr (EFE).- «No nos preparamos para ese gran cierre de paréntesis que es morir», proclama rotundo el escritor peruano Gustavo Rodríguez, que aborda temas tabú como la soledad de la vejez y el derecho a una muerte digna en una sociedad en la que se celebran fiestas para revelar el sexo de un bebé pero se le tiene miedo a envejecer.
Es una «paradoja»: «vivimos más, somos más gente viviendo más tiempo y, a la vez, negamos ese envejecimiento», cuenta en una entrevista con EFE el ganador del último Premio Alfaguara de novela, quien recuerda que en los teléfonos móviles existen «filtros que niegan nuestro propio envejecimiento».
«Y eso está mal», como sociedad e individualmente deberíamos «afrontar la realidad, no negarla», agrega, para alertar que «en la medida que no afrontemos este problema que se nos va a hacer grande, esto nos va a estallar en la cara».
«Cien cuyes» (Alfaguara, 2023) logró alzarse con el último Premio Alfaguara de novela. La soledad de los ancianos y el derecho a una muerte digna son las aristas que fundamentan la obra de Rodríguez, quien admite que «así dichos suenan tétricos», pero desde su aproximación como una «tragicomedia», «con ternura y sin humor no habría podido ser ligero con estos temas».
TRANSVERSAL, Y CON ROSTRO DE MUJER
«La literatura está para eso», para mediante historias «sentir los temas» y, a través de los personajes y la identificación con ellos, «podemos sentir un poquito lo que podría ser envejecer y lo que es ser abandonado por la familia, dejado de lado», cuenta el autor peruano.
Y es que en «Cien cuyes» son nueve los ancianos, junto con Eufrasia, la cuidadora, y es a través de la interrelación entre ellos, «de los diálogos que tienen, las aventuras que corren juntos, la música que escuchan, las películas que recuerdan, de todo esto que se parece tanto a la vida» que los lectores «van a poder saber qué piensan nuestros papás, nuestros abuelos y qué nos espera».
«Por eso yo creo que es una novela que si está teniendo cierta acogida tiene que ver con la transversalidad. Todos tenemos papás, abuelos y todos vamos a envejecer, no hay escapatoria», puntualiza.
Y más allá de los grandes temas que surfean la novela, subyacen otras problemáticas: como «el fenómeno mundial» de que el cuidado tenga rostro de mujer o las «confrontaciones estructurales y sociales».
«Lo vi en España cuando lancé la novela, les parecía muy familiar el hecho de que una mujer migrante, de menos recursos, atendiera ancianos de más recursos y occidentales. Pasa en Lima, pasa en Bogotá, pasa en América Latina», explica el peruano.
Pero en la novela «ocurre una cosa curiosa, bonita», que le añade «cierta luz»: «cuando estamos en estado de vulnerabilidad dejamos de ver el color de piel, la extracción social, nos conectamos como seres humanos».
«TÚNEL DE GUSANO» Y PERÚ
Rodríguez asegura que fue sin proponérselo, pero que la novela ha resultado «ser un símbolo de reivindicación de una cultura originaria, de la cultura Andina».
Sobre su país, del que siempre ha escrito, considera que hay una «rabia sorda» y una desconfianza «mayor que nunca» en la clase política, y aunque es «optimista», no ve una solución en el corto plazo.
Para Rodríguez el Premio Alfaguara, uno de los más importantes de la lengua española», es como «un túnel de gusano que une galaxias no muy lejanas entre sí, un atajo inmenso.
Y con una larga gira latinoamericana por delante y el orgullo de haberse alzado con el Alfaguara, Rodríguez se confiesa: «Yo creo que escribo para que me quieran», y siente que «gracias a este premio está viviendo una especie de velorio en vida», puede escuchar «las repercusiones» de lo escrito, saborear las sensaciones.
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