Federico Sánchez (FS Fedor)
De veras, ya ni me asombro antes tantas iniquidades… violentas
Ya no puedo con tantas angustias padecidas día a día, noche tras noche, insufribles; con tantas nostalgias matutinas y vespertinas y hasta nocturnas, inmisericordes; con tanta desolación, ingrata, que me atosiga el alma y, cómo no, la conciencia.
No hay día que me levante, y busque informaciones de los aconteceres nacionales e internacionales, que no me encuentre con horrendas noticias de violencias, inenarrables e indecibles, que van más allá de cualquier ciencia ficción, que giran al borde de la mayor de las infamias. Como sombras envolventes aparecen en los periódicos físicos y digitales, en los noticieros de la radio y la televisión. Y en todas las redes sociales, siguen bombardeando, azogando, amilanando atrozmente mi sensibilidad.
Haciendo un conteo sucinto, leo o veo informaciones de violencia por todas partes, en cada esquina, al borde de una bocacalles, en los matorrales, en los bares y expendios de alimentos, en los bancos y en los hospitales y hasta en el aeropuerto: atracos, robo bancario, pleitos callejeros, asaltos a manos armadas, litigios domésticos o familiares, hombre desahuciado por una mujer que la esquilma moralmente, que la despoja de sus encantos físicos con un navajazo o el azogue del diablo (ácido).
Asimismo veo a una supuesta tía azotando a una sobrina que no hace los oficios con eficiencia, capos asaltando cuarteles liberando presos, y de ¨ñapa¨ llevándose las armas de fuegos de reglamentos; además tres adolescentes o casi jovencitas golpeando y asaltando a un taxista, un supuesto delincuente que para no dejarse atrapar le desprende a dentelladas furiosas una oreja (y no la de Van Gogh) a un policía, varios asaltantes atracando a consumidores en un expendio de comida, incluyendo a la cocinera… En fin, veo un mundo de realidades que parecen alucinaciones incongruentes, montaraces, inmorales, a-éticos, casi proféticos. Bíblicos. Me aturde el alma, ya no puedo más con tanta inmundicia, con tanta incomunicación irracional.
Entonces, temblorosas mis manos sobre mis sienes, hirsuta mi cabellera calva espejeante, jadeante mi respiración como los vientos alisios de una primavera que parece otoño, doblegado todo mi cuerpo como si cada noticia lo aplastara, girante mi mirada en busca de no se sabe qué, y así en ese estado sinuoso, en ese trance, intento enfundar, atar el periódico de nuevo en su envase plástico, o apagar el televisor, para que la tristeza no me embargue todo el día. Para que apriete o aplaste la noticia mala, y que no salga a flote. Quizás así no vuelve a suceder, no la vuelven a emular otros hechos pariguales.
Trato de intuir la situación para así hacer un esquema, una sinopsis, un guion, un cuadro de situaciones reales que pueda comprender. Deducir de lo general a lo particular qué pasa en el mundo. Aunque confieso que no entiendo por qué debo estar tan angustiado, por qué tan afligido, si siempre ha sido así.
El conteo de la historia universal lo presenta en todas sus fases. Siempre la violencia ha existido, ya como desarrollo de un pueblo contra otro, ya como impulso voluntario o involuntario de un individuo frente a otro para sobrevivir. Entonces, por qué tanta contrición, tantas imaginaciones absurdas en mi pensamiento. Creo que me siento aturdido. Siento vivir en un existir sin existir. Viviendo una vida anti paradisíaca, contradictora en su forma y en su esencia, que deviene repetitivo, como si fuera eterno. Que se vierte como una calamidad petrificada en el tiempo.
En la población existe un estado de ánimo en la inestabilidad, que quizás, o sin quizás, o tal vez, eso creo, o podría creer, que quizás, repito, sólo los grandes filosóficos del existencialismo nos podrían sonsacar, que pudieran escudriñar, invertir o acudir a un encuentro fugaz, a un despertar luminoso de esa población, yo entre ellos. Se ve, nos vemos desorganizados, con una angustia en la desesperación, un desvío en la incomunicación, que es fuente de desolación. De violencia. Al parecer no hay cabida para la paz.
Sería una experiencia existencial en tanto intuición, una comprensión de esa situación; sería excelente que surja una iluminación en la oscuridad, una fenomenología de la libertad que nos inmunice de castigos y enfrentamientos constantes; que nos llegue una opción suprema entre las opciones más óptimas que nos libere de tantos desmanes; que haya una elección sublime entre las elecciones posibles, un simulacro extremo entre los extremos, un conducto, un viaducto, el ovillo de Ariadna, una catarsis de liberación, como si se buscara una identificación de la personalidad, para identificarnos como humanos. No como bestias.
Y personalmente digo que debemos seguir con esta vida profana y común. Se habla de vivir en la diversidad de las cosas, en su variedad, en su semejanza, en su unidad, en su interrelación. Pero convivir con la violencia como variedad de la vida va más allá de una simple diversidad sana y pura… Que el señor de las alturas nos ampare. Porque nosotros, pequeños descendientes de Darwin, al parecer, no lo haremos.
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