El Salvador se aleja cada vez más de Biden y EEUU

SAN SALVADOR. — Las relaciones de Estados Unidos y El Salvador empeoraron casi a diario desde que el mandatario demócrata Joe Biden asumió el cargo, un giro abrupto respecto a la sintonía que tuvo el presidente Nayib Bukele con el republicano Donald Trump.

Desplantes de primer nivel, listas negras, críticas y recriminaciones caracterizaron las relaciones entre Washington y San Salvador, tan deterioradas que ni siquiera la exembajadora Jean Manes (2016-2019) pudo enmendarlas, y dejó el país tras pocos meses como encargada de negocios.

«Estamos en un momento muy complicado con el Gobierno de El Salvador (…) No podemos mirar a otro lado cuando hay un declive en la democracia», reconoció Manes antes de volver a su viejo cargo en el Comando Sur, tras confirmar que nadie le hacía caso en la administración Bukele.

El jefe de Estado adoptó en varios momentos un discurso antiimperialista que nunca usó mientras estuvo en la Casa Blanca el polémico Trump, el mismo que llamó a El Salvador «un agujero de mierda», y prácticamente consideró «criminales» a todos sus habitantes.

En especial, Bukele mantuvo grandes relaciones con el exembajador Ronald Johnson, nombrado por Trump, y que dejó esta nación centroamericana hace un año, cuando Biden fue investido.

Desde entonces, el diálogo con la legación estadounidense comenzó a menguar, sobre todo a partir de los señalamientos de Washington a la manera en que Bukele lleva las riendas del país, y cómo concentra el poder.

Tomar distancia

Apenas un mes después de que Biden asumiera la presidencia, El Salvador celebró unas elecciones parlamentarias y municipales dominadas ampliamente por el oficialista partido Nuevas Ideas, que afianzó así el poder Ejecutivo, el Legislativo y casi de inmediato el Judicial.

Entre las primeras acciones de la legislatura iniciada el 1 de mayo destacó la destitución del fiscal general Raúl Melara y los cuatro magistrados de la corte constitucional, para dar inicio así a una depuración del aparato judicial que no fue vista con buenos ojos por EEUU.

Ya para esa fecha Bukele había suspendido una reunión agendada con Ricardo Zúñiga, enviado especial de Biden para el llamado Triángulo Norte de Centroamérica  (Guatemala, Honduras y El Salvador), y se había enfrentado en redes sociales con legisladores demócratas.

«Mucha gente de la que se mofó Bukele lideran comisiones que deciden sobre cooperación y fondos para el desarrollo, o sea, es un terreno que el presidente ha perdido», comentó a la Agencia Sputnik el diplomático salvadoreño Rubén Zamora, exembajador ante Naciones Unidas.

De hecho, Washington cortó su ayuda oficial al Estado salvadoreño, y redirigió a la sociedad civil esos fondos destinados a luchar contra la corrupción. A finales de año, la administración Bukele aprobó una Ley de Agentes Extranjeros, que asfixia financieramente a dichas oenegés.

Ola de sanciones

El Departamento de Estado designó en sus listas negras de corrupción a varias figuras allegadas a Bukele, entre ellas su comisionada Carolina Recinos, o el viceministro de Seguridad, Osiris Luna, señalado por propiciar presuntas negociaciones gubernamentales con estructuras criminales.

«Está claro que el Gobierno de EEUU no acepta colaboración, amistad o alianza. Es sometimiento absoluto, o nada», tuiteó Bukele tras una nueva ola de sanciones a sus funcionarios.

El máximo responsable del Departamento de Estado para Latinoamérica, Brian Nichols, rechazó tales acusaciones en redes sociales, las cuales calificó de «ataques personales injustificados».

«Continuamos siendo un amigo cercano y aliado del pueblo salvadoreño y seguiremos trabajando para impulsar los intereses de los ciudadanos de ambos países, pero no al coste de permanecer en silencio ante acciones perjudiciales», recalcó Nichols.

Esta tirantez inquieta a muchos, pues EEUU es hogar de cientos de miles de «hermanos lejanos», como llaman los salvadoreños a su diáspora, y que cada año envían millones de dólares en remesas para ayudar —o mantener— a sus familiares, y sostener los elevados niveles de consumo.

A río revuelto…

Entrevistada por el periódico Diario de Hoy, la congresista estadounidense Norma Torres achacó la actual crisis en las relaciones bilaterales a la renuencia de Bukele a cooperar con los planes para la prosperidad en El Salvador, y a sus ataques a todo el que lo critica.

«Los ataques a sus críticos son acciones propias de un dictador, de una persona que no puede recibir información porque todo cree que es una ofensa o que le dicen cómo hacer su trabajo», afirmó la legisladora, que también cuestiona el acercamiento de El Salvador a China.

De hecho, el pasado año El Salvador firmó con China un acuerdo de cooperación no reembolsable de 500 millones de dólares para infraestructura, y a finales de 2021 obreros del gigante asiático fueron vistos trabajando en la demolición de la vieja Biblioteca Nacional, para erigir una nueva.

El propio Bukele reconoció en una reciente reunión con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que durante años El Salvador solo miraba hacia EEUU, pero dejó bien claro que esa visión unipolar ya es historia. Casi como su «incondicional amistad» con Washington…

(Sputnik)

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