El calvario de viajar entre Europa y Rusia, un daño colateral de la guerra

Moscú, 22 sep (EFE).- Agotadores viajes en tren, autobús o barco, precios astronómicos de los billetes, meticulosas revisiones en las aduanas. Estas son las consecuencias para millones de rusos del cierre progresivo de la frontera entre Europa y su país.

Ahora estos obstáculos afectarán también a los reservistas que quieran salir de Rusia para eludir así la movilización parcial decretada la víspera por el presidente Vladímir Putin.

Todo se complicó en febrero, cuando Occidente cerró sus cielos a los aviones rusos por la intervención bélica en Ucrania y los viajeros se vieron forzados a hacer malabares para llegar a sus destinos.

Además, desde el día 12 en toda la Unión Europea (UE) existen más restricciones para la obtención de visados para los ciudadanos de Rusia, y desde el lunes Estonia, Letonia, Lituania y Polonia prohíben del todo la entrada a los rusos con visados Schengen para fines turísticos, culturales, deportivos y comerciales.

La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, argumentó las restricciones al señalar que «los viajes (a la UE) son un privilegio, no un derecho».

Margarita recibió la mala noticia de que a su padre, Albert, un letón de 79 años residente en Riga, le ingresaron de urgencia.

«Llamé al Consulado de Letonia en Moscú. Me dijeron que aunque no se están otorgando visas, pueden dar una, de carácter humanitario, para un solo miembro de la familia», comentó a Efe.

«Al rato volvieron a llamar y me advirtieron categóricamente que si apoyaba la guerra en Ucrania ni presentara la solicitud, porque me la negarían de modo automático. Me dijeron que harían una investigación y revisarían mis cuentas en las redes sociales», dijo indignada.

Como muchos rusos, se opone a la campaña en Ucrania, pero considera ofensivo que pretendan obligarle a firmar un documento de condena a la campaña militar a cambio de la oportunidad de viajar a ver a su padre enfermo: «es inmoral», añadió.

LAS CAMBIANTES RUTAS DEL TURISMO

Los turistas rusos han tenido que buscar alternativas a Europa.

«En 2022 se incrementó la demanda de viajes a Egipto. Entre mayo y septiembre se compraron 12,6 veces más viajes que durante el mismo período del año pasado. Los viajes a Emiratos Árabes crecieron en un 265 %», según la compañía turística rusa Tez Tour.

Cuando los destinos europeos, deprimidos por la pandemia del coronavirus, apenas comenzaban a reactivarse, las tropas rusas entraron en territorio ucraniano y se cancelaron los vuelos entre Europa y Rusia.

En ese contexto, las negativas de visados no cambia mucho, según Aliona Jitrova, especialista de la compañía turística ANEX Tour.

«Los países con alta demanda como España, Grecia, Italia, Francia, no niegan las visas, mientras que Polonia, Lituania, Letonia y Estonia no eran destinos muy populares entre los turistas», constató.

Al no sumarse a las sanciones, Turquía ha sacado provecho: en los primeros seis meses de este año a este país viajaron cerca de 2,2 millones de turistas rusos, casi medio millón más que durante el mismo período de 2021.

Turquía se ha convertido en un importante nudo de transporte que es usado como trampolín entre Rusia y Europa y ha subido los precios de los billetes hasta unos 2.000 euros la ida y vuelta, para muchos un coste inasumible.

Liudmila está muy molesta con esta situación: solía viajar a Europa junto a su esposo argentino dos veces al año, ahora un descanso en el balneario turco de Antalya ha costado más que dos viajes a Peñíscola, en España.

Tenía un visado Schengen de cinco años que acaba de expirar, y no sabe qué pasará.

El presidente de Rusia, Vladímir «Putin le ha fastidiado la vida a millones de personas con esta guerra, y no solo a los ucranianos, que son los más afectados», se queja a Efe.

Otra vía para salir de Rusia y llegar a un destino europeo es a través de Serbia, cuya aerolínea cobra actualmente unos 1.200 euros por los vuelos de ida y vuelta a través de Belgrado.

ALTERNATIVAS QUE SE ACABAN CERRANDO

Muchos rusos optaron en verano por viajar en tren a San Petersburgo por menos de 100 euros y desde allí tomar un autobús por unos 80 o 40 euros, respectivamente, a Helsinki o Tallin.

Otros optaron por ir a través de Bielorrusia a Polonia para después proseguir su viaje a otros destinos, variante que ahora tampoco ya es viable por decisión de Varsovia.

«Más que preocupación sentí pánico al cruzar la frontera entre Bielorrusia y Polonia, incluso los niños lo sintieron», comenta a Efe María, en un intento de resumir el calvario que ahora significa para un ruso viajar a Europa.

María llevó consigo certificados de matrimonio con su esposo español, actas de nacimiento de los niños, todo lo que pudiera despejar las dudas de los aduaneros.

De Moscú a Madrid encadenaron un viaje de 15 horas en tren hasta la ciudad bielorrusa de Brest, siete horas en la frontera, luego un autobús hasta Varsovia, y finalmente en avión hasta España.

«En el aeropuerto de Varsovia había mucha gente hablando ruso. Cuando comprendí que eran ucranianos me sentí muy culpable» de ser rusa, dijo.

Sumadas las noches en hoteles de Bielorrusia y Polonia, el viaje llevó más de 48 horas en vez de cinco.

«De tres semanas de vacaciones gastamos casi una semana entre ida y vuelta», añadió María, que pagó por el viaje el doble de lo que habría pagado en enero.

Tras la dura experiencia de su viaje a España por Bielorrusia, María decidió regresar a su país por Helsinki, para ir de allí a San Petersburgo.

«Descubrimos que había que reservar el autobús con gran antelación, como si fuera un avión. Y decidimos cruzar el Báltico en ferry hasta Tallin» para después llegar a Rusia, recuerda.

El navío iba tan cargado que sus hijos tuvieron que viajar sentados en el piso.

Eso fue en julio pasado. Ahora la ruta está cerrada.

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