La OMC enfrenta una crisis de identidad conforme Trump considera actuar por cuenta propia

Financial Times

Los miembros de la institución se enfrentan a lo que muchos consideran un ataque al sistema comercial de posguerra

En los días finales de su presidencia, Barack Obama abrió un caso comercial contra China que pretendía ser la culminación de las batallas económicas de su administración con Beijing.

El litigio entablado en la Organización Mundial del Comercio se enfocaba nominalmente en los subsidios ilegales que Beijing utilizaba para ayudar a su industria del aluminio, sin embargo, los funcionarios estadounidenses que habían pasado más de un año trabajando en ello lo consideraron algo más grande. Estaban lanzando un misil guiado hacia la infraestructura financiera de la economía china, dirigida por el estado.

Al anunciar el caso, Obama señaló los préstamos bancarios estatales a bajo interés, la electricidad barata y otros subsidios gubernamentales que China había utilizado para alimentar un “exceso mundial” de aluminio y acero. Todos eran ilegales, alegó, y todos les causaban dolor a los rivales comerciales de China a nivel internacional.

La medida tenía la intención de fijar una postura y establecer un caso sistémico que el sucesor del Sr. Obama, Donald Trump, pudiera retomar al ocupar la Casa Blanca tras haber prometido su propia guerra económica contra China. La administración Obama fue aún más lejos, y buscó la ayuda de aliados en lugares como Bruselas, donde los funcionarios, que aún en este momento, están considerando presentar un caso similar.

Sin embargo, casi un año después, el caso del aluminio presentado por el gobierno de Obama permanece inactivo, como una de las víctimas del dramático cambio en la política comercial estadounidense que el Sr. Trump ha orquestado.

Armado con su sospecha instintiva de las instituciones multilaterales, el Sr. Trump ha convertido a la OMC, que sus predecesores consideraban una herramienta estratégica, en un objetivo estratégico. La falta de interés en el caso del aluminio golpea el núcleo de la agenda comercial de la administración: en lugar de tratar de utilizar la OMC y sus procesos para alcanzar los objetivos de EEUU, el Sr. Trump ha expresado una clara preferencia por la acción unilateral y por evitar las instituciones internacionales.

El resultado es que los ministros de comercio de los 164 miembros de la OMC que se reunirán en Buenos Aires el domingo para su cónclave bienal, enfrentan lo que muchos consideran una crisis existencial creciente tanto para este organismo creado hace ya dos décadas como para el sistema comercial de posguerra. Y EEUU, que alguna vez fue garante de esa arquitectura, ahora encabeza el ataque.

Los cargos del Sr. Trump contra la OMC dependen de su creencia de que la creación de la institución en la década de 1990 contribuyó a provocar la angustia económica que afectó a muchas comunidades estadounidenses cuando perdieron sus empleos ante los nuevos competidores en China y otros países.

Los funcionarios de la administración argumentan que la OMC ha fracasado en su mandato para negociar nuevas reglas para la economía mundial y ha obligado a EEUU a usar aranceles desiguales. Dicen que sus procedimientos actuales nunca fueron diseñados para lidiar con el tipo de capitalismo de estado que China ha implementado exitosamente durante tres décadas.

Los defensores de la OMC pueden proclamar que su proceso de solución de disputas es una barrera contra las guerras comerciales, pero los funcionarios estadounidenses argumentan que las disputas tardan demasiado y terminan en manos de un órgano de apelación que acusan de invadir la soberanía de los miembros de la OMC.

En un documento de 2010, escrito cuando era un destacado abogado comercial en Washington, Robert Lighthizer, zar comercial del Sr. Trump, argumentó que EEUU debía despreciar a la OMC con mayor frecuencia. Y eso es lo que parece que él y la administración Trump se proponen hacer.

El asalto de la administración Trump a la OMC hasta ahora ha tenido cierto tono pasivo-agresivo.

Los diplomáticos en Ginebra dicen que desde la elección del Sr. Trump, EEUU ha estado jugando un papel secundario en la mayoría de las negociaciones de la OMC. “EEUU ha estado ausente durante 12 meses”, dice un diplomático de alto rango. “No están en el juego en lo absoluto”.

Antes de las reuniones anteriores de la OMC, EEUU había jugado un papel de liderazgo en la conducción de la agenda de negociación. Esta vez, los funcionarios de otros países que trabajan en los posibles acuerdos, en temas como la eliminación de subsidios a la pesca ilegal en todo el mundo, dicen que sólo esperan que EEUU no bloquee ninguna acción.

Sin embargo, EEUU también ha apuntado más directamente a la función de la solución de disputas de la OMC y ha comenzado a actuar en base a sus quejas sobre el proceso de apelación.

Ha bloqueado durante meses la tarea de llenar vacantes en el cuerpo de apelación de siete miembros de la OMC por razones técnicas que algunos funcionarios en Ginebra creen que enmascaran una agenda más siniestra para derribar por completo el sistema de disputas de la OMC y eliminarlo como una restricción sobre el tipo de acción comercial unilateral — ya sea en forma de aranceles u otras medidas — que el Sr. Trump quisiera tomar.

Funcionarios de otros países, además, expresan su frustración con la nueva administración en Washington, diciendo que aún no ha dejado en claro lo que quiere que suceda en la OMC.

Una de las ironías del enfoque de la administración Trump es que EEUU está lejos de ser el único que ve las fallas de la OMC.

Algunos funcionarios en Ginebra han comenzado a referirse a la ‘ONUficación’ de la OMC, señalando el rol de bloqueo que pueden asumir los pequeños países y las camarillas debido a su estructura de toma de decisiones basada en el consenso. Otros dicen ahora que la OMC es un lugar donde sólo se lograrán acuerdos comerciales con el denominador más bajo, pues los debates más duros y ambiciosos tienen lugar en los acuerdos comerciales regionales o sectoriales.

La ironía más grande es que muchos países están ansiosos por encontrar razones para cooperar con EEUU, especialmente cuando se trata de la amenaza percibida proveniente del modelo económico de China.

Al oponerse a la solicitud de China de que se le conceda el estatus de economía de mercado en la OMC, Washington ahora tiene aliados en la UE y en países como Japón, Canadá y México. El estatus es importante para Beijing tanto por ser un símbolo como por la ayuda que le prestaría para combatir los casos antidumping contra sus exportaciones baratas.

Cuando la UE y EEUU se negaron a cumplir su deseo en 2016, Beijing inició un caso en la OMC contra ambos. Ahora se espera una decisión en el caso de la UE a principios de 2019, pues los abogados de China han decidido priorizar eso. Mientras tanto, el Sr. Lighthizer advirtió que cualquier decisión a favor de China sería “catastrófica” para la OMC.

Los funcionarios de la UE y Japón también están tratando de convencer a EEUU de que hay otras áreas donde podrían encontrar una causa común contra China en la OMC. Entre ellos se encuentra una investigación de EEUU sobre las prácticas y normas de propiedad intelectual de China y las reglas que exigen que las compañías transfieran tecnologías importantes.

Los funcionarios de la UE argumentan que las compañías europeas tienen las mismas quejas y que todas se beneficiarían de una acción conjunta en la OMC, en lugar de una acción estadounidense para enfrentar a China unilateralmente y potencialmente provocar una guerra comercial.

Roberto Azevêdo, el ex diplomático brasileño que funge como director general de la OMC, argumenta que si EEUU u otros países emprendieran un camino unilateral, se arriesgarían a repetir momentos peligrosos en la historia económica.

“Sin el sistema multilateral de comercio, creo que estaríamos en un mundo definitivamente regido por acciones unilaterales, que es básicamente un eufemismo para las guerras comerciales”, dice el Sr. Azevêdo. “Y creo que todos estaríamos, sin excepción, peor de lo que estamos ahora”.

Los funcionarios de la administración Trump le dieron un giro diferente a esto. Argumentan que están llevando a EEUU por un camino de unilateralismo más eficiente y duro.

En lugar de presionar sobre cuestiones como el caso del aluminio del Sr. Obama en la OMC — que incluso si se persigue de forma agresiva tomaría años litigar — la administración Trump está empleando leyes domésticas que pretenden dar resultados en unos meses.

El Departamento de Comercio lanzó en la primavera varias investigaciones de seguridad nacional sobre las importaciones de aluminio y acero que podrían arrojar una decisión sobre los aranceles en las próximas semanas. El mes pasado “lanzó por iniciativa propia” un caso antidumping contra las láminas de aluminio chinas utilizadas en productos como las canaletas caseras, la primera vez que lo hace desde 1985.

Algunos veteranos del comercio aún ven razones para tener esperanzas. “Todavía me siento optimista a largo plazo sobre la OMC. Una crisis y una experiencia cercana a la muerte pueden hacer que la gente la considere de una nueva forma”, dice John Weekes, ex embajador de Canadá en la OMC.

Sr. Lighthizer también ha dado sus propias razones para el optimismo, dicen otros funcionarios. En conversaciones privadas, dicen, ha tratado de tranquilizar al Sr. Azevêdo y otros sobre las intenciones actuales de EEUU.

“Si la OMC no existiera, tendríamos que inventarla”, les dijo.

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